Una narrativa que nos "suspende"

lunes, 15 de mayo de 2017 · 11:09
Esta expresión, grata a Miguel de Cervantes, dice el doctor en Letras por la Universidad de Hamburgo, Alberto Vital, es perfecta para definir la narrativa de Juan Rulfo, de quien el próximo martes 16 se cumplen cien años de nacimiento. En esta conversación aborda diversos tópicos acerca de una obra que comenzó a estudiar desde su tesis El arriero en el Danubio: recepción de Juan Rulfo en el ámbito de la lengua alemana (1994). Noticias sobre Juan Rulfo. La biografía, también de su autoría, se presenta el mismo día en el Auditorio Dr. Jorge Carpizo de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, que dirige. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Leer a Juan Rulfo es un placer, dice el escritor e investigador Alberto Vital Díaz (Ciudad de México, 1958), especialista en la vida y obra del autor de Pedro Páramo y El llano en llamas, de quien este martes 16 de mayo se conmemora el centésimo aniversario de su nacimiento, en Sayula, Jalisco. No se necesitan más explicaciones para entender por qué: Rulfo es el narrador mexicano más leído tanto en el país como en el extranjero. Su obra se ha traducido a más de medio centenar de idiomas, desde que en 1958 Mariana Frenk decidió, por iniciativa propia, emprender la labor de verterlo al alemán. En el marco de las celebraciones por el centenario, Vital Díaz, actual coordinador de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), presentará el martes, en la sede de la Coordinación, la segunda edición de su libro Noticias sobre Juan Rulfo. La biografía, publicado por RM. Y un día después, el miércoles 24, lo hará en el Centro de Estudios Mexicanos de la Universidad en Madrid, España. Vía correo electrónico, el también doctor en Letras por la Universidad de Hamburgo, donde se graduó con la tesis El arriero en el Danubio: recepción de Juan Rulfo en el ámbito de la lengua alemana (1994), concede a Proceso la entrevista que a continuación se presenta: Clásico, innovador –Quizá parezca obvio, pero ¿por qué es importante recordar a Rulfo en su centenario, cuando además –como usted ha dicho– no es un autor de “éxito de librería”, sino que se vende permanentemente tanto en el país como en el extranjero, por lo cual no se podría hablar como suele decirse en este tipo de acontecimientos de “un rescate”? –Antes que nada, podemos recordar y celebrar a Juan Rulfo porque leerlo es un placer. Pertenece a la categoría de aquellos autores cuyos textos nos “suspenden”, para usar una expresión que le gustaba a Cervantes. ¿Por qué nos suspenden? Por varias razones. Una de ellas es que dejamos de hacer cualquier cosa que estemos haciendo con tal de leer un texto suyo que no conocíamos. La literatura, como todo arte, remite a algún tipo de placer, de gozo, de gusto. Los temas que trata Rulfo son universales porque tienen que ver con la condición humana. Ahora estoy trabajando en cómo argumentan los personajes de Rulfo; pues bien, razonan como todos nosotros, aunque ellos sean campesinos de Jalisco de principios del siglo XX y nosotros seamos citadinos de México o de Finlandia o de China del cuarto lustro del siglo XXI. “Otro aspecto más para escritores: una obra en verdad innovadora cambia la historia secreta de una disciplina artística porque aporta nuevos tonos, ritmos, sonoridades, tópicos, estrategias, motivos y motivaciones, estímulos, sugerencias: recursos frescos, en fin. Rulfo tiene muchísimo de eso. Hoy el escándalo ha suplantado a la innovación, y es urgente recordar que un verdadero clásico es un verdadero maestro e innovador.” –¿A qué se debe su permanencia? Hay situaciones que no han cambiado, como la desigualdad social, la pobreza, pero ante el avance de las ciudades, la migración campesina, el desarrollo tecnológico, ¿qué les dice Rulfo a las nuevas generaciones, a la gente de las grandes urbes, a los europeos? –Rulfo permanece por su valor estético en tanto que escritor y en tanto que fotógrafo. No necesita de promoción, aunque en estos tiempos tan