Política y ficción

martes, 27 de junio de 2017 · 13:11
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando tratan de vislumbrar el derrotero de la humanidad más allá del Plan Nacional de Desarrollo, la visión de los prospectivistas se nubla con hechos imprevistos y datos desconocidos, o fenómenos que parecen irrelevantes pero resultan decisivos. Esto puede sucederle incluso a las mentes brillantes. La semana pasada, en el festival científico y artístico Starmus, Noruega, el célebre físico Stephen Hawking llamó a “los países competitivos” a que construyan una base lunar en los próximos 30 años como primer paso para enviar astronautas a Marte alrededor de 2025. Su objetivo: revitalizar el programa espacial, “forjar nuevas alianzas” y dar viabilidad a la humanidad. Varias agencias citaron su frase: “Expandirnos hacia el espacio cambiará completamente el futuro de la humanidad… Espero que una a los países competitivos en un objetivo, para enfrentar el reto común que tenemos todos”. Llama la atención el malabar: el reto de la humanidad tiene que enfrentarlo una alianza de países competitivos. Ellos establecerán los plazos, las condiciones y las prioridades del éxodo terrícola. Sobre la posibilidad de resolver primero los problemas del planeta azul y negro, Hawking aclaró: “No niego la importancia de luchar contra el cambio climático y el calentamiento global, como Donald Trump, quien es posible que haya tomado la decisión más seria, y equivocada, sobre cambio climático que haya visto este mundo”. Sin embargo, argumentó, “estamos quedándonos sin espacio y los únicos espacios a los que podemos ir son otros mundos… Expandirnos puede ser lo único que nos salve de nosotros mismos.” Mi memoria falla cuando quiero dar crédito al científico que comentó: la inspiración es importante, aun a costa de la exactitud de los intentos de anticipar la apariencia del futuro. Desde Julio Verne hasta William Gibson, Andrei Tarkovski, Stanley Kubrick y Ridely Scott, este género ha proyectado en unos cuantos argumentos recurrentes esas especulaciones, que por su obligada verosimilitud pueden interpretarse en clave política como parte de las pulsiones del presente al que en realidad cuestionan. Particularmente lo hace el cine, cuyo proceso de creación industrial involucra a muchos sectores de la sociedad. Uno de esos argumentos básicos es que una especie se lanza a la conquista de otros mundos y desata conflictos de consecuencias inimaginables aunque perfectamente visibles. La especie colonizadora puede ser la humana (“Starship Troopers”) o los extraterrestres (“La guerra de los mundos”). Sin embargo, recientemente el cine de Hollywood –un polo industrial que alimenta los sueños del país más “competitivo”– ha descubierto que esas metas continúan siendo lejanas y que posiblemente el futuro utópico o distópico se realice en otras dimensiones de nuestro mismo viejo planeta (“Interestelar”), con tendencia a la extinción masiva por enfermedades, hambre y la degeneración física: es decir por zombificación. Como este reto de la humanidad nos concierne a todos, me incluyo, aunque sea gramaticalmente en el plan de Hawking. Tenemos que migrar, pero ¿qué llevaremos a nuestros nuevos planetas? Migración En su libro El azar de las fronteras. Políticas migratorias, ciudadanía y justicia (México, Fondo de Cultura Económica, 2016) el investigador Juan Carlos Velasco explica que “los procesos de traslación del poder efectivo hacia organismos inter o supra nacionales (Unión europea, FMI, Banco Mundial, OMC, etc.) desustancian de modo nada trivial los cauces de representatividad política y, por ende, de legitimidad democrática de los Estados particulares”. En esa “deriva tecnocrática”, los Estados nacionales que se asumen democráticos “han ido perfilando su propio marco laboral, social y económico de acuerdo con las directrices emanadas desde tales organismos pero a espaldas de su propia población. Con demasiada frecuencia los gobiernos se pliegan a los intereses de los mercados, que no conocen fronteras y exigen la supresión de las restricciones a las transacciones financieras y los movimientos comerciales. De modo similar, también el espacio público acaba colonizado por poderosas dinámicas invasivas, como la económica o la mediática. La lógica del estado y la del capital se contraponen y, en este duelo, según parece, la primera lleva las de perder.” Que la lógica del Estado se contraponga a la del capital, no implica que sus funcionarios lo hagan. Al menos en México, los jefes de partidos, de facciones legislativas, el gobernador del banco central y el presidente de la república tienen como su más cara expectativa posterior a su mandato o a su carrera en el país la de conseguir empleo en los organismos financieros supranancionales o directamente en los corporativos trasnacionales que están al timón de la globalización. Pero la tesis de Velasco es que “existe una parcela donde excepcionalmente no se produce esta dejación del poder estatal”, y es el control de las fronteras para impedir el paso a los migrantes. “Con ello no sólo se refuerzan las fronteras exteriores… sino que se multiplican los controles policiales de la población incluso en el interior del territorio”. Aunque la institución del Estado nacional no está completamente desarbolada por la globalización, señala el filósofo, “se encuentra en crisis y requiere de continuos actos de reafirmación ante sus propios