De EU a Canadá huyendo de Trump

miércoles, 8 de marzo de 2017 · 10:13
Después del triunfo de Donald Trump se desató una oleada de migración de Estados Unidos a Canadá, integrada sobre todo por ciudadanos de naciones musulmanas que temen lo peor si se quedan en el primer país. Las leyes canadienses –efectivamente pensadas para proteger a los desplazados– han facilitado el fenómeno. Hasta el momento, los mexicanos no han engrosado las filas de esta oleada. MONTREAL (Proceso).- El poblado quebequense de Hemming­ford (a 70 kilómetros de Montreal) comparte con Mooers, Nueva York, un camino llamado Roxham. Una zanja poco profunda, una pequeña reja oxidada y un par de letreros fungen como los únicos elementos que indican el límite entre Estados Unidos y Canadá. Desde hace algunos meses, cientos de personas –un número considerablemente mayor al promedio– han ingresado ilegalmente a este último país a través de esta ruta. Son las nueve de la mañana del miércoles 1. Dos patrullas de la Policía Montada de Canadá se encuentran estacionadas a pocos metros de la zanja entre Hemming­ford y Mooers. De repente, un taxi se detiene del lado estadunidense de la frontera. Una mujer desciende del vehículo acompañada de tres niños. Agentes de migración de Estados Unidos llegan inmediatamente y le piden los pasaportes. Verifican que madre e hijos se encuentren en el país de manera legal. Luego del control migratorio, la mujer camina con sus pequeños mientras maniobra para sujetar, al mismo tiempo, sus pocas pertenencias. Agentes de la Policía Montada de Canadá le advierten que, si continúa, será detenida por ingresar ilegalmente al país. Responde que está consciente de la situación y que proviene de Sudán. Los agentes toman a los niños de la mano e informan a la madre que está oficialmente detenida, leyéndole enseguida sus derechos. Todo ha salido para ella de acuerdo con lo previsto. “La gente ha cruzado aquí desde hace años, aunque no en un número tan grande como desde hace unas semanas”, comenta a Proceso Pierre Sigouin, cuya casa está a unos 200 metros de la línea divisoria. Sigouin es un profesor jubilado con 20 años de residencia en Hemmingford. “Antes veíamos a individuos caminando por las calles con sus maletas. Ahora es distinto. La policía los detiene en cuanto ponen pie en Canadá”, agrega. Dice también que él y sus vecinos no se preocupan por la seguridad a raíz de esta actividad creciente en la frontera. Están al tanto de que esa gente sólo busca sentirse a salvo. Hakan (nombre ficticio) tiene 30 años y es originario de Turquía. Cruzó la frontera canadiense por Hemmingford a finales de febrero. Actualmente se encuentra alojado en una residencia de la organización cristiana YMCA, de Montreal, sitio donde pernoctan muchos de los solicitantes de refugio que no cuentan con familia en la ciudad o que carecen de recursos económicos para pagarse una morada. Accede a hablar unos minutos: “Volé de Estambul a Nueva York. Luego tomé un autobús y un taxi para llegar a los límites con Hemmingford. La policía me detuvo al cruzar la frontera”. La costumbre dicta que cuando una persona ingresa ilegalmente a otro país, su principal objetivo es no ser detectada por las autoridades. Pero la situación que se vive al pasar al lado canadiense de la frontera desde territorio estadunidense es distinta por una razón específica. Pocos meses después de los atentados del 11 de septiembre, ambos países firmaron un tratado llamado Acuerdo sobre Tercer País Seguro. En éste queda estipulada la imposibilidad de que un ciudadano no estadunidense solicite refugio en un puesto fronterizo canadiense debido a que podría hacerlo en Estados Unidos, considerado un país seguro. Sin embargo, si el individuo cruza la frontera de Canadá de forma ilegal, será detenido pero podrá tener una audiencia con un juez para pedir el estatus de refugiado, en virtud de la carta canadiense de derechos y libertades. Es por ello que las personas que cruzan la frontera bajo esta modalidad buscan ser detenidas. Una vez que la Policía Montada de Canadá realiza la detención, el individuo es conducido a un centro donde se le identificará e interrogará. En el caso de Hemmingford, el centro más cercano está a cuatro kilómetros, en la garita de Saint-Bernard-de-Lacolle. Posteriormente, la persona quedará en libertad y tendrá una fecha de audiencia con un juez para decidir su situación migratoria, teniendo que demostrar cabalmente que requiere de la protección del gobierno canadiense para obtener el estatus de refugiado. El cruce ilegal de la frontera