El dispendio del INBA en la Bienal de Venecia

miércoles, 7 de diciembre de 2016 · 11:49
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Anunciada el viernes 18, mientras la sociedad mexicana centraba su atención en el inicio del Buen Fin y el puente vacacional del 20 de noviembre, la selección de Carlos Amorales como representante de México en la Bienal de Venecia 2017 exige numerosas y transparentes explicaciones. Para empezar, Cristina García Cepeda, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), debe informar sobre los objetivos gubernamentales e institucionales que justifican tanto la participación de México en la Bienal como su financiamiento para apoyar a un solo artista en un proyecto que lo beneficia únicamente a él, a su curador y a los vendedores de sus obras. Convertida desde hace varios años en un espectáculo global que se suma a las estrategias mercadológicas del capitalismo artístico –término acuñado por el teórico Gilles Lipovetsky para definir el modelo económico que sustenta actualmente la creación y circulación artística–, la Bienal de Venecia es un evento turístico que difunde el arte con intereses no sólo creativos sino también indirectamente comerciales. Generoso con el financiamiento de las participaciones mexicanas en la Bienal, el INBA, además del hospedaje y alimentos correspondiente a numerosos días en Venecia –en 2013 cubrió lo correspondiente a 22 días–, también paga honorarios a curadores y artistas sin tomar en cuenta el prestigio internacional que adquieren. En 2013, la curadora Itala Schmelz recibió 221 mil 896 pesos, y en 2015 la curadora Karla Jasso 365 mil 400 y los artistas Luis Felipe Ortega y Tania Candani 205 mil 900 cada uno. En 2017, ¿cuánto pagará al artista y al curador Pablo León de la Barra, cuánto invertirá en la producción y cuánto derrochará en pasajes y viáticos? En la información oficial que aparece en el boletín de prensa 1576, no se mencionan ni gastos, ni presupuesto, ni objetivos institucionales, ni indicadores de evaluación del proyecto. Otro aspecto lamentable de la participación de México en el evento 2017 es el tribalismo endogámico del sector cultural. Al igual que en la participación de 2015, el jurado de selección estuvo integrado, entre otros, por Graciela de la Torre, directora de Artes Visuales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Néstor García Canclini, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, y Aimeé Labarrere, presidenta del Patronato Arte Contemporáneo (PAC). Además de transparentar los criterios que sustentan que participe un organismo privado como el PAC en una decisión gubernamental, el INBA debe justificar la integración de personas que si bien participaron en bienales anteriores –como Itala Schmelz y Melanie Smith–, no destacan por el éxito de su desempeño. Y por último, el proceso de selección. ¿Cuáles son los nombres de los “creadores visuales de amplia trayectoria” que seleccionó el Consejo Asesor, en qué consistían sus proyectos y con base en qué criterios se rechazaron sus propuestas? Al igual que en la edición 2015, la información oficial sólo menciona que hubo invitados, sin confirmar su existencia. Y en este contexto, ¿por qué se seleccionó a un curador que radica en Londres y que está vinculado con la escena hegemónica global? ¿No hubiera sido más responsable la selección de un pensamiento y una actitud artística más local? Con base en la inutilidad social que ha tenido desde 2009 la participación de México en la Bienal de Venecia, la de Amorales debería suspenderse o expandirse a un proyecto colectivo.

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