llenos de cosas y de nombres y de obras tampoco está de más intensificar el recuerdo por alguna fecha simbólica. Rulfo permanecería aunque desaparecieran los problemas sociales y humanos que él expresó en sus obras. ¡Ojalá pudiéramos leerlo como la máxima expresión artística de una época que afortunadamente ya pasó en sus aristas negativas! Por otra parte, el desarrollo tecnológico cambia nuestras mentes y hábitos, pero hasta cierto punto; curiosamente, la brevedad e intensidad de la narrativa de Rulfo se adaptan bien a estos tiempos tan rápidos, tan exigentes. ¿Hoy tenemos menos tiempo para leer y más ofertas? Bueno: la obra de Rulfo nos da mucho en poco tiempo. ¿Y la fotografía? Por definición la fotografía está hecha para una mirada nerviosa e impaciente, aunque no estaría nada mal que nos detuviéramos un tiempo largo en cada foto de calidad, anónima o no. –¿En qué actividades del centenario participará, cuáles son las más relevantes y qué temas ha elegido? –Entre las actividades por el centenario, la Cátedra Extraordinaria Juan Rulfo, que presiden la Universidad Nacional Autónoma de México y la Fundación Juan Rulfo y de la que formo parte, organizan un coloquio de grandes especialistas, entre el 16 y el 19 de mayo. Se llevará a cabo en el ámbito universitario e incluirá la presentación de la segunda edición de la biografía Noticias sobre Juan Rulfo, de mi autoría. Estarán presentes académicos de prestigio, como Françoise Perus y José Pascual Buxó, José Carlos González Boixo y Rafael Vargas, Liliana Weinberg y Heriberto Yépez. Veremos una muestra de trabajo muy serio, ejemplo del que se realiza en diversos puntos del planeta en torno al escritor y fotógrafo. –¿Lo han invitado al extranjero con este mismo motivo? –El 24 de mayo presentaré la biografía en el Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM en Madrid, y en la Universidad Complutense daré una conferencia sobre dos ediciones de la obra de Rulfo y una biografía novelada, a partir de los conceptos de subjetividad, intersubjetividad y objetividad en el trabajo filológico. Jóvenes visiones En diciembre de 2011, en el marco de la XXV Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Vital participó en el encuentro académico “Miradas recíprocas. Literatura alemana y mexicana”, donde presentó la ponencia “Dos traducciones alemanas de Pedro Páramo”, resultado de un trabajo en el cual comparaba la traducción hecha por Mariana Frenk en 1958 y la de Dagmar Plöetz (Proceso, 1831). Se le pregunta ahora: –¿Ha seguido estudiando sobre las traducciones y la presencia de Rulfo en el extranjero? –Ya no he estudiado las traducciones. Pero sí hay un grupo de gente joven que ha estudiado a Rulfo en griego (Omar Álvarez), en inglés (Dylan Brenan), en japonés (Fukumi Nihira). Me parece una veta interesantísima porque en este siglo global la cultura puede ayudar mucho a la comprensión entre las personas de distintas lenguas. Todos sabemos que el inglés resuelve los temas inmediatos de diplomacia y comercio. Pero las comprensiones más profundas que permiten una mejor diplomacia y un mejor comercio pasan por un conocimiento a fondo de las respectivas lenguas. El análisis de la traducción de un clásico es un muy buen ejercicio de compenetración; deberían asistir no sólo especialistas en traducción o en literatura. Fujumi Nihira estará en el coloquio de este mayo. –La vida y obra de Rulfo han inspirado muchos estudios, análisis e investigaciones, tanto en México como en el extranjero. ¿Es el autor mexicano que más lo ha hecho?, ¿a qué se debe el interés? –Se da la ironía de que Rulfo, cuya vida fue muy discreta (se dedicó a leer, a escribir, a editar, a conversar, a sacar adelante a sus hijos), tenga ahora varias biografías y biografías noveladas y cronologías, mientras que un poeta, novelista y hombre de Estado intensísimo e interesantísimo como Jaime Torres Bodet no tenga ninguna. La razón es sencilla: ahora es fácil escribir sobre la vida de Rulfo porque varios estudiosos ya hemos ido extrayendo y publicando los documentos