La fuerza de la razón

sábado, 1 de abril de 2017 · 08:26
Hay muchas voces de consejo, pero pocas con visión. Woodrow Wilson CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Dos meses han bastado para demostrar que muchos de los exabruptos, tuits y órdenes ejecutivas de Donald Trump no llegan a convertirse en políticas públicas reales, sino que se quedan en meros desplantes disparatados. A pesar de que el megalómano mandatario actúa como un autócrata, no logra serlo del todo debido a que las leyes e instituciones de la democracia estadunidense se lo impiden. Ello no significa que el personaje deje de representar un peligro para el mundo, pero sí impone límites a su arbitrariedad. En el caso de la relación bilateral, eso implica que existe un espacio para hacer prevalecer el interés de México en la compleja relación con su poderoso vecino, a pesar de la asimetría y del locuaz ocupante de la Casa Blanca. La fuerza de la razón debe imponerse porque en muchos temas el beneficio ha sido mutuo y puede seguir siéndolo. Abundan los datos duros para demostrar la importancia de México para Estados Unidos y la conveniencia recíproca de mantener una relación de cooperación, no de confrontación, menos aun de sometimiento. Menciono algunos: -México es el segundo consumidor mundial de bienes estadunidenses (263 mil millones de dólares en 2015). Ese monto es superior a la suma de las exportaciones de Estados Unidos a China, Japón y Alemania. -El consumidor mexicano promedio compra 17 veces más productos estadunidenses que el consumidor chino promedio, y el doble de todos los compradores europeos de ese nivel. -México es el tercer proveedor más importante de Estados Unidos. -Muchos de los productos mexicanos que se exportan a Estados Unidos contienen 40% de valor agregado –trabajo y tecnología– estadunidense, trátese de automóviles o electrodomésticos. Es decir, cada dólar de las exportaciones mexicanas contiene 40 centavos de aportación norteamericana. -México y Estados Unidos no son sólo socios comerciales, sino que producen de manera conjunta multitud de productos. -El comercio bilateral se ha sextuplicado de 1993, cuando se ideó el Tratado de Libre Comercio, alcanzando una cifra de 584 mil millones de dólares en 2015, equivalentes a más de 1 millón de dólares por minuto. -Cinco millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con México. Uno de cada 29 empleos allá depende del comercio con nuestro país. Gracias al TLC las exportaciones agrícolas y de alimentos estadunidenses a México y Canadá se han cuadruplicado: de 8.9 mil millones de dólares en 1993 a 38.6 mil millones en 2015. Todo ello demuestra que la integración comercial de América del Norte es irreversible. La geografía y la historia han creado vínculos económicos que no pueden romperse por decreto. Más vale afianzarlos poniendo por delante el interés de México, sin menoscabo de promover la diversificación económica del país para evitar que la interdependencia comercial se convierta en dependencia a secas. Por tanto, para mantener la competitividad de Norteamérica en la economía mundial lo conveniente es actualizar el TLC, como lo propone Christopher Wilson en un estudio del Instituto de México del Wilson Center*, titulado Trazando una nueva ruta. Opciones de política pública para la nueva etapa de las relaciones Estados Unidos-México, dado a conocer el martes 21 en un seminario sobre la relación bilateral durante el gobierno de Trump. Cancelar el TLC, como inicialmente amenazó el demagogo del norte, aumentaría los precios y la inflación en Estados Unidos, además de elevar los costos de la industria en la región, poniendo en riesgo empleos y disminuyendo la competitividad. Como suele ocurrir, el mandatario matizó su amago diciendo que el tratado debería ser justo además de libre, lo cual deja la negociación en manos de su secretario de Comercio, Wilbur Ross, quien tiene ocho plantas automotrices en México y es partidario de estimular las exportaciones en lugar de limitar las importaciones. Sería positivo para ambos países incluir el comercio de productos digitales que no existían a principios de los noventa, aprovechar el comercio en línea y hacer más eficiente el cruce fronterizo para facilitar el transporte de productos, usando como ejemplo el CBX (el puente que conecta el aeropuerto de Tijuana con San Diego). Una renegociación inteligente del TLC abriría la posibilidad de impulsar una transformación de la economía mexicana para dejar de ser sólo proveedora de mano de obra barata, reforzar la manufactura de alto valor y destreza, como la aplicada en las industrias automotriz y aeroespacial, e ingresar de lleno en la economía del conocimiento. Ya no sólo construir productos, sino imaginarlos y diseñarlos. Alentar la participación del país en las industrias creativas significaría ascender hacia un nuevo estadio del desarrollo económico de México. Además de economía y comercio, el estudio del Wilson Center aborda otros temas tanto o más complejos y controvertidos de la agenda bilateral –seguridad, migración, energía y cambio climático–, con la idea de repensar la relación desde un enfoque “radicalmente distinto”, a fin de valorar los logros obtenidos en beneficio de las dos naciones durante las últimas dos décadas. De lo contrario –advierten los autores– el futuro de la relación bilateral se pondría en riesgo, dando lugar a un nacionalismo y hostilidad crecientes en ambos lados de la frontera, lo cual conduciría a una ruta incierta y peligrosa. Imposible hacer una glosa completa del estudio en este espacio. Recomiendo leer el documento completo en el portal del Wilson Center, no por estar de acuerdo con todo lo que ahí se expone, sino para sentar las bases de una discusión racional y para atender un llamado a la sensatez y el rigor analíticos, tan escasos al norte y al sur del río Bravo. *Por decisión de Donald Trump, ese centro apartidista de investigación dejará de recibir fondos federales, igual que otras instituciones culturales y sociales estadunidenses. Este análisis se publicó en la edición 2108 de la revista Proceso del 26 de marzo de 2017.

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