Restos de la actriz Margarita Isabel ya fueron cremados, confirma su hijo Mario Iván Martínez

lunes, 10 de abril de 2017 · 16:08
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los restos de la reconocida directora escénica y actriz Margarita Isabel, quien falleció este domingo en Cuernavaca, Morelos a la edad de 75 años, ya fueron cremados, informó su único hijo el también histrión Mario Iván Martínez. La actriz, quien también fue periodista y activista política, falleció a causa de complicaciones respiratorias ayer por la mañana en el Hospital Center de Cuernavaca, donde se encontraba internada. De acuerdo con comentarios de Mario Iván Martínez, no hubo servicios funerarios por voluntad de su madre y las cenizas están en su posesión. La última década, Margarita Isabel se retiró de la vida artística aunque también realizó algunas colaboraciones como actriz y productora de proyectos artísticos. Su nombre completo era Margarita Isabel Morales González. Nació el 25 de julio de 1943 y estudió con el célebre artista escénico Seki Sano (Japón, 1905-Ciudad de México, 1966) y cursó teatro en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Debutó en escena en el papel de Titania en una adaptación de Sueño de una noche de verano de William Shakespeare, bajo la dirección de José Sole en el Palacio de Bellas Artes. En el cine, entre sus películas más recordadas están Danzón (1991), Cronos (1993) y Como agua para chocolate (1992), en esta última al lado de su hijo Mario Iván Martínez. También en los años 60 fue locutora y productora para RTC, el Instituto del Consumidor y con el programa Ellas en el mundo. Realizó al menos 20 participaciones en telenovelas, entre las más recordadas: Cuna de lobos (1986), El pecado de Oyuki (1988), Teresa (1989), Valentina (1993), La madrastra (2005), y una participación especial en Soy tu dueña (2010) y para la serie Mujeres asesinas. Activista política, Margarita Isabel se consideraba de “izquierda”, y uno de los testimonios recogidos por Elena Poniatowska en el libro La noche de Tlatelolco (1971) sobre el 2 de octubre de 1968, fue uno sobre la actriz, mismo que se reproduce a continuación: “Nosotros decidimos recurrir a lo único que sabemos hacer: actuar. Dijimos: ‘Vamos a tratar de hacerle comprender a la gente qué es el Movimiento, qué quieren los estudiantes, cuáles son los seis puntos, vamos a demostrar que no son vándalos ni salvajes.’ ¿Cómo?: actuando. Desde el primer momento el grupo de Teatro de Bellas Artes decidió: ‘No nos podemos quedar con los brazos cruzados. Hay que hacerle publicidad al Movimiento.’ Entonces fuimos a La Lagunilla, a La Merced, a Jamaica, a todo ese tipo de mercados, además de organizar brigadas a plazas, parques públicos, dos o tres fábricas (eso sí, muy poquitas), cafés, fondas, y allí sin más ni más nos soltamos hablando con la gente. También en los camiones de pasajeros, en los tranvías, en los trolebuses, comenzábamos a hablar en voz alta, de modo que la gente nos oyera. Hacíamos “encuentros”, ¿ves?, happenings. Por ejemplo yo llegaba a un puesto de periódicos y pedía un periódico y al instante llegaba también una señora muy nice, muy burguesa con sus aretitos, su collarcito de perlitas, de esas que hacen su mercado cada quince días, y que no era sino otra compañera actriz. Ella tomaba un periódico del estante y decía en voz alta como tanta gente que comenta algo al comprar un periódico: –Estos locos estudiantes toda la vida haciendo nada más borlotes, miren nada más, y una que vive tan tranquila y tan pacíficamente en México sin meterse con nadie. A ver ¿qué es lo que quieren? Molestar, nada más. Mo-les-tar, eso es. Para mí que son comunistas, eso es lo que han de ser. Entonces yo, con mis botas y mi minifalda, me le ponía al brinco: –-Señora, me va usted a tener que aclarar qué es lo que está diciendo porque está diciendo estupideces, fíjese, ¿cómo la ve? Y yo alzaba la voz. Entonces ella me la alzaba más. Y yo la alzaba más aún hasta que acabábamos a gritos. Se empezaba a juntar la gente porque un pleito a todo el mundo le interesa, ¿no?, y además se ponía la cosa tan al rojo vivo que parecía que iba a haber cachetadas y de hecho llegó a haberlas. “Siempre al principio cundía el silencio en nuestro público, hasta que de repente, cuando menos lo sentían, empezaban a tomar parte y un señor decía: –Oiga señora, esta muchacha tiene razón, fíjese, tiene razón porque usted no conoce ni los seis puntos que están pidiendo los estudiantes. Son éstos y éstos y éstos y éstos... Y este señor no era actor ni nada. Pasaba por allí y se detuvo porque seguramente estaba también sufriendo en carne viva el problema estudiantil por equis razón. “Entonces dejábamos hablar al compañero, que no sabía que era nuestro compañero, y muchas veces los espontáneos que intervinieron estaban mucho más politizados que nosotros y hacían una labor mucho más eficaz. Casi siempre todo el mundo acababa a favor mío y a ‘la catrina’ le iba de la patada; la corrían, pinche vieja rota, sáquese de aquí, usted qué sabe, pinche rota, y la pobre actriz salía por piernas siempre. Resulta que en realidad ella pensaba como nosotros pero era la mártir del happening”. Margarita Isabel, actriz”

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