centrales. En cambio, para escribir sobre la vida de Torres Bodet habría que investigar a fondo por lo pronto en tres fuentes extraordinariamente ricas: las memorias y las demás obras del propio Torres Bodet (recién aparecidas en el Fondo de Cultura Económica en dos tomos y la Poesía Completa en uno, respectivamente), el archivo personal del autor (que resguarda el Archivo Histórico de la Universidad, muy bien ordenado) y el expediente del diplomático en el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Y faltan los archivos de la Secretaría de Educación Pública. Como ve usted, se trata de un trabajo enorme, pero muy necesario. Creo que fue el sarcástico Salvador Novo quien dijo que Torres Bodet no tenía vida, sino biografía; pues bien, ahora no tenemos ni la vida ni la biografía. No es justo. “Yo sugeriría que hubiera menos humo alrededor de Rulfo y más sustancia alrededor de Jaime Torres Bodet y de otras personas que construyeron lo mejor de este país. Por ejemplo, Joaquín D. Casasús es una figura fascinante, a la vez humanista y financiero. Conozco una biografía a cargo del Banco de México. ¿Y nosotros los humanistas? No hemos rescatado la poesía de Casasús, en el marco de una visión humanística para la construcción de las estructuras financieras mexicanas hace más de cien años. “Aun así, debo decir con toda claridad que siempre será bueno que se lea a Rulfo y se escriba sobre él con toda libertad, y que si hay desacuerdos con respecto a una visión o postura esos desacuerdos se expresen de manera a la vez clara y respetuosa. Las universidades son espacios idóneos para el debate de alto nivel; de hecho, las universidades tienen la obligación de permitir e incluso propiciar la libre expresión de las diferentes ideas. “En resumen, si acabo de decir que sería mejor que se escribiera más sobre Torres Bodet, es sólo porque pienso que ésa sería una tarea más desafiante, exigente e innovadora a estas alturas. En una de las últimas entrevistas a Carlos Monsiváis, publicada precisamente en Proceso, él en cambio pensaba que no había que escribir sobre Torres Bodet, sino sobre Gabriel Vargas, el gran autor de La familia Burrón; en cierto modo, se trataba de un énfasis para decir con mucha fuerza que los académicos no olvidáramos a Gabriel Vargas, esto es, a la cultura mediática popular, tan rica. A fin de cuentas se puede escribir sobre Juan Rulfo, Jaime Torres Bodet, Gabriel Vargas: en contraste radical con las dictaduras y los fundamentalismos, toda cultura se nutre de las diferencias y las diversidades.” Su propio mito –A usted lo invitó directamente Clara Aparicio para hacer la biografía, ¿cómo ocurrió ese episodio, por qué era usted cercano a la familia y cómo asumió ese reto? ¿Se siente satisfecho con las obras que ha publicado? –Doña Clara Aparicio de Rulfo me honró definitivamente al invitarme a escribir la biografía de su esposo. Eso ocurrió a mediados de 2000. Antes, a principios de año, habíamos hecho la edición de las cartas que le escribió él entre 1944 y 1952. El trabajo filológico fue grato, amable, espero que valioso. Yo había escrito mi tesis de maestría, Lenguaje y poder en Pedro Páramo (publicada en Conaculta en 1993), y El arriero en el Danubio. Recepción de Juan Rulfo en el ámbito de la lengua alemana (UNAM, 1994). En 1998 apareció en Conaculta un libro breve, Juan Rulfo, gracias a la invitación de Miguel Ángel Echegaray. Doña Clara y sus hijos consideraron que yo podría escribir la biografía de un hombre de libros como Rulfo. En 1999 la revista Los Murmullos publicó un texto mío donde hablé del valor de las biografías intelectuales, por encima de las biografías anecdóticas. El arquitecto Víctor Jiménez, director de la entonces flamante Fundación Juan Rulfo, fue el portavoz de la invitación a hacer la biografía. Me quedé un tanto pasmado con la responsabilidad que se me veía encima. –Tuvo acceso a los archivos, documentos, imágenes, en fin, ¿hay joyas, temas, nuevos abordajes por estudiar e investigar? Ha dicho usted, por ejemplo, que El gallo de oro no