Más viable que nunca, la utopía cardenista: Palou

jueves, 26 de enero de 2017 · 10:16
En estos momentos en que se gobierna para las élites políticas, económicas, religiosas, hay que voltear al pasado y ver el contraste con otros modelos en la historia de México, dice el escritor del “crack” Pedro Ángel Palou. Es lo que hace en su novela histórica sobre el general Lázaro Cárdenas, Tierra roja, y en entrevista. “No puede haber un contraste mayor entre el México de Enrique Peña Nieto y el de Cárdenas”, dice, y cree que a Donald Trump debería exigírsele una disculpa. Urge a replantear la política exterior y comercial de México, y cree que la opción política en nuestro país es “por un candidato dispuesto a encabezar un gobierno de transición”. Enorme, más vigente que nunca, pero sin inútiles añoranzas, la figura de Lázaro Cárdenas del Río está presente en México, no sólo desde que comenzó a debatirse la llamada reforma energética, sino ahora mismo, cuando tras el primer gasolinazo de este 2017 –en el cual se “festejará” el primer centenario de una Constitución completamente trastocada– han salido a las calles multitudes enardecidas que le recuerdan al gobierno que, pese a todo, “el petróleo es nuestro”. El general Cárdenas es, a decir del escritor Pedro Ángel Palou, el mejor expresidente de México, no sólo por su patriotismo sino por toda la obra política y social que hizo en el país, incluso en Latinoamérica, tras su mandato. La vida y obra del estadista nacido en Jiquilpan, Michoacán, el 21 de mayo de 1895, quien falleció el 19 de octubre de 1970 en la Ciudad de México, son el tema de esta novela histórica o historia novelada de Palou, Tierra roja. La novela de Lázaro Cárdenas, publicada por editorial Planeta. El trabajo literario cobra mayor fuerza en estos momentos porque revela a un hombre de una pieza, capaz de convencer a los mexicanos de su época de la viabilidad de un proyecto de nación en el cual, literalmente, les “hiciera justicia la revolución”. La lectura del libro –escrito tras una amplia investigación que incluyó los Apuntes y diarios del general– podría motivar también a los ciudadanos a reflexionar sobre la posibilidad de realizar una nueva utopía. Miembro de la llamada generación del crack, doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán, exsecretario de Cultura de Puebla y exrector de la Universidad de las Américas, a Palou (Puebla, 1966) le atrajo la figura del general porque su régimen fue el último en el país en el cual hubo un pacto entre gobernados y gobernantes: “Hay un estadista a la cabeza con un ánimo utópico, no en el sentido de la utopía del siglo XIX, sino lo que llamo la utopía posible, la idea de que se puede cambiar al país, las condiciones sociales, y cumplir la Revolución mediante una cantidad enorme de esfuerzos para que lo plasmado en la Constitución de 1917 se haga verdad y, aunque parezca un cliché, la Revolución por fin haga justicia.” Es 1934, relata vía telefónica, y Cárdenas percibe que tiene frente a sí un momento crucial en la historia para resolver los problemas ancestrales. De 370 páginas, el libro dividido en 20 capítulos no es una biografía ni una descripción nostálgica del pasado, nadie lee o escribe novelas del género histórico desde esa perspectiva, dice el también autor de Zapata, Morelos: morir es nada y No me dejen morir así, entre otras obras: “Nos preocupa el pasado porque queremos entender el presente, porque nos parece que en algo no se cumplió con la tarea. En el caso concreto de este México, estamos viviendo sin el menor contrato social. Hay un absoluto divorcio entre gobernados y gobernantes, el gobierno y los partidos políticos van por su lado y el país por otro, igual las fuerzas productivas. Y es crucial que nos demos cuenta de que se podía gobernar de manera distinta.” El problema, considera, es que en estos momentos no se gobierna para la gente sino exclusivamente para las élites políticas, económicas, religiosas. Ello obliga a ver el contraste con otros modelos en la historia de México y reflexionar por qué y cómo se pudieron hacer bien las cosas en el pasado. El escritor detiene un momento su exposición y