canadiense desde Estados Unidos se ha presentado sobre todo en puntos de la Columbia Británica, Manitoba y Quebec, aunque la provincia francófona lidera las cifras, con Hemmingford como el paso más frecuentado. Durante los meses de la campaña a la Presidencia de Estados Unidos y luego de la victoria de Donald Trump, varios estadunidenses anunciaron su deseo de mudarse a Canadá. Este éxodo no se ha dado. Son más bien ciudadanos de otros países los que han atravesado la frontera de forma ilegal. De acuerdo con datos de la Agencia de Servicios Fronterizos de Canadá, en 2015 fueron presentadas 319 solicitudes de refugio en la Columbia Británica y 562 en 2016. En Manitoba, la cifra anual pasó de 285 a 515. Quebec es la provincia que ha presentado un mayor aumento: de mil 54 casos en 2015 a 2 mil 537 en 2016. Estas cifras tuvieron un incremento considerable a finales de 2016 y principios de 2017. Prueba de ello es que en diciembre de 2015, 20 personas cruzaron ilegalmente la frontera por dicha provincia y 305 lo hicieron en diciembre de 2016; en enero de 2016, 134 individuos pasaron hacia el norte, mientras que en enero de 2017 fueron 452. Camille Habel, portavoz de la Policía Montada de Canadá, informa a Proceso que la mayoría de las personas que han ingresado a territorio canadiense de forma ilegal en los últimos meses han viajado desde otros países a Estados Unidos, por medio de una visa de turista o de estudios, aunque con la intención de penetrar poco tiempo después en Canadá. También se han dado casos de gente que ha solicitado refugio a las autoridades estadunidenses, pero que decidió cruzar ilegalmente al lado canadiense antes de esperar el veredicto. Las personas que han atravesado la frontera en los últimos meses provienen principalmente de Somalia, Yemen, Siria, Sudán, Turquía y Eritrea. Apenas 20 minutos después de que la sudanesa pasara de Mooers a Hemmingford con sus hijos, otro taxi se detuvo en el lado estadunidense del camino Roxham. Un individuo de aproximadamente 50 años descendió del vehículo con pasaporte en mano. “Soy ciudadano sirio y necesito la protección del gobierno de Canadá”, gritó antes de ingresar a suelo canadiense. Los agentes de la Policía Montada lo arrestaron segundos después. Hakan comenta: “Decidí venir a Canadá por razones políticas. Es muy complicada la vida en mi país si uno se opone activamente al presidente Erdogan. Canadá era el destino que ansiaba. Buscar refugio en algunos países europeos o en Estados Unidos, ahora con Trump, no era una opción. Soy musulmán y la islamofobia ha aumentado terriblemente”. Muchas de las personas que se han adentrado ilegalmente en Canadá son ciudadanos de varios de los países que aparecen en la “lista negra” de Trump para vetar su entrada a Estados Unidos (decisión frenada por un juez). A su vez, las cifras de estos cruces han aumentado significativamente desde finales del año pasado, cuando el millonario ganó la presidencia. Camille Habel, portavoz de la Policía Montada de Canadá, dice que su institución no considera que exista una correlación entre estos hechos; que es muy pronto para sacar conclusiones, aunque se preparan para todo tipo de escenarios. La opinión de diversos organismos que trabajan directamente con refugiados va en otro sentido: mucha gente ha dejado de considerar a Estados Unidos un país seguro para solicitar refugio por las palabras y las acciones de Trump. El salvadoreño Miguel Arévalo dirige desde hace 15 años el Centro Scalabrini de Montreal, institución que brinda alojamiento y otros servicios a las personas que buscan refugio. Señala a esta revista que un número importante de individuos que han pernoctado en su centro decidieron cruzar la frontera a pesar de contar con familia en Estados Unidos, preocupados por el clima de intolerancia promovido por el nuevo presidente. A su vez, el Consejo Canadiense para los Refugiados expresó en enero, a través de un comunicado, que el número de estos cruces podría seguir aumentando conforme Trump vaya poniendo en marcha sus políticas migratorias. El caso de México Alejandro Estivill, cónsul general de México en Montreal, señala a Proceso que el consulado no ha registrado la llegada de mexicanos a Canadá a través de estos cruces irregulares. “No es una vía que los mexicanos estén utilizando. Hay que precisar que el convenio entre Estados Unidos y Canadá contempla que una persona proveniente de un país que no requiere visa de entrada a suelo canadiense puede solicitar refugio en los cruces fronterizos legales”, precisa. “Ahora bien, dentro de las