"Magid se equivocó, fue una profanación, algo abominable"

lunes, 24 de abril de 2017 · 10:21
La polémica en torno a la hechura del diamante con parte de las cenizas del arquitecto Luis Barragán comenzó en agosto del año pasado por una información de la revista The New Yorker. Desde entonces no ha cesado. Ha dividido a la familia del Premio Pritzker como contrariado a los intelectuales y artistas. El próximo 27 el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) abrirá una muestra de la estadunidense Jill Magid que incluye la pieza. En entrevista con este semanario, Adriana Williams, una de las herederas de Barragán para quien el asunto le genera repugnancia. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Cuando Adriana Williams, heredera de un 2% del legado de Luis Barragán, asistió al Instituto de Arte en San Francisco en septiembre del año pasado para ver la exposición de Jill Magid The Proposal, y observó en una pantalla las imágenes de cómo sacaban de la urna las cenizas del célebre arquitecto en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, sintió repugnancia. “Lo primero que vi fue el video de la profanación. Al ver y oír a los trabajadores con pico y pala invadiendo la lápida del arquitecto Luis Barragán me dieron náuseas y tuve que abandonar el salón. La artista Jill Magid ha dicho que aquel acto fue muy conmovedor. ¡Para mí fue algo abominable! “Tras el abrupto fin de mi visita, era tan fuerte la indignación que experimenté por el ultraje de esa obra acometida por Magid que no pude acercarme para decirle lo que pensaba. Consumó un acto de falta de respeto enorme a la persona y memoria del arquitecto. La artista no entendió quién era Luis Barragán, porque si lo hubiera conocido verdaderamente y querido como yo y México lo hemos admirado, jamás hubiera incurrido en semejante atropello.” Tres décadas de amistad Adriana Eller de Williams nació el 28 de octubre de 1933 en Nueva York. Coleccionista, llegó a poseer “unas 800 piezas de art nouveau” y de un amplio caleidoscopio de pintores mexicanos como Miguel El Chamaco Covarrubias, de quien fue biógrafa. “Tuve el honor de ser amiga de don Luis Barragán a lo largo de tres décadas”, expresa llena de orgullo. Si bien sufre problemas auditivos, se comunica en correcto castellano vía telefónica con Proceso desde San Francisco, California, donde radica, mientras prepara maletas para viajar el domingo 23 a la Ciudad de México con el fin de oír “lo que tenga que responder Jill Magid”, durante la inauguración de su exhibición en el auditorio del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) el jueves 27, a las 11 horas. “Soy nieta de Plutarco Elías Calles. Mi mamá, Artemisa, era la hija más joven del general y casó con un doctor norteamericano. Aunque he pasado mucho tiempo en México, siempre he vivido y fui educada en los Estados Unidos.” –Qué curioso que su abuelo Plutarco Elías Calles separó la Iglesia católica del Estado, y que Luis Barragán… –¡Y Barragán era católico, sí! No que fuera a misa todos los días, ni que practicara la religión católica a cada instante, cosa que usted ya debe saber. “Yo no soy católica. Solamente que ello no significa que comulgue con eso de profanar tumbas y apoderarse de restos en nombre de una supuesta libertad artística, para nada. Me bautizaron, mas no soy creyente de religión alguna.” Williams está de acuerdo en que los debates anunciados por el MUAC “van a ser muy interesantes, pues los temas giran en torno a legados artísticos”. Aunque invitada a participar en la primer mesa redonda, ella declinó y prefiere atender las conferencias discretamente entre el público. “Como artista, Jill Magid puede crear lo que más anhele; pero se equivocó en la forma y en la persona que escogió para presentar sus ideas sobre el asunto del legado de un artista. Personalmente, pienso que al arquitecto esto le habría causado horror porque no le gustaba hacerse publicidad alguna, era en extremo modesto. Además, defendía su derecho a la privacidad, protegía su vida íntima rotundamente. “Las acciones de Magid y toda la polémica alrededor lo hubieran mortificado de sobremanera. Asociar a Luis Barragán con un anillo de compromiso es un absurdo de mal gusto; eso de querer cambiar sus archivos de arte por un diamante, una piedra que a él no le atraía y le parecía una joya ostentosa, pues resulta ofensivo e inapropiado, para decir lo menos.” Relata que ella acompañó “a don Luis un fin de semana de 1980 en la cena de gala y a las magnas celebraciones” del Instituto Smithsoniano de Washington cuando le entregaron el Premio Pritzker de Arquitectura, a la par con Edmundo O’Gorman, Andrés Casillas y Raúl Ferrera (“Su socio lo hereda. La empresa de Luis Barragán no pierde el nombre”, Proceso 3/12/1988). “Luis no quería aceptarlo, por el terror que tenía de que el galardón fuese a trastocar su vida privada por completo. Era el segundo premio Pritzker, el primero para un mexicano, y tuvimos que convencerlo de lo importante que era recibirlo no sólo por él, sino por México. Entonces, lo que ha sucedido desde la profanación de su tumba es un asunto bastante vergonzoso para todos los que fuimos cercanos a Luis, quien se habría enfadado muchísimo… “¡Yo también estoy en contra! Y pienso que la UNAM no debió de arropar la exposición del anillo. Igualmente, tampoco entiendo cómo pudo mostrarse en el Instituto de Arte en San Francisco ni quién pagó todo, si les pagaron a las autoridades o a la familia del arquitecto, hay demasiados cabos sueltos… Francamente no lo entiendo y eso que he armado un