añade: “Incluso da coraje, ahora que lo estoy respondiendo parece que tuviera rabia porque casi me está saliendo espuma de pensar que no puede haber un contraste mayor entre el México de Enrique Peña Nieto y el de Cárdenas, entre el gabinete de Cárdenas y el de Peña Nieto, entre los partidos políticos, incluso los de oposición, de la época de Cárdenas y la partidocracia actual, que lo único que hace es lamer las botas del presidente del país en turno.” Además de contar con un proyecto de Estado y de nación, ajeno a sus intereses personales y los del grupo político que lo impulsó, el general Cárdenas, quien no terminó la educación primaria, ya en la presidencia atacó directamente los intereses creados en torno a los casinos y el juego por Emilio Portes Gil y el mismo Calles. Para Palou es ejemplo de la diferencia con el momento actual, como lo es también la actitud ante el cambio de gobierno en Estados Unidos: “El hecho de que en este momento estemos sujetos a lo que pase con Donald Trump, es otra muestra del profundo contraste entre Cárdenas y esta época. Habría que leer con cuidado el periodo de la expropiación petrolera para darnos cuenta de su capacidad de estadista y cómo vislumbraba que necesariamente tendría conflictos con el presidente (Franklin D.) Roosevelt o con el secretario de Estado Cordell Hull, pero era muy importante lo que estaba haciendo y debía hacerlo.” No duda de la posibilidad de que el aumento al precio de la gasolina, el llamado “gasolinazo”, haya sido pactado en la reforma energética, para que cuando comience la (entrecomillas) “competencia neoliberal”, se digan cosas como “miren, Shell o Exxon ya bajaron la gasolina”; siendo el gobierno tan entreguista, piensa, hasta eso se pudo pactar cuando se vendió el subsuelo “al mejor postor”. Exigir respeto El credo de Cárdenas, como gusta llamar Palou a las ideas esenciales del presidente, fue “primero el suelo y luego el subsuelo”. Por ello se dedicó inicialmente al reparto agrario, la subsistencia alimentaria y el ejido; en el libro se describe incluso su preocupación por la obtención de los créditos, todo para mantener la producción en el campo. Luego vino la expropiación petrolera, considerada como su obra cumbre, por el grado simbólico que llegó a tener Petróleos Mexicanos (Pemex), aunque el escritor aclara que al hablar del subsuelo, Cárdenas pensaba en toda su riqueza: “Debemos darnos cuenta de que el caso de las mineras, particularmente las canadienses, ha sido en los años recientes tan grave como lo que pasó con Pemex. Hay datos suficientes ya publicados, no estamos dando una opinión, de hecho el profesor mexicano Osvaldo Zavala, de la City University of New York, quien escribe con frecuencia en Proceso, ha demostrado que muchas veces ahí donde entra el Estado con su supuesta política de seguridad, viene un despojo, luego un despoblamiento y después entran las mineras a ocupar ese subsuelo. “Bajo el pretexto de que había narcotráfico se produce la violencia estatal, es la tesis de Zavala, y debería llamarnos a alarma tanto como el caso de Pemex. Estamos muy lejos del cardenismo, pero además estamos muy vendidos al capital extranjero y a los caprichos de ese capital.” Evoca la agudeza que tenía el estadista para leer los fenómenos internacionales “brillantemente”. Ahorita, piensa, “haciendo una especie de especulación obviamente”, ya estaría viajando a China, y el nuevo socio principal de México sería aquel país y no Estados Unidos, “es un camino lógico”. Cuando aceptó dar asilo al líder comunista León Trotsky, evaluó con sus allegados los escenarios: cómo quedará ante Stalin, líder de la Unión Soviética, ante Roosevelt y al interior, donde ya se le acusaba de procomunista, “juega carambola de tres bandas en la política internacional”. Alguien como él le falta al país en estos momentos, considera el escritor, dispuesto a jugársela pero no en el vacío, sino con conocimiento de los riesgos que conlleva, y con alternativas de socios políticos y comerciales para poder enfrentar a momentos cruciales como el actual, que ante la llegada de Trump nada bueno se espera para México. Habitante de Nueva Inglaterra, el