"Ana y Bruno", marca el retorno de Carrera

jueves, 30 de agosto de 2018 · 12:14
Diez años tardó el director mexicano Carlos Carrera en concluir Ana y Bruno, su primer largometraje de animación y cuyo estreno en nuestro país se programó para este viernes 31 de agosto. Triunfador en Cannes con su impactante corto de dibujos animados El héroe (1994), Carrera expone en esta entrevista realizada en junio del 2017, las difíciles condiciones que imperan en el cine nacional para la animación. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Carlos Carrera, ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes (1994) por su cortometraje de animación El héroe, logra su primer largometraje en esa técnica, Ana y Bruno, en el cual laboró alrededor de una década. “La animación fue mi entrada al cine, fue lo primero que vi y es lo que siempre quise hacer. Afortunadamente ya se me hizo crear una cinta larga de dibujos animados. Es como un territorio muy libre para proyectar directamente de la imaginación a una imagen”, enfatiza contento a Proceso. El filme de una hora 35 minutos 19 segundos y en 3D estereoscópico se estrenó a nivel mundial en la 41 edición del Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy (Francia). Se exhibió, fuera de competencia, en junio de 2017 en el Cine Pathe Pathe; aunque Carrera –también realizador de El crimen del padre Amaro (2002), considerada una de la cintas mexicanas más taquilleras y postulada al Óscar– no pudo asistir a ese festival, estimado como uno de los más importantes del género en el mundo. Ana y Bruno se terminó en marzo del 2016. Se estrena dos años y medio después. Entrevistado en junio del 2017 respondió: “Es muy desesperante porque desde hace un año está la película y es como si no existiera, pero ya va a acabar la espera.” [caption id="attachment_549474" align="alignnone" width="1200"]Carlos Carrera. Foto: Carlos Enciso Carlos Carrera. Foto: Carlos Enciso[/caption] Carrera manifiesta que es una historia de familia. Trata de Ana, una niña de nueve años, quien llega con su mamá a un lugar aislado en la playa con la finalidad de descansar y conocer el mar. Allí conoce a personajes fantásticos, extraños y divertidos, con quienes hace amistad. La pequeña, tras darse cuenta que habían sido internadas, decide escapar de la clínica psiquiátrica. Cuenta con las voces de Damián Alcázar, Héctor Bonilla, Daniel Carrera Pasternac, Marina de Tavira, Galia Mayer, Silverio Palacios y Regina Orozco, entre otras. El filme está basado en la novela Ana de Daniel Emil, quien también es el guionista, con adaptaciones de Flavio González Mello. Producido por Lo Coloco Films, de Pablo Baksht; Anima Estudios, de Fernando de Fuentes; Itaca Films, de José Carlos García de Letona; Altavista Films, de Alex García y Mónica Lozano. “Esperemos que salgan cosas buenas luego de la proyección en este festival, con más posibilidades de producir nuevas cosas y ofertas de distribución. En México la distribución es muy complicada, por lo que la productora busca estrenar Ana y Bruno en buenas condiciones, las más favorables”, expresa Carrera.