campañas de información que se están realizando en nuestra red de consulados en Estados Unidos se mencionan las condiciones de migración a otros países y se habla de Canadá. Precisamos que Estados Unidos y Canadá tienen realidades y políticas migratorias muy distintas. Hay una serie de pasos legales para buscar vivir en Canadá, pero la gente debe estar bien enterada. En caso de solicitar refugio, deben presentarse elementos muy específicos que demuestren la necesidad de concederlo”, añade. El diplomático subraya que la vida en la clandestinidad en Canadá es mucho más compleja que en Estados Unidos, ya que la falta de documentación impide el acceso a un cúmulo de servicios y tareas cotidianas, además de que las asociaciones de mexicanos no están articuladas con el mismo vigor que en territorio estadunidense. Estivill comenta que desde diciembre pasado, a raíz de la eliminación de la visa canadiense para los mexicanos, las autoridades de aquella nación han informado de un leve incremento en las solicitudes de refugio por parte de ciudadanos mexicanos que llegan por vía aérea. “Los consulados no somos notificados de estas solicitudes; las autoridades canadienses presentan únicamente cifras agregadas. Sin embargo, vemos que no existe comparación con el gran número de peticiones de refugio que se dieron entre 2007 y 2009”, precisa. Arévalo cuenta que no tiene conocimiento de ciudadanos mexicanos que hayan cruzado la frontera canadiense de forma ilegal. Sin embargo, señala que familias colombianas y salvadoreñas pernoctaron en su centro luego de ingresar a Canadá desde Hemmingford hace varias semanas. Aunque en estos casos, precisa, se trató de personas que viajaron directamente desde sus países a Estados Unidos para cruzar enseguida a territorio canadiense. Críticas desde dos frentes El gobierno de Justin Trudeau ha recibido críticas sobre la gestión del flujo de migrantes que, sin papeles, llegan desde suelo estadunidense. Steven Blaney, diputado del Partido Conservador, ha expresado que el país necesita cerrar sus fronteras para impedir que algunos de estos individuos pongan en riesgo la seguridad nacional. A su vez, Jean-Pierre Fortin, presidente del sindicato de trabajadores aduanales, declaró a la cadena Radio-Canadá que en caso de que el gobierno federal no autorice la contratación de más agentes que vigilen la frontera, se puede enviar el mensaje de que ingresar a Canadá es empresa fácil. Desde una posición contraria, diputados del Nuevo Partido Democrático piden a Trudeau suspender el Acuerdo sobre Tercer País Seguro, para recibir a los solicitantes de refugio en los pasos fronterizos oficiales y disminuir así los riesgos para las personas que intentan esta aventura. Esta es una opinión compartida por organismos como el Consejo Canadiense para los Refugiados. Pese a que el cruce por Hemmingford no implica grandes peligros, la prensa canadiense ha documentado diversos casos, principalmente en Manitoba, en que los desplazados han debido caminar durante horas en la nieve sin vestimentas adecuadas. En este ambiente de señalamientos y apoyos, el pasado 20 de febrero el cabildo de Montreal aprobó por unanimidad una declaración que convierte a la metrópoli quebequense en ciudad santuario para las personas en situación migratoria irregular. A raíz de la ola de críticas, el pasado 27 de febrero Ahmed Hussen, ministro federal de Ciudadanía e Inmigración, explicó en televisión que hay que esperar más tiempo para saber si será necesario ajustar la gestión de este fenómeno. Hussen, él mismo un refugiado que llegó a Canadá a los 16 años procedente de Somalia, evitó en todo momento criticar las medidas migratorias del presidente Trump. Diversos analistas han mencionado que el número de personas que atraviesan ilegalmente la frontera puede incrementarse todavía más conforme el frío vaya desapareciendo. Asimismo, si Estados Unidos deja de ser un sitio seguro para miles de solicitantes de refugio por la severidad de las leyes de Trump, el acuerdo perdería una de sus justificaciones más importantes. “Patrullamos la zona las 24 horas. Debemos estar pendientes de estas personas que cruzan la frontera. Hay que hacer cumplir la ley y también garantizar su seguridad”, comenta uno de los agentes de la Policía Montada en Hemmingford. Habrá que ver más adelante si el termómetro, las políticas migratorias de Trump y la visión de Trudeau dictan otra cosa. Este reportaje se publicó en la edición 2105 de la revista Proceso del 5 de marzo de 2017.

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