también profesor de literatura y lenguas romances en la Tufts University, refiere que el ámbito de las universidades estadunidenses es muy liberal y aún no pueden creer lo que pasó con la elección de Trump, pero fuera se han comenzado a sentir los efectos del racismo. Amigos suyos, ya ciudadanos, deben salir a las calles con su pasaporte norteamericano para defenderse incluso en el supermercado. Lo grave, añade Palou, es que no se trate de un nuevo racismo; hay la posibilidad de que siempre haya estado latente. Se le pregunta acerca de la discusión que ha provocado el muro y quién lo pagará, cuando quizá ese tema esté distrayendo de otros aspectos de la relación bilateral que serán impactados: “El muro se ha convertido en una especie de caballito de batalla del propio Trump. Me parece bizantino discutir quién lo va a pagar porque finalmente lo va a pagar Estados Unidos, si es que lo construye; no hay manera legal de que México lo pague, pero lo que deberíamos es exigir un profundo respeto y una disculpa inicial aunque parezca absurdo.” Menciona el caso del historiador argentino Felipe Pigna, que conducía el programa de radio Algo habrán hecho, quien fue a Londres y entró a los bancos a pedir regresaran el dinero que se habían llevado los ingleses de Argentina. Fue un acto simbólico, aclara, pero un gesto semejante podría hacer México: Ante la amenaza del muro, amenazar también con pedir a la Corte Internacional, en La Haya, que se revierta el Tratado de Guadalupe Hidalgo por el cual se cedió casi la mitad de territorio mexicano a Estados Unidos: “Y podríamos ser muy serios en eso, proponer ante la Corte Internacional o Interamericana un recurso: Ante la amenaza del muro pedimos que se nos regrese nuestro territorio, y creo que hay abogados brillantes en México que podrían presentar un caso internacional y al menos retrasaran la posible construcción del muro, mientras se decide quién es el propietario real del territorio, pues nunca se pagó a México parte del dinero de esa supuesta cesión.” En Tierra roja se lee una escena en la cual, luego de haber sido impedido por órdenes del presidente Adolfo López Mateos de ir a defender a Cuba del ataque estadunidense en Playa Girón, Cárdenas se une a un mitin en la Plaza de la Constitución. Invitado a hablar por los jóvenes, llama a la unidad de los pueblos de Latinoamérica y del mundo ante la agresión a Cuba. ¿Podría México apelar a esa unidad, puesto que Trump afectará a toda Latinoamérica, y cuando ha dejado de ser el “hermano mayor”?, se le pregunta a Palou, quien ciertamente avizora momentos cruciales y difíciles para otros países. Cree por ejemplo que se cerrarán algunas de las puertas que Barack Obama abrió con Cuba. Frente a este panorama México debería preocuparse también por tener un buen embajador ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) y “ser la voz cantante contra el nuevo imperialismo norteamericano que la retórica de Trump anuncia”. Podría serlo, opina el escritor, siempre y cuando voltee a ver a sus hermanos latinoamericanos y establezca con ellos relaciones más fuertes política y comercialmente. Lo mismo debe hacer en la zona Asia-Pacífico y en Europa misma, que ya está viendo cómo hacer frente a Trump, y México “podría ser un aliado maravilloso por la vecindad con Estados Unidos”; por ello, insiste, urge replantear la política exterior y comercial de México, aunque duda que pueda hacerse con Luis Videgaray al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores pues parece más llamado a congraciarse con Trump. Etapa entreguista Recuerda que estando en Londres, donde se montó falsamente un Instituto Cultural de México que fue desmantelado a las pocas semanas, el fallecido escritor Carlos Fuentes advirtió que la política exterior de México era un patrimonio tan importante como Teotihuacán, para destacar que cuando el general Eduardo Hay fue secretario de Relaciones Exteriores de Cárdenas, coordinó a un grupo de gente “profundamente brillante” y convencida de que México tenía un importante papel en la escena internacional. –¿Cuándo comienza a declinar la utopía que estaba construyendo Cárdenas? Solemos creer