De vueltas de trompo

miércoles, 17 de mayo de 2017 · 19:55
OAXACA, Oax. (Proceso).- Ahora que celebro mis 77 años, que son más de 20 mil vueltas que ha dado la tierra sobre su propio eje, 77 alrededor del sol, han transcurrido 924 meses y aproximadamente 4 mil semanas, he dado vueltas como un trompo. Existe un texto de Franz Kafka titulado, “El trompo”, ahí menciona a un látigo torpe, lo relaciono con la cuerda torpe que me lanzó a mí y ya se me están acabando las vueltas. Al recordar el texto de, “El trompo” hice un autorretrato donde aparece mi rostro en un trompo, inspirado en el texto de Kafka, la siguiente colaboración gira en torno a ese cuento y a las vueltas que he dado alrededor del sol. Además de esta pieza, actualmente expongo en el IAGO una serie de autorretratos elaborados en distintas técnicas, entre ellas óleos de reciente creación. Antes de ir a París, en los años 60 del siglo pasado, había leído La metamorfosis traducida por Jorge Luis Borges, seguramente el galerista Antonio Souza me la recomendó, al estar en Europa fui leyendo más acerca de Kafka. Comparto otros textos de Franz Kafka, en uno se habla de un huevo y un ave, lo seleccioné porque éste lo ilustré en el año de 1987, en la litografía “La Gallina y la mesa”. El texto donde aborda que todo hombre lleva adentro una habitación, me recordó una obra de Marc Chagall y quise compartirla, yo hice una donde metí al hombre dentro de la casa. Existe una lista de filósofos que se interesaron en este juego, en los giros y el movimiento, uno de ellos es Platón, por ello también seleccioné un texto de él, que quizá Kafka lo leyó y se inspiró para hacer “El trompo”. [caption id="attachment_486916" align="aligncenter" width="702"]Obra de Chagall, tomada del libro: "My Life - My Dream". Obra de Chagall, tomada del libro: "My Life - My Dream".[/caption] * * * EL TROMPO Un filósofo solía frecuentar los lugares donde jugaban los niños. Y cuando veía a un chico con un trompo, se ponía en acecho. Apenas estaba el trompo en movimiento, el filósofo lo perseguía para atraparlo. Que los niños hicieran bulla y procurasen alejarlo de su juego lo tenía sin cuidado, y era feliz teniéndolo prisionero mientras giraba, pero esto duraba sólo un instante, entonces lo arrojaba al suelo y se marchaba. Creía, en efecto, que el conocimiento de cualquier minucia, como por ejemplo un trompo que giraba sobre sí mismo, bastaba para alcanzar el conocimiento de lo general. De ahí que se desentendiera de los grandes problemas, que no le parecían económicos. Conocida realmente la minucia más insignificante, era conocido el todo, por lo cual se ocupaba tan sólo en el trompo semoviente. Y cuando se hacían los preparativos para hacer girar el trompo, tenía siempre la esperanza de que todo saliera bien y, si el trompo giraba, en medio de las carreras sin aliento, su esperanza se tornaba en certeza, pero cuando se quedaba con el tonto trozo de madera en la mano, se sentía mal, y el griterío de los niños, que hasta entonces no oyera y que ahora, de súbito, le atronaba los oídos, lo echaba fuera de allí, y se tambaleaba como un trompo bajo un látigo torpe. ________________________ (Traducción de Alfredo Pippig) [caption id="attachment_486915" align="aligncenter" width="702"]De vueltas de trompo, por Toledo. De vueltas de trompo, por Toledo. [/caption] * * * Todo hombre lleva adentro una habitación. Se puede comprobar este hecho incluso acústicamente. Cuando alguien anda de paso ligero y se escucha con atención, de noche tal vez, cuando todo está en silencio, se oye por ejemplo el tintineo de un espejo mal afianzado en la pared. [caption id="attachment_486914" align="aligncenter" width="702"]De vueltas de trompo, por Toledo. De vueltas de trompo, por Toledo. [/caption] * * * Al regresar por la noche a casa, encontré en el centro de la habitación un huevo grande, grandísimo. Era casi tan alto como la mesa y ancho en la misma proporción. Se balanceaba silenciosamente de un lado a otro. Intrigado, cogí el huevo entre las piernas y lo corté cuidadosamente por la mitad con la navaja. Estaba ya incubado. La cáscara se arrugó y se separó y del interior salió un pájaro semejante a una cigüeña, sin plumas aún y batiendo el aire con las alas demasiado cortas. “¿Qué quieres en nuestro mundo?”, tenía yo ganas de preguntar, me agaché delante del pájaro y le miré a los ojos, que temblaban de miedo. Pero él se apartó de mí, dando saltitos a lo largo de la pared y medio revoloteando como si tuviera las patas