vasto archivo con todas las informaciones publicadas al respecto.” Semanas antes de que la noticia de la sortija The Proposal saliera a la luz en The New Yorker (Proceso, 2076, 14/08/2016: “Profanación a Luis Barragán”) por la periodista Alice Gregory, ésta la entrevistó. “En julio de 2016 tuvimos una charla. Su artículo se editó en agosto, cuando yo estaba en Londres. A mi regreso lo leí e inmediatamente le mandé una carta al correo del lector en la revista criticando las acciones de Jill Magid; se publicó en el número del 19 de septiembre en el New Yorker. Ella había entrevistado a varias personas más, como Andrés Casillas y otros para hacer el artículo y a mí me habló de Jill Magid, pero nunca me dijo bien a bien de lo que se trataba. Así que al ver el artículo me quedé hondamente afectada y desde entonces estoy al tanto de todo lo que sucede con este feo affair.” –¿Cómo recibió la crítica esa exposición de Magid en San Francisco? –No se escribió gran cosa. Le dieron importancia, pero como el grupo alrededor del Art Institute de San Francisco había pagado el montaje de la obra, no la iban a criticar. A raíz del anillo han salido un montón de artículos más no sólo en México, sino aquí también, en Italia, y claro, en Suiza, por el Archivo Barragán que allá resguarda Federica Zanco. –¿Cómo conoció a Luis Barragán? –A través de unos amigos, en su casa. Como usted sabe, yo escribí un libro acerca de él y lo publiqué en edición de autora, hecha a mano, con 400 ejemplares numerados y firmados (Luis Barragán. An Inner Life Reflexions (“Reflexiones de una vida interior”). Lo presenté en la Casa Museo Barragán de México para conmemorar su centenario (2002), al mismo tiempo que Federica Zanco presentaba allá sus trabajos del archivo en la exposición de Luis Barragán, en el Palacio de Bellas Artes. Mi libro puede hallarlo en colecciones universitarias y de algunos museos. No se vendió al público. Los yerros de Medina Biógrafa de Miguel El chamaco Covarrubias, Adriana Williams escribió asimismo Covarrubias, Covarrubias In Bali, Miguel Covarrubias Sketches: Bali and Shanghai y Rosa Covarrubias: una Americana que amó México, con Carlos Monsiváis. –¿Sigue usted en contacto con la señora Federica Zanco? –Sí. Pero… yo no puedo hablar por ella. Búsquela usted, aunque déjeme decirle esto: Federica Zanco es una excelente investigadora que continúa cuidando la integridad del Archivo Barragán, organizando y catalogando todo el material con un rigor formidable. En una entrevista con el diario Informador de Jalisco, Pamela Echeverría, directora de Galería Labor y representante de Magid en México, declaró que el retiro de las cenizas fue autorizado por “los herederos directos” de Barragán (“les planteamos la idea de crear el diamante para ofrecerlo a cambio de que el acervo Barragán se abriera al público, pero fue la familia misma la que aceptó el retiro y nos propuso que el archivo se repatriara”). Empero, si bien los ocho que solicitaron permiso al director de Panteones del Ayuntamiento de Guadalajara eran parientes de Barragán y dijeron ser “únicos y legítimos familiares directos”, no todos eran herederos. Fue entonces cuando el 8 de febrero pasado, Adriana Weller, como heredera, unió su firma a la de Emma Rosa Barragán Flores (sobrina directa heredada con sus tres hermanas 1% cada una) para signar un comunicado, exigiendo: Se ofrezca una disculpa pública por parte de la Secretaria de Cultura [de Jalisco], Myriam Vachez; la presidenta de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán y la directora del Museo de Arte Zapopan sobre su actuación al apoyar a Jill Magid a profanar la tumba de Luis Barragán, descuidando las responsabilidades confiadas a las instituciones que dirigen y poniendo al Estado de Jalisco en una situación embarazosa tanto a nivel nacional como internacional. Los firmantes sumaron casi un centenar, destacando personalidades como Elena Poniatowska, Luis de Tavira, Juan Villoro, Héctor Bonilla, Sergio González Rodriguez (recientemente fallecido), Fernando González Gortázar, Felipe Leal, Enrique X. de Anda Alanís, Miquel Adrià, César Cervantes, Carmen Boullosa, los Pintado Barragán y miembros de la Orden de las Clarisas Capuchinas Sacramentales. Desde comienzos de 2016, el MUAC de la UNAM había acordado presentar a Jill Magid con la exposición que abre este 27 de abril, pero su curador Cuauhtémoc Medina guardó silencio y no la anunció. –¿Qué piensa de las declaraciones del curador de la muestra en el MUAC Una carta siempre llega a su destino. Los archivos Barragán? –Creo que carece de información fidedigna. Considero que las mesas redondas en general van a ponerse muy interesantes como he mencionado, siempre es importante discutir sobre legados artísticos; pero varias cosas que él ha manifestado a la prensa están totalmente equivocadas. Hay mucho misterio en cuanto a quién paga todo esto y a quién. Le repito: no lo entiendo. –¿Qué le gustaría que sucediera durante su visita a México? –El diamante debe reducirse a polvo y ser reintegrado a las cenizas del arquitecto. Hay que retirar el caballo de plata (que Magid realizó y colocó en la urna) me recuerda a las figuritas en el Pan de Muerto, no tiene por qué estar mezclado en sus cenizas. Reitero a sus lectores que la exhibición de Jill Magid es un insulto a la memoria de uno de los grandes artistas mexicanos del mundo: nuestro querido arquitecto Luis Barragán Morfín.” Esta entrevista se publicó en la edición 2112 de la revista Proceso del 23 de abril de 2017.

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