que el Estado de bienestar social acabó con la llegada de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. –Sí, por eso me interesaban mucho los dos últimos capítulos. En el penúltimo hago que Manuel Ávila Camacho lea en voz alta la carta que le escribe Cárdenas a su sucesor y es muy simple, le dice casi como axioma: “No vayas a cederle el país a los Estados Unidos”. “El siguiente capítulo es 1961, cuando ya con López Mateos estamos absolutamente entregados a los norteamericanos. Es decir, para que haya ese credo de suelo y subsuelo del que hablamos, lo fundamental es la soberanía y la cedimos desde Ávila Camacho, pero sobre todo el sexenio crucial para mí que marca la destrucción del proyecto utópico y del inicio ramplón de la corrupción y de la élite en el poder es el alemanismo.” ¿Por qué entonces Cárdenas no dejó a Francisco J. Múgica como su sucesor? Es una pregunta constante. Se discute siempre, dice Palou, y responde que hacer esa cuestión es desconocer que Cárdenas fue un demócrata y deseaba que ningún presidente impusiera a un sucesor. El problema fue que Lombardo Toledano, Ávila Camacho y el entonces gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Valdés (quien había pactado antes con Estados Unidos el reconocimiento al gobierno sucesor) le dieron un madruguete, y con todas las fuerzas del partido impusieron a Ávila Camacho como el candidato oficial. Ávila Camacho “al menos”, como una especie de contrapeso, nombra a Cárdenas su secretario de Guerra, y es, narra Palou, cuando se convierte en el mejor expresidente de México porque evita que se instalen en Baja California y Quintana Roo sendas bases navales norteamericanas estilo Guantábamo. La destrucción del Estado cardenista, resume el autor, se completa con las reformas energética, laboral (él siempre tuvo un apego irrestricto a los derechos laborales) y educativa, que trastocan por completo la Constitución: “No hay que olvidar que Ayotzinapa forma parte de la normal rural, último bastión de la izquierda educativa. La primera vez que se cierra Ayotzinapa es precisamente en 1941 con Ávila Camacho y el pretexto es que los estudiantes quemaron una bandera, aunque después se sabe que fue mentira. Desde entonces hay un ataque constante a la normal como fenómeno de movilidad social y de adoctrinamiento de la educación socialista que el propio Cárdenas, Narciso Bassols y Moisés Sáenz, uno de los grandes educadores de los que hablamos poco en México, promovieron como la única posibilidad.” –Se cree que Cárdenas es sólo la expropiación petrolera, el reparto agrario, cuando logró tanto, y para sus detractores es el símbolo del corporativismo, del partido de Estado. ¿Hace falta conocerlo bien? –Absolutamente, cuando criticamos el clientelismo, el corporativismo, se nos olvida que no es Cárdenas, y lejos de promover el presidencialismo lo evitó, fue coherente en la sucesión al no imponer a Múgica, es el sistema posterior a Ávila Camacho el que utilizó a las organizaciones obreras y campesinas que Cárdenas había propuesto con otros fines. Destaca que además en sólo cuatro años y medio logró transformar al país, cuando tuvo primero que eliminar a Calles, y gobernar en medio de la Segunda Guerra Mundial. –¿Esa utopía podría volver a ser posible? –¡Definitivamente! Necesitamos un gobierno social demócrata de transición, que no se proponga a sí mismo como la solución sino como una etapa de transición y esté dispuesto a luchar por el cambio institucional y la reforma del Estado. Mientras esto no ocurra, vamos a seguir eligiendo no desde la democracia sino desde la partidocracia. “Tengo la esperanza profunda de que hemos tocado fondo y que los ciudadanos no estamos dispuestos a seguir pasando por alto las corrupciones y las inequidades de nuestros políticos, que basta de una vez por todas. Hay que cambiar el Estado, tener esa voluntad de hierro para hacerlo y sólo se puede hacer desde dentro, sólo lo puede a hacer un candidato dispuesto a encabezar un gobierno de transición, pensemos en un país distinto no entregado a Estados Unidos, pero tampoco a sus élites gobernantes.”

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