'Lucia di Lammermoor” 2017, la presentación en Bellas Artes

jueves, 2 de marzo de 2017 · 18:00
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Con la conocida, bella y, para los cantantes, muy exigente ópera Lucia de Lammermoor de Gaetano Donizetti, iniciaron las representaciones operísticas de este año en Bellas Artes. Digo representaciones y no temporada porque de ésta nada se sabe. Es decir, a punto de culminar febrero, las autoridades no han dicho absolutamente nada al respecto y, por lo tanto, no sabemos siquiera si habrá un segundo y tercer títulos. Y si los hay, cuáles serán, cuándo se presentarán ni qué elencos intervendrán. En este sentido, muy oscuro se nos presenta el panorama. En contraposición, luminosa realmente se presentó la primera función de esta Lucía que con total autoridad podría escenificarse, con el mismo elenco, en cualquier teatro del mundo. La puesta en escena, absolutamente teatral, debida a Enrique Singer, es una permanente y continua recreación de la escuela flamenca de pintura y su influencia en otros grandes maestros de la época, por lo que cuadro tras cuadro, escena tras escena, se está (se siente estar) ante creaciones de Rembrandt, Van Dyck, y hasta en el célebre cuadro de El entierro del conde de Orgaz de El Greco. Bellísima puesta que, para serlo, contó con la auténtica complicidad de Philippe Amand en la escenografía y perfecto manejo de luces que crearon todas las diversas atmósferas requeridas, el vestuario de Estela Fagoaga, la coreografía y gestualidad de Antonio Salinas, y el maquillaje y peinados de Cinthia Muñoz, en una producción original del Teatro del Bicentenario. En esta puesta en escena casi perfecta donde Lucía sucumbe en medio de un inmenso mar de sangre, destaca un error garrafal que, como tal, no podemos soslayar. Raimondo, confesor de Lucía, aparece en el primer y segundo acto ataviado como dominico, y en el tercero, sin justificación ninguna, vestido como franciscano. ¿Cómo pudo escapárseles cuestión tan elemental si para aquellos entonces, finales del siglo XVIII, y en Escocia, se trataba de órdenes rivales? Musicalmente, bajo la batuta de Srba Dinic y la dirección coral de Luigi Taglioni, esta Lucía iniciática corrió con iguales merecimientos, encabezados en lo vocal por Ramón Vargas, quien regresa triunfal a nuestros escenarios; en plena madurez artística, con la claridad tímbrica de siempre, sólo que ahora un tanto embarnecido, producto de los años, y una línea de canto impecable, cualidades entre otras que lo llevaron, con el mismo papel de Edgardo de esta ópera, a sustituir a Pavarotti en nada menos que el MET de Nueva York; y a ser declarado, en Italia, mejor cantante del año. Señorío en lo vocal y actoral el mostrado por este tenor de auténticas luces. Digna alternante la soprano siberiana Irina Dubroskaya, de poderoso instrumento, suficientemente ligero para alcanzar los infames pero espectaculares gorjeos de la coloratura a las que Donizetti somete a la soprano que encarna Lucía, pero lo suficientemente lírico para aguantar y desarrollar el peso dramático de su nada sencillo rol. Esta sí es una de esas importaciones que se agradecen y merecen repetirse. Igualmente con merecimientos el resto del elenco aunque, claro, acusando aun novatez --efecto de su propia juventud--, pero llegarán el barítono Juan Carlos Heredia (Enrico), el tenor Leonardo Joel Sánchez (Lord Arthur), la mezzosoprano Gabriela Flores (Alisa), el tenor Gilberto Amaro (Normando), todos mexicanos, y el bajo venezolano Ernesto Morillo (Raimondo). Muy bien el coro y la orquesta bajo la precisa mano de Dinic. Estupendo inicio que, por serlo, deja un paquete para las próximas presentaciones, estaremos atentos.

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