"Elle", una deliciosa comedia negra

viernes, 24 de febrero de 2017 · 11:57
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En su elegante domicilio parisino, Michèle Leblanc (Isabelle Huppert), directora de una compañía de videojuegos, sufre una violación por un tipo encubierto con un pasamontañas; en vez de llamar a la policía, continúa con sus actividades normales, dirigir con mano de hierro su negocio, frecuentar familia y amigos y, ahora, dedicarse a rastrar al agresor en un truculento juego del gato y el ratón. Al director holandes Paul Verhoeven le sedujo por completo la ausencia de psicología, por lo menos dentro del esquema convencional del género “mujer violada cobra venganza”, del protagonista de la novela de Philippe Djian “Oh…”: Elle: Abuso y seducción (Elle; Francia-Alemania-Bélgica, 2016) vende de entrada un boleto de crítica a la burguesía y sus falsas apariencias donde germina lentamente la psicopatía. La refinada escenificación, de buenas maneras, sobre la que se teje la intriga, parodia el estilo de Chabrol (Gracias por el chocolate, 2000, con Isabelle Huppert). Al público le correspondería explicar la conducta de esta mujer, de aspecto frágil, que se mueve como pez en el agua de la misoginia y pone en su lugar al macho más pintado. Un pavoroso antecedente en la adolescencia con su padre, una madre aficionada a comprar sexo con gigolós, podrían dar un tanto de razón, pero si el espectador cae en la trampa de explicar y justificar los motivos de esta Violette Nozière postmoderna (alusión a la cinta que dirigió Chabrol en 1978 con la joven Huppert), saldrá muy defraudado del cine, porque Verhoeven no busca la complicidad del espectador para denunciar a una clase ociosa, sino embaucarlo y jugar con sus fantasías. Ocurre que Elle es una película construida a base de engaños (trompe l’oeil) de principio a fin, tanto que después de pelar las capas de la cebolla es difícil saber si queda algo más allá del efecto sobre los ojos; por eso hay que marcar las claves que ofrece el director desde el arranque; Elle empieza con la violación, pero antes de recibir el impacto visual de Michèle en el suelo en medio de vidrios y adornos rotos, sólo se escuchan los ruidos y la violencia del acto sexual, a manera de escena primitiva donde el niño no distingue entre placer o dolor. Y Verhoeven, que hace cine como virtuoso, se lava las manos, la ambigüedad queda en la mente del público. Otra clave para entender al personaje que Isabelle Huppert actúa estupendamente en cada gesto y tono de voz, es que esta mujer, en el filo de la frigidez, que sabe revertir el juego del violador, y quizá hasta gozar con él, que se hace amante del esposo de su mejor amiga, manipula sin escrúpulos la relación de su esposo, y no sufre remordientos por el padre o la madre, es una mujer que no puede existir en la vida real. Esta Robocop que viste los elegantes diseños de Nathalie Raoul, habita el mismo universo de sus videojuegos. Última clave, la mejor, es que Elle es una deliciosa comedia negra que no se atreve a decir su nombre porque juega con los peores tabús, sin dejar de reivindicarlos, de la mujer en el poder.

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