La lucha fue ardua

Recuerda que la idea inició hacia 2006. “Con este largometraje conseguí lo que siempre había querido realizar. Empecé creando primero animación, después seguí el camino de la ficción con actores, la cual me gustó y me quedé ahí un rato, porque había pocas posibilidades de elaborar largos de animación en México.” Finalmente, después de muchos años, el productor Pablo Baksht se entusiasmó con la idea de hacer un cine de animación distinto al que se trabajaba en el cine industrial mexicano “y le apostó a una locura”, dice Carlos Carrera. Ánima Estudios y Huevocartoon empezaron “poco a poco”, primero con series y luego largometrajes, usando técnica “muy tranquila” económicamente. “Pero nunca se había tratado de levantar un proyecto con grandes dimensiones para lograr competir con películas que se realizan en otros países. Iniciamos con Los ladrones de almas, y de repente Pablo Baksht encontró este relato de Ana y Bruno, me lo mostró, me lo compartió, y decidimos que éste iba a ser el primer largometraje. Pensamos que nos íbamos a tardar cerca de tres años en terminarlo.” Duró más: la producción inició en el 2009 concluyó hasta 2016. Aclara que esos siete años tuvieron lapsos: “De ese tiempo, hubo como dos en los que paramos por falta de recursos. Nos enfrentamos a problemas económicos. La verdad, la película se llevó sólo como cuatro años y medio de trabajo continuo. Yo no sabía nada de animación 3D, en el camino fui aprendiendo y algunas secuencias yo las realicé a mano. En ese momento, efectuamos una búsqueda por todos los estudios de animadores talentosos y finalmente logramos armar un equipo extraordinario; desafortunadamente ya casi todo mundo vive en el extranjero, en Alemania, Japón, en fin.” Empezaron 40 personas y al final fueron 400. Asegura que “fue un trabajo muy largo de postproducción, pero finalmente se consiguió”. La primera etapa (“la más creativa de la película”) se efectuó en México con artistas del país, y cuando se acabó el dinero surgió otro esquema de producción: “Muchos de los procesos del final de la cinta se forjaron en la India. El sonido se efectuó en Argentina”. –¿Por qué terminó Ana y Bruno en la India? –Porque una empresa productora no confió en los animadores mexicanos y al final no fue ni más barato, ni de mejor calidad, ni más rápido. Lo que pasa es que era un proyecto muy complicado y también en la India se fue de presupuesto. Ya el último año, en lugar de dirigir, estaba como de supervisor de control de calidad; de repente hacían un archivo de un modo y ya lo tenían, entonces hacían una versión en HD para que lo probáramos y luego en 4K que descomponía todo, era una pesadilla, fue larguisísimo. El presupuesto para Ana y Bruno suma ocho millones de dólares, revela, y argumenta enseguida que “suena mucho dinero”, pero no si se le compara con las producciones de ese tipo en otros lados que “cuestan 50 millones de dólares para arriba”. Tranquilo y seguro, destaca: “Lo gastado en este largometraje es una verdadera ganga, ¡es baratísimo. Las películas de animación no necesariamente tienen que ser caras; de hecho, ya no me vuelvo a meter en una cosa de 3D donde hay que modelar todo, se puede resolver de otra forma desde la concepción. “La animación no es un problema de dinero, las películas en este género nominadas al Óscar como La tortuga roja (la cual se estrenó en México en junio de 2017), de Michaël Dudok de Wit, sí es un poco más cara; pero la de la Suiza, La vida de Calabacín, de Claude Barras, es menos costosa y una maravilla. Entonces sí hay manera, lo que pasa es que en México no han surgido más estudios con otros criterios para hacer cosas distintas, existen muy pocos.” E intenta dejar de soñar con películas “que cuesten cien millones de dólares porque aquí no lo vamos a lograr”. Sigue positivo, pero realista: “Existen muchos ejemplos de otro tipo de animación, y creo que con toda la riqueza plástica que existe en México sí se debe buscar otro camino ya que contamos con talento, sin tecnología ni dinero para mejorar costosas cintas. La cosa está en las historias, los contenidos deben ser muy buenos. “La industria de la animación japonesa es poderosísima y tiene una gran influencia cultural en su país. Ahí no podemos competir… Aquí en México es muy marginal la presencia de la animación, y está bien como negocio, pero faltan más opciones. Además, esto va ligado a la misma situación del cine mexicano donde hay una gran variedad de propuestas, aunque pocas llegan al público masivo.” Al cuestionarle entonces cuáles son los mayores retos que enfrentó, exterioriza sin pensarlo: “El tiempo, la paciencia y conseguir el dinero. Bueno, es el reto de todos los proyectos cinematográficos”.

