Caso Javier Valdez: El día que nos rompieron el corazón

sábado, 20 de mayo de 2017 · 20:02
El título del presente texto es el que Ríodoce pone a su nota principal, en la que se narran los últimos minutos de la vida de Javier Valdez Cárdenas, quien fue arteramente asesinado el lunes 15 en Culiacán, Sinaloa. Dolorosa, emotiva, esta crónica que el semanario sinaloense comparte con Proceso habla de la incredulidad, el pasmo y la desazón que invadieron a los trabajadores de ese medio independiente y crítico. Como un homenaje a su cofundador, Ríodoce decidió firmar con el nombre de su compañero los trabajos que se publican en la edición de este domingo 21. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El día que lo mataron, Javier Valdez salió de las oficinas de Ríodoce a las 11:56 horas para nunca más volver. Óscar, el administrador de la página web, recuerda la hora porque iba a recoger a su hijo a la escuela, pero justo antes de salir recibió un Whatsapp de su mujer diciéndole que no fuera, porque ella “ya lo había recogido”. Se detuvo en seco en la entrada, y fue cuando se topó con Javier, quien ya iba de salida. “Que Dios me bendiga”, dijo Javier antes de partir. Era su acostumbrada forma de despedirse. Todavía Óscar le reviró: “Y que además te agarre confesado”. Javier sonrió levemente, abrió la puerta de salida y se marchó. Óscar, junto a la recepcionista, el reportero Aarón Ibarra y la contadora, miraron la figura pesada de Javier perderse tras la puerta mientras ellos continuaron bromeando con unas fotos que minutos antes se habían tomado con el sombrero de Javier. No habían pasado cinco minutos cuando una vecina del edificio entró, desesperada, diciendo que habían balaceado a uno de los compañeros. Óscar, Aarón, Nallely y Maricruz parecieron confundidos y por inercia se miraron unos a otros. La mujer insistió: “¡Al del carrito rojo… al señor del sombrero… lo acaban de matar allá afuera!”, gritó. Los caminos solos A las 12:05 Ismael Bojórquez, director de Ríodoce, manejaba de sur a norte por la calle Vicente Riva Palacio rumbo a las oficinas del periódico. Antes de cruzar la calle Epitacio Osuna miró el cuerpo de un hombre que estaba tirado en medio de la calle mientras dos curiosos observaban el cuerpo. Confundido, Bojórquez aminoró la velocidad, hasta que a unos 20 metros antes de llegar a donde estaba el cuerpo, se detuvo a preguntar si lo habían atropellado. Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2116, ya en circulación

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