La desmitificación de Otto Dix

sábado, 17 de diciembre de 2016 · 09:56
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Lo más interesante de la muestra Otto Dix. Violencia y pasión, que se presenta en el Museo Nacional de Arte (Munal) de la Ciudad de México, es que permite conocer a un personaje muy diferente del que ha mitificado la historiografía hegemónica del arte moderno. Admirado por su espléndido oficio pictórico y sobrevalorado por el perverso y –cuestionablemente– crítico realismo satírico que desarrolló entre 1921 y 1932, Dix fue un artista que, como él mismo señaló alrededor de 1924 en un curriculum manuscrito, “…no soy político ni tendencioso pacifista ni moralista… No estoy a favor ni en contra de nada”. Declaraciones confrontantes que contradicen los valores éticos y revolucionarios de la vanguardia artística que lo hizo famoso: la dadaísta, crítica, punzante y alemana Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit). Organizada en el contexto del Año dual Alemania-México 2016-2017, la exposición, con excepción del periodo formativo como pintor artesano-decorador de 1906 a 1914, abarca todas las etapas creativas del artista, desde su afiliación formal y dudosamente filosófica con las poéticas expresionistas que desarrollaron los extraordinarios artistas políticos y seguidores de las ideas de Nietzsche en el grupo El Puente (Die Brücke), en la Ciudad de Dresde de 1905 a 1913, hasta sus afectivas, familiares y simplistas autorrepresentaciones del final de su vida en 1969. Entre ambos extremos, la exagerada y caricaturesca poética de sus famosos grabados de 1924 sobre los horrores de la Primera Guerra Mundial, convive tanto con las metáforas de paisajes expresionistas de los años treinta como también, con algunas sugerentes composiciones kitsch que, con San Cristóbal como protagonista, develan a un Otto Dix sumiso, deprimido y magistral en la creación de imágenes y pintura decorativa. Curada por Ulrike Lorez, actual directora de la emblemática Kunsthalle de Mannheim –lugar donde en 1925 se exhibió la primera muestra de la Neue Sachlichkeit–, la exhibición devela a un artista astuto y ambicioso que logró adaptar, para su fama y beneficio, algunas propuestas vanguardistas de relevante impacto estético. Despectivo en lo que concierne al gusto de las clases populares –“estos proletarios del espíritu son un caso perdido. El arte es sólo para los artistas” (Carta a Hans Bretschneider, finales de 1911)–, Dix desarrolló un discurso visual que aparentaba criticar la actitud de los poderosos en favor de los desprotegidos. Notable por su decisión de permanecer en territorio alemán a pesar del triunfo del Nacional Socialismo en 1933, Dix soportó la descalificación y destrucción de su obra al ser nominada como Arte Degenerado en 1937. Exitoso durante la segunda mitad de los años veinte en el ámbito tanto académico como comercial, Dix sustituyó el cosmopolitismo de Berlín y Dresde por el aislamiento y seguridad del pueblo pesquero de Hemmenhofen, Dividido afectivamente entre dos mujeres y dos familias ubicadas entre la Alemania Democrática y la Federal, el artista evidenció, durante el transcurso de su trayectoria, su carencia de propuestas realmente originales. Seguidor de creadores tan potentes como Kirchner y Grosz, Dix destacó como un artista de poéticas satíricas, misóginas y religiosas que requiere una nueva y contemporánea revisión.

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