Cuando los nazis se infiltraron
El jueves 22 la Policía de Investigaciones de Chile entregó al Archivo de la Nación nueve cuadernos con documentos mecanografiados y un álbum con 247 fotografías relativos a la presencia de las redes de espionaje de la Alemania nazi en éste y otros países de Latinoamérica. Algunos de los documentos revelan planes para atentar contra industrias mineras e incluso para “volar el canal de Panamá”. En los registros aparecen nombres de personajes cuyos descendientes hoy pertenecen a prominentes familias chilenas.
VALPARAÍSO, Chile.- “Esta desclasificación sitúa en su justa medida y con detalles precisos el gigantesco nivel de penetración que en distintos ámbitos de la vida tenían los nazis en Chile, que estaban infiltrados en todas las fuerzas armadas, en muchos organismos de gobierno y cuya doctrina permeaba todas las capas de la sociedad”, señala el periodista, académico de la Universidad de Concepción e investigador sobre el nazismo en Chile, Carlos Basso Prieto.
Alude a la reciente desclasificación de documentos del Departamento 50 (D50) de la Policía de Investigaciones (PDI), que entre 1941 y 1945, en plena Segunda Guerra Mundial, indagó sobre las actividades de espionaje implementadas en Chile por la Alemania Nazi.
En aquellos momentos, Chile y Argentina tenían una gran importancia para Alemania, no sólo por sus abundantes recursos naturales, sino también por tener el control del Estrecho de Magallanes, una de las rutas navieras más importantes del mundo, y único paso al Océano Pacífico al que podían acceder los alemanes dado el predominio estadunidense del Canal de Panamá, al cual, dicho sea de paso, querían destruir a toda costa.
Las tareas de espionaje alemán, que eran coordinadas por la oficina Hamburgo de la Abwehr (Servicio de Inteligencia Exterior), se veían facilitadas por la colonia de alemanes existente al comenzar la guerra: en Argentina era de 194 mil personas; mientras que en Chile era de 129 mil, según informa el libro América nazi (Aguilar, 2011) coescrito por Basso y su colega argentino Jorge Camarasa.
“El espionaje alemán fue muy efectivo, pero fue derrotado por la inteligencia chilena”, expresa Basso en entrevista.
Dos hechos específicos determinaron la creación del D50. A principios de 1941 la PDI supo que en la sureña ciudad de Puerto Varas se realizaban cursos paramilitares a germano-descendientes. El entonces secretario general de la PDI, Salvador de la Vega, encabezó el allanamiento de un club en esa localidad, donde se encontraron 12 fusiles de guerra y 50 mil municiones.
Cazanazis
Este antecedente, al que se sumaban denuncias sobre agentes nazis que operaban en Chile e interceptaban las comunicaciones de las Fuerzas Armadas, motivó a la PDI a crear el D50 a finales de 1942.
El escogido para encabezar esta tarea fue el subcomisario Hernán Barros Bianchi, a quien se le asignó una oficina muy cerca del Palacio de La Moneda, cuya extensión telefónica era la 50, que le dio el nombre a su departamento.
Basso dice que Barros, al asumir esta tarea, llevaba poco tiempo en Investigaciones. “Era un oficial de Ejército que había combatido en la Guerra del Chaco, y que también habría participado en la guerra civil española, por el bando republicano”.
Basso asegura que el jefe de los cazanazis –como llamó la prensa a los agentes del D50– “hizo un trabajo notable”. Dice que para alcanzar sus objetivos Barros se valió del bagaje propio y el de su equipo –30 inspectores y policías– y del apoyo de Estados Unidos.
Afirma el investigador que tecnología aportada por dicho país sirvió para equipar vehículos que buscaban señales de onda corta.
La liberación de la información del D50, que permanecía resguardada por la Ley de Inteligencia, ocurrió la semana pasada: 72 años después de que culminaran sus labores coincidiendo con el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La desclasificación fue resultado de las gestiones de un grupo de 36 diputados –liderados por el democratacristiano Gabriel Silber– quienes en enero conminaron a la PDI a entregar esa información al Archivo Nacional (AN), para que fuera de conocimiento público.
La ceremonia de entrega de los registros del D50 –nueve cuadernos con documentos mecanografiados y un álbum con 247 fotografías– se realizó el pasado jueves 22 en el salón Ricardo Donoso, del AN. Fue encabezada por el director general de PDI, Héctor Espinosa, y por la directora del Archivo, Emma de Ramón.
En el acto Espinosa planteó que “afortunadamente, para los destinos del país, la PDI tuvo la capacidad de descifrar el plan del nazismo para Chile y América, creando el Departamento 50, primera unidad de inteligencia de la policía civil”.