lastimadas. “Tenemos que ayudarnos unos a otros”, pensé, saqué mi cena del paquete e hice una señal al pájaro, que estaba enfrente metiendo el pico entre mis pocos libros. Enseguida vino hacia mí, se posó sobre una silla, por lo visto habituado ya un poco a aquello, con respiración sibilante empezó a olisquear las rodajas de embutido que yo le había puesto delante, pero sólo las ensartaba en el pico y las volvía a tirar al suelo. “Un error” –pensé–, claro, no sale uno del huevo para ponerse acto continuo a comer embutidos. [caption id="attachment_486913" align="aligncenter" width="702"]De vueltas de trompo, por Toledo. De vueltas de trompo, por Toledo. [/caption] “Aquí vendría bien el sentido práctico de una mujer”. Y lo miraba fijamente intentando adivinar desde fuera lo que deseaba comer. “Si procede de la familia de las cigüeñas –se me ocurrió a continuación–, entonces seguro que le gustarán los peces. Bueno, estoy dispuesto incluso a buscarle pescado. Pero no gratis. Mis recursos no me permiten mantener un ave doméstica. De modo que si yo llevo a cabo tales sacrificios, quiero a cambio un servicio equivalente, un servicio que también ayude a vivir. Es una cigüeña, así, cuando haya alcanzado su tamaño normal, alimentada por mis peces, que me lleve con ella a tierras meridionales. Ya hace muchísimo tiempo que tengo vivos deseos de viajar allí, y sólo por carecer de alas de cigüeña no lo he hecho”. Al momento busqué papel y tintero, metí dentro el pico del pájaro y, sin que él opusiera la menor resistencia, escribí lo siguiente: “Yo, pájaro de la especie de las cigüeñas, me comprometo, caso de que me alimentes con peces, ranas y gusanos (estos dos últimos alimentos los añado por parecerme pertinente) hasta que empiece a volar, a llevarte sobre mi espalda a los países meridionales”. Luego limpié el pico y otra vez le puse al animal el papel delante de los ojos, antes de doblarlo y meterlo en mi cartera. Pero luego corrí enseguida en busca de pescado; esta vez tuve que pagar un precio alto, pero el comerciante me prometió que pronto me tendría siempre preparado a bajo precio pescado podrido y muchos gusanos. Tal vez no fuese tan caro el viaje al sur. Y me hacía ilusión ver cómo le gustaba al pájaro lo que yo le había traído. Gorgoteando al tragar, engullía los peces, que iban llenando el vientrecillo rojizo. Día tras día, de un modo incomparable a las crías humanas, el pájaro hacía progresos en su desarrollo. Si bien es cierto que aquel insoportable olor a pescado podrido ya no desaparecía de mi habitación y que no siempre era fácil encontrar y eliminar la porquería del pájaro, y que el frío del invierno y la carestía del carbón impedían ventilar más de lo normal, como lo exigía la situación…, eso que importaba, cuando llegara la primavera yo nadaría en el éter en dirección al radiante sur. Las alas crecían, se iban cubriendo de plumas, los músculos se robustecían, era hora de empezar con los ejercicios de vuelo. Por desgracia no había cigüeña madre, si el pájaro no hubiera sido tan dócil, no habían bastado mis clases. Pero por lo visto él se dio cuenta de que tenía que compensar las deficiencias de mi capacidad didáctica escuchando atentísimamente y poniendo el máximo empeño. Empezamos planeando. Yo subí, él me siguió, yo salté con los brazos abiertos, él aleteó detrás. Después fuimos a la mesa y finalmente al armario, pero siempre repetíamos sistemáticamente muchas veces todos los vuelos. ________________________ * Franz Kafka. [caption id="attachment_486912" align="aligncenter" width="702"]De vueltas de trompo, por Toledo. De vueltas de trompo, por Toledo. [/caption] * * * El mito del “Político”. Está organizado de acuerdo con un tema cósmico y un tema antropológico, que Platón nos presenta como un juego de niños. Unas veces Dios conduce el mundo imprimiéndole una rotación directa, otras lo deja ir, y el mundo gira entonces sobre sí mismo pero en sentido contrario; Dios lo vuelve a tomar y lo lanza de nuevo, lo deja ir otra vez, y así sucesivamente. P.-M. Schuhl ha ilustrado muy claramente ese mecanismo: tomemos un aparato suspendido por un hilo y que repose sobre una base muy pequeña, hagámoslo girar rotando en el sentido de las manecillas del reloj, el hilo se tuerce sobre sí mismo; si soltamos el aparato, el hilo se destuerce y gira rotando en sentido inverso a las manecillas del reloj. ________________________ * Del libro, ¿Qué sé? Platón y la academia de Jean Brun.

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