Rogelio Naranjo, "hombre de batallas en la soledad"

sábado, 12 de noviembre de 2016 · 09:45
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- “La introversión armó a Rogelio Naranjo, hombre de batallas en la soledad. Espíritu libre, caricaturista sorprendente, no se ha confundido en la tarea de tantos años. Ha errado el tiro, por supuesto, pero ha tenido la mira bien puesta a la hora de disparar contra personas llamadas a la responsabilidad más alta y ayunos del deber cumplido”. Así describió don Julio Scherer García en el libro Los Presidentes en su Tinta a Rogelio Naranjo, colaborador y fundador de la revista Proceso, uno de los grandes cartonistas políticos de las últimas cinco décadas, que falleció la noche del 11 de noviembre, a los 79 años, víctima de un paro cardiaco. Naranjo representó el faro para más de tres generaciones de caricaturistas políticos en México. Desde la década de los sesenta, en plena edad de oro del autoritarismo mexicano, Naranjo formó junto con Eduardo Rius y Helioflores, una especie de santísima trinidad o trilogía del gran cartón político, que describió como pocos la tragedia de la sociedad mexicana y retrató los excesos hasta autoparodia de la élite que ha gobernado este país. Con su trazo perfecto, su capacidad extraordinaria de síntesis y de humor elegante, ácido, Naranjo también fue un artista contemporáneo, crítico de la desigualdad y las trampas de la modernidad. Hombre de izquierda que apoyó al Movimiento de Liberación Nacional y a la fundación del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), dirigido por Heberto Castillo, su amigo y líder durante muchos años. Cómo no recordar la primera campaña electoral del PMT, en 1985, con los cartones de Naranjo por todo el país y la frase: “salario mínimo al presidente, para que vea lo que se siente”. Colaborador de decenas de publicaciones, Naranjo y sus cartones resumían cada semana en las páginas de la revista Proceso la situación del país, de sus excesos y sinsabores. Reacio a las entrevistas, de hablar pausado y de una inteligencia voraz, Naranjo nos dejará para siempre su gran legado: una obra abierta que es la crónica de la larga agonía del autoritarismo mexicano.

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