fue escrita para cine como se cree. (Al respecto, cabe mencionar que en Noticias sobre Juan Rulfo, Vital incluye como anexo una carta dirigida a la Fundación Guggenheim, el 21 de febrero de 1968, por Rulfo precisa (p.409): “Otra novela, El gallo de oro, escrita años más tarde, no fue publicada, pues antes de que pasara a la imprenta un productor cinematográfico se interesó en ella, desglosándola para adaptarla al cine. Dicha obra, al igual que las anteriores, no estaba escrita con esa finalidad. En resumen, no regresó a mis manos sino como script y ya no me fue fácil reconstruirla.”). Responde el investigador: –Tuve acceso a los archivos, sí. Fue una experiencia extraordinaria. En la edición de las cartas y en la biografía quise compartir un poco de esa experiencia. Me consta de primerísima mano que quien trabaja seriamente en torno al maestro Rulfo encuentra espacios abiertos para conocer esos archivos. La gente joven que participará en el coloquio (en la UNAM) es ejemplo de esto. Sí hay mucho por investigar, tanto en fuentes directas como en los documentos ya rescatados. –En sus archivos quizá esté también presente su papel como editor de libros de antropología, ¿cuál fue su aportación en este campo? ¿Tuvo relación estrecha con antropólogos como Gonzalo Aguirre Beltrán, Guillermo Bonfil o Rodolfo Stavenhagen, por citar algunos? –Rulfo disfrutaba conversar con ellos, sí. En el volumen Juan Rulfo-Jorge Luis Borges. A treinta años de ausencia (actualmente en dictamen) hay un texto de Víctor Jiménez sobre el Rulfo cotidiano en aquellas épocas del Instituto Nacional Indigenista, entre 1962 y 1986, que coinciden con las grandes épocas vanguardistas, el 68, nuevas librerías en la ciudad, las escasas pero apreciadas cafeterías, en fin. Se sabe que Rulfo conversaba mejor con antropólogos e historiadores que con estudiosos de la literatura y que con muchos literatos. –Finalmente, ¿me puede decir por qué Rulfo cambió el nombre de Tuxcacuesco por el de Comala en Pedro Páramo? Y ¿por qué decía que era de San Gabriel y no de Sayula? –Rulfo cambió el nombre de Tuxcacuesco por el de Comala porque así delataba o confirmaba que su novela no es autobiográfica, sino poética, mítica. Otro ejemplo: “Luvina” empieza así: “De los cerros altos del sur el de Luvina es el más alto y el más pedregoso.” Como en Borges, el sur es un espacio mítico: es el espacio donde ocurren experiencias (Borges las llamó “metáforas”) esenciales del ser humano. Si Rulfo hubiera escrito: “De los cerros altos del sur, el de San Juan Luvina, Oaxaca, es el más alto y el más pedregoso”, habría delatado una visión antropológica, histórica, geográfica, y no literaria. En ese caso, sí se podría verificar si lo que escribió es cierto, esto es, si en la región de San Juan Luvina hay cerros y si son pedregosos, etcétera. “La literatura jamás depende del eje verdad-mentira, sino de ejes como realidad-mito, entre otros. En cambio, como persona podía decir mentiras con toda intención para jugar con sus entrevistadores o bien para construirse a sí mismo simbólicamente, como lo hacemos todos de una manera o de otra: mi hipótesis es que él hubiera querido nacer en Apulco (no tanto en San Gabriel) porque era la pequeña villa de sus abuelos maternos y de su madre. La tuvieron que abandonar por culpa de la violencia: Sayula ofrecía un poco más de seguridad. En síntesis, ya antes de nacer Rulfo fue una especie de micro-migrante interno debido a la búsqueda de seguridad: sus padres se desplazaron unos treinta kilómetros para que él naciera. En una línea virtual de vida, Rulfo sí nació en Apulco. Y si alguna vez dijo que nació en San Gabriel, pues también nació en San Gabriel. Para el humilde biógrafo y el humilde historiador, Juan Pérez Rulfo Vizcaíno nació en Sayula, Jalisco, el 16 de mayo de 1917. Sus padres fueron Juan Nepomuceno Pérez Rulfo y María Vizcaíno Arias, vecinos de la localidad…” Esta entrevista se publicó en la edición 2115 de la revista Proceso del 14 de mayo de 2017.

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