El custodio del infierno mexicano

domingo, 17 de septiembre de 2017 · 12:39
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso) .- En el canto VI de la Comedia de Dante aparece un perro, el Can Cerbero –hermano de la Hidra–, que custodia el tercer círculo del infierno, el de los glotones, que Dante asocia con los puercos, de ahí que su castigo sea estar hundidos como ellos en el lodo. Este perro tiene en la Comedia tres cabezas; Hesíodo le atribuye 50. Contra lo que el racionalismo pueda decir, la imagen de ese animal no es producto de una mente desbordada, sino de la poesía –otra forma del conocimiento– que, a través de sus imágenes, revela cosas de la realidad. El Can Cerbero (perro-demonio del pozo, del Hades, del inframundo o, para decirlo con Dante, del infierno; son sus sentidos más primeros) es una imagen que más allá de Dante –quien la toma del libro IV de la Eneida de Virgilio– se remonta no al mundo griego, sino a los pueblos indoeuropeos en donde, en la mitología escandinava, por ejemplo, aparece como Garm –“perro ensangrentado”– y es símbolo de la codicia y la discordia. Su presencia no se agota, sin embargo, en la literatura medieval y en los mundos poéticos de otras tradiciones; reaparece, como sucede siempre en el imaginario de los pueblos, de otras maneras. En el México moderno esa bestia que custodia el infierno en el que se ha convertido México (donde, diría Dante, “la lluvia/ eterna, maldita, fría y grave,/ su ritmo y calidad no cambian nunca”, y donde “granizo grueso y agua negra, y nieve/ que se vuelca por el aire de tinieblas: pudre la tierra que los recibe”) se llama PRI –no un