Destacó que “los grupos nazis neutralizados planeaban destruir el Canal de Panamá”.
Añadió: “Los jóvenes y niños merecen saber qué hizo un puñado de detectives para frenar el nazismo que irradiaba sus tentáculos casi en todo el continente. Ellos cambiaron el rumbo de los acontecimientos, eso los ubica no sólo en la historia de Chile sino del mundo”.
Espionaje derrotado
En entrevista, Basso destaca el valor de los documentos liberados: “Hasta ahora conocíamos del desbaratamiento de la inteligencia nazi en términos macro, generalmente desde la perspectiva de Estados Unidos, pero no conocíamos el detalle; y en estos documentos está ese detalle faltante”.
Basso –también autor de El último secreto de Colonia Dignidad (2002), relativo a los crímenes cometidos en este enclave nazi del centro-sur de Chile– expresa que el trabajo del D50 permite el desmantelamiento de dos sistemas de espionaje: el PYL en 1942, y el PQZ en febrero de 1944.
La información de los agentes de la Abwehr llegaba a Hamburgo y cada estación radial –como las de Santiago, Valparaíso, Buenos Aires y Río de Janeiro– tenía un nombre de tres letras que se correspondía con un código de igual número de letras que identificaba al decodificador.
La red PYL-RED era manejada por el jefe en Chile del espionaje de la Abwehr, el agente de la naviera Norddeutscher Lloyd, Friedrich von Schulz-Hausmann, alias Casero, domiciliado en Valparaíso.
Esta red transmitió 429 mensajes, entre el 17 de abril de 1941 y el 15 de junio de 1942, pero en octubre de ese año, 19 miembros de la organización fueron detenidos; Casero logró escapar a Argentina.
Según consigna América nazi, Casero dispuso para el funcionamiento de esta red de espionaje de 350 mil dólares, “la mayoría de los cuales utilizó para pagar a sus más de 30 agentes que tenía en diversas partes de Chile, para sobornar empleados portuarios y para mantener equipos radiales, que en su caso se ocultaban en una ciudad cercana a Valparaíso (Quilpué)”.
Las tareas de espionaje alemanas se complicaron luego de la publicación del Decreto Supremo 182, de 20 de enero de 1943, en que Chile declaró suspendidas las relaciones diplomáticas y consulares con los gobiernos de Italia, Alemania y Japón. Esto implicó el cierre de las embajadas y consulados y la salida del cuerpo diplomático de estos países.
Aparejado con esta medida, por medio del Decreto Supremo 547 de 26 de enero de 1943, basado en la Ley 7401, de Seguridad Exterior del Estado, Chile prohibió las comunicaciones telegráficas, cablegráficas, telefónicas, radiotelegráficas y radiotelefónicas con el exterior, así como el uso de claves o de cualquier otro sistema cifrado o disimulado.
Tras el desbaratamiento de PYL-RED, los alemanes, ahora comandados por Bernardo Timerman –quien públicamente era técnico fotográfico– montaron PQZ.
Los informes desclasificados del D50 contienen el informe del director general de Investigaciones, Jorge Garretón Garretón, del 23 de febrero de 1944, donde dice que “desde más o menos seis u ocho meses, la dirección a mi cargo ha venido siendo informada por el servicio secreto de la Embajada Norteamericana en Chile, de la existencia en el país de estaciones de radiotransmisoras por medio de las cuales se han estado transmitiendo al extranjero mensajes cifrados o en clave”.
Garretón añade que “en vista de estas denuncias, contrarias de la Ley 7401, la Dirección procedió a verificar la efectividad de ellas, valiéndose al efecto de instrumentos que tiene para interferir la onda de radio, logrando por este medio localizar un sector de tres o cuatro manzanas ubicado en La Cisterna (comuna del sur de Santiago)”.
Siguió Garretón: “Investigaciones posteriores acerca de las personas avecindadas en dicho sector permitieron situar la casa de Avenida Ossa 191, habitada por Guillermo Kunsemueller, chileno de origen alemán, y su mujer Gisela Koth, alemana. En dicha casa se encontró un hueco en el suelo de las habitaciones destinado a esconder un aparato transmisor”.
El jefe de la PDI relató que al ser interrogado, Kunsemueller –ingeniero en aviación que prestó servicios en la Fuerza Aérea de Chile–, reconoció que había efectuado transmisiones al exterior, en clave, hasta octubre o noviembre de 1943, tras lo cual el aparato transmisor fue retirado de su domicilio.
En declaraciones posteriores Kunsemueller confesó “que formaba parte del grupo de espionaje alemán, al mando del adicto aéreo de la embajada alemana en Santiago, capitán Von Bohlen, quien después de haberse ausentado del país a raíz del rompimiento de relaciones de Chile con el Eje (…) fue remplazado por Bernardo Timerman”.