ciudadanos. Algunos de estos actos repercuten directamente en un endurecimiento de las políticas migratorias poco o nada respetuoso con los derechos de los migrantes”. Como hemos visto en la dinámica migratoria del Continente Americano, la máquina estatal dirige su poder a “marcar los confines entre los de dentro y los de fuera, en separar a los seres humanos en ciudadanos y extranjeros, en sujetos de derechos y en extraños al derecho. Se da así carta blanca para que opere una lógica excluyente además de profundamente inhospitalaria: las fronteras que se interponen no son sólo las físicas que delimitan territorios, sino aquellas otras normativas y simbólicas que excluyen a los inmigrantes de la esfera pública y de los recursos comunes”. ¿Nos quedaremos con la Tierra que devastaron las naciones ricas para hacerse más competitivas? El vacío exterior, la nueva patria Tan lejos como estuvimos en 2001 de emprender el ambicioso programa de colonización a Júpiter imaginado en la película seminal 2001, una odisea del espacio, están los países competitivos del reto de Hawking: Jan Woerner, director de la Agencia Espacial Europea, ha informado que su bloque continental planea la construcción de una base lunar para remplazar la Estación Espacial Internacional (EEI) en 2024 y está colaborando con Rusia para hallar un lugar idóneo donde establecerla. Ignoro si con objetivos concurrentes, la siguiente meta del programa espacial chino es que uno de los suyos pise la luna. Y la NASA, aburrida del frío satélite, se concentra en enviar astronautas a Marte allá por la década de 2030. En ese proyecto concurren otros ambiciosos planes. A fines de mayo pasado el biólogo Teruhiko Wakayama publicó que, después de almacenar esperma de 12 ratones a menos de 95 grados Celsius entre agosto de 2013 y mayo de 2014 en la EEI, los comparó con muestras de los mismos animales congeladas en su laboratorio terrestre en el mismo lapso. Debido a que en su órbita a 400 kilómetros de altura la EEI recibe al menos cien veces más radiaciones que la Tierra, el ADN de las muestras de allá estaba más fragmentado, pero sirvió para fertilizar óvulos in vitro, los cuales al implantarse en hembras resultaron en 73 crías saludables. El líder del experimento japonés admitió que aquél se orienta a incrementar las posibilidades de establecer colonias humanas en otros planetas, pero oficialmente se dijo que por el momento facilitan la paternidad de los astronautas que han permanecido largos periodos en la EEI cuando regresen a casa. Además de los experimentos con mamíferos, en la EEI los países competitivos estudian los efectos de diversas condiciones del espacio exterior sobre tejidos vivos mediante una simulación llamada “órganos en chip”: un dispositivo multicanal en 3D que recrea determinadas cualidades de un órgano en escala microscópica y reacciona de forma similar. Los alimentos terrestres En la ciencia ficción también se plantea que la adaptación del hombre al espacio exterior debe incluir el cambio radical de sus hábitos alimenticios, premisa derivada de la causa más probable de la migración de la especie a otros mundos: la escasez de alimentos en la Tierra. Por eso se pudo interpretar como un retroceso en la misión Hawking en esta nota de Europa Press: “Un carguero ruso envía chorizo a la EEI”. La agencia rusa Roscosmos precisó que se trata de la nave no tripulada Progress, que despegó del complejo espacial de Baikonur, Kazajistán, para llevar 2.5 toneladas métricas (2.75 toneladas) de suministros consistentes en agua, comida, medicamentos, equipos científicos y artículos de higiene personal para los astronautas rusos Fiódor Yurchijin y Serguéi Riazanski, los estadunidenses Jack Fischer, Peggy Whitson y Randy Bresnik, así como el italiano Paolo Nespoli, de la Agencia Espacial Europea. Lo interesante es la comida: “En la nave Progress MS-06 están cargadas frutas y hortalizas frescas, incluyendo 15 kilogramos de manzanas, además de chorizos piccolinos, diez con sabor a parmesano y diez con sabor a jamón, además de muhammara y rábano picante”, informó a la revista “Sputnik” el jefe del departamento de alimentación del Instituto de Problemas Médico-Biológicos, Alexandr Aguréev. Si se medita, en vez de una regresión a la alimentación natural, esa nota indica nostalgia de la abundancia nutricia que estamos dejando atrás. Un nostálgico que no gozará del banquete en la EEI es el astronauta francés Thomas Pesquet, quien volvió a principios de junio al planeta después de casi 200 días en la estación y dos “caminatas espaciales”. Describe a la Tierra vista desde la EEI como "una verdadera joya, aunque frágil… No tenemos consciencia de hasta qué punto es delgada la atmósfera..., de hasta qué punto somos capaces de dañar el planeta”, expresó en una entrevista con AFP el 30 de mayo. Antes de abordar una nave Soyuz para aterrizar en la estepa de Kazajstán, declaró que extrañaba a su familia, sus amigos y “el hecho de poder pasearse en libertad”, salir a dar una vuelta y sentir “el viento, la lluvia”. Es decir, Pesquet sólo se siente libre en su minúsculo terruño, bajo el pesado domo atmosférico, y no en la vastedad del espacio exterior. Quién podrá contradecir verdaderamente a Hawking. Sin embargo, creo que la especie que pierda su viabilidad en su entorno de origen difícilmente la recuperará fuera de él. __________ carista@proceso.com

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