México, talento mal pagado

Carrera, nacido el 18 de agosto de 1962 en la Ciudad de México, analiza la dura situación de la animación de nuestro país: “Existen muchos cortometrajes de animación, hay ejemplos maravillosos, pero es como si hubiera dos mundos de la animación en México: el independiente, donde se hacen los cortos en muy distintas técnicas y estéticas, no hay 3D, son 2D pero son más originales, y vemos la animación industrial que son de Ánima Estudio y Huevocartoon y ya. Y hay otro estudio que ha tenido mucho éxito industrial haciendo películas como de bajo costo, pero mantiene una obsesión con ciertas historias y poca cabida para diferentes relatos.” –Dice que con Ana y Bruno al principio formó un equipo extraordinario, pero muchos se fueron del país… –En México no hay oportunidades de trabajo, porque es una profesión muy especializada y no está bien pagada. En otras naciones la animación es una industria más sana, con más ofertas de trabajo, Así es nuestra realidad, muy triste, el presupuesto es muy reducido comparado con lo que cuestan este tipo de proyectos en el extranjero. Viven muy felices en Alemania o Australia o Canadá o Japón con un trabajo mejor pagado que aquí. –¿Por qué la animación en México no se desarrolla más? –Es un misterio… Hay otro estudio, Cadereyta Films, que concibió La increíble historia del niño de piedra (2015) enfocada a los niños más pequeños, y fue un tipo de animación diferente. “Sí hay propuestas, el problema es que no puede uno llegar con un señor que se dedica a hacer dinero en México y decirle: ‘Invierte tres millones de dólares, démelos para que haga mi historia! ¡Mire qué bonita está, están padrísimos los monitos, y dentro de cuatro años si se estrena bien puede haber ganancias!’ No hay empresario mexicano que le entre a este negocio; no lo entienden, pueden hacer otras mil cosas en lugar de arriesgar su dinero para esto.” Subraya preocupado: “Yo creo que sería muy buen negocio, pero nadie lo hace. Fue lo que nos pasó. No quería entrarle nadie. Los que sí vieron una buena posibilidad fueron los de Anima Estudios.” –¿A qué se refiere cuando dice que están esperando las condiciones para que Ana y Bruno sea estrenada? –Ha habido muchas ofertas, hay muchos distribuidores que la quieren, pero como en un paquete estándar de distribución y que incluye la sala y el streaming (colocar contenido multimedia en internet), entonces la productora está viendo cómo sacarla con mejores condiciones, como las industriales. –¿Fue una mala decisión que se terminara en la India? –Salió un poquito más caro. Eso yo no lo decidí, sino la productora. –¿Qué necesita un guión de animación? –Normalmente los guiones de animación son aquellos que cuentan asuntos que no se pueden ofrecer en una ficción con actores, por su síntesis, por su capacidad de hacer una metáfora de la realidad; pero hay veces que la animación ayuda a ser más real o a ser más expresivo un cuento que puede ser ficción. Ejemplifica con La vida de Calabacín, “que pudo haber sido ficción, y es animación”, o su cortometraje que se llama El héroe y “pudo haber sido ficción, pero hubiera sido muy complicado filmarlo en el Metro, por lo cual decidí que fuera de animación para dibujar la tristeza de la gente, entonces, por muchas razones puede ser una película de animación”. –¿Qué cualidades debe contener una historia? –Además de que existe una manera de organizar narrativamente, cómo contarla, cómo dosificar la información que vas soltando, las buenas historias son las que hablan fundamentalmente de cosas humanas, las que hablan de la libertad, el amor. ¿Cómo?, hay muchas formas, yo creo que varía. Creo que sí hay historias nuevas por descubrir. Al instante, apunta la importancia del cine: “Para mí es una cosa muy seria. Además de que es a lo que me dedico, sí creo que posee un potencial a la vez de síntesis de la experiencia humana, y una forma distinta a cualquier otro arte porque el lente te permite el acercamiento a la esencia y a la proyección de las emociones humanas que, por ejemplo, no existen en teatro y literatura. De repente también se dice que el cine no apela tanto a la imaginación porque es muy contundente, pero creo que depende de qué película se filme.” Así, Carlos Carrera espera el estreno de Ana y Bruno aquí. El diario español El País anunció en abril de 2015 que Alfonso Cuarón ya vio el largometraje, y para él es “impresionante”. Guillermo del Toro se refirió a él como “muy divertido y lleno de atmosfera”. Esta entrevista se publicó en la edición 2120 de la revista Proceso del 18 de junio de 2017, a cuya versión se le hicieron los ajustes correspondientes para esta ocasión.

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