En declaración del 23 de febrero de 1944 el jefe del D50, subcomisario Barros Bianchi, contó que las declaraciones de Kunsemueller “le permitieron enterarse en detalle de toda la red de espionaje de que formaba parte dicho sujeto”.
Supieron así que el transmisor estaba en la casa del espía August Koll, en la calle Valenzuela Castillo 950, la que inmediatamente allanaron. Allí sorprendieron a Koll, quien estaba junto a su esposa Vilma Baumgartner, y el matrimonio de espías compuesto por Hans Graner y Elena Graner Supper, todos los cuales fueron detenidos.
En el jardín de esa casa, a un metro de profundidad, escondido en dos cajas de fierro, encontraron el transmisor principal ocupado por los espías alemanes en Chile.
Según Barros Bianchi, Koll confirmó que Timerman era el nuevo jefe de la organización de espionaje. Se desató una cacería contra éste, quien fue capturado el 18 de febrero de 1944 cerca de Petrohué (mil kilómetros al sureste de Santiago) justo cuando se disponía a salir, junto con su esposa Gertrudis Bethke, hacia Argentina. En el domicilio de Timerman, además de abundante documentación, se encontraron 55 mil dólares.
Estas pesquisas terminaron con la detención de 20 personas en el sur de Chile, y el desentierro en el cerro San Cristóbal, de Santiago, de aparatos de radio, dinero en efectivo, un libro de claves y planos para bombardear minas en el norte de Chile.
Basso subraya que el D50 le dio un golpe letal al espionaje alemán, luego que explotara en el puerto peruano El Callao el buque-escuela chileno Lautaro, el 28 de febrero de 1945. Este hecho, que ocasionó 20 muertos, hizo presumir a la inteligencia chilena que fue un atentado nazi.
“A consecuencia de esto, Investigaciones detiene al jefe del grupo de saboteadores, Albert von Appen, a quien tenían identificado hace muchísimo tiempo, pero no habían tenido los medios de prueba suficientes como para detenerlo”, recuerda Basso.
Von Appen entregaría a la policía chilena, tras decenas de interrogatorios, los nombres de otros conspiradores en Perú, Brasil, Argentina, Colombia y Venezuela, por lo que su detención “significaría que caen también todos los anillos de espionaje que quedaban vigentes en América Latina”, expresa el periodista.
Sin embargo, pese a esta derrota temporal, la familia Von Appen siguió siendo muy poderosa en Chile. De hecho, los hijos de este espía nazi, Sven y Wolf, son dueños del grupo Ultramar, conglomerado de empresas marítimas y portuarias, que constituye uno de los grupos económicos más importantes del país y cuenta con un patrimonio estimado en mil millones de dólares.
Muchos otros son los casos de descendientes de personeros del nazismo que hoy tienen posiciones de poder. De hecho, actualmente hay dos precandidatos presidenciales derechistas, los diputados Felipe y José Antonio Kast, que son nietos del exoficial nazi Michael Kast, llegado a Chile en 1950 con documentos falsificados de la Cruz Roja Internacional.
Además hay que considerar que en el centro-sur de Chile, muy cerca de Parral, se asentó el enclave alemán Colonia Dignidad, fundado en 1961 por el militante nazi y reconocido pederasta Paul Schafer, quien falleciera en prisión en abril de 2010. La mayor parte de los crímenes que allí se cometieron durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y en años previos y posteriores, contaron con la complicidad –y en algunos casos el respaldo– de autoridades chilenas y alemanas.
La Abwehr
Durante la entrevista, Basso subraya la importancia que tuvo a escala mundial, y especialmente en Chile, la Abwehr. Señala que en su momento fue “la principal red de espionaje del mundo”.
Esa institución estaba al mando de Wilhelm Canaris, hombre que conocía muy bien Chile, país que había recorrido como guardiamarina en su viaje de instrucción, y en sus travesías como miembro del crucero Dresden, hundido por la Marina británica en el Archipiélago Juan Fernández, frente a las costas de Valparaíso, en marzo de 1915.
“Cuando Canaris asume el mando de la Abwher, en 1935, genera un sistema de espionaje de una magnitud que hasta ese momento no se había visto en el mundo”, afirma el autor.
También puntualiza que en ese momento Estados Unidos “no tenía ningún sistema de esa magnitud, no existía la CIA y tampoco la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos) que crea con motivo de la Segunda Guerra Mundial”. Las labores de inteligencia eran realizadas por el Special Intelligence Service, que dependía del FBI.
Este reportaje se publicó en la edición 2122 de la revista Proceso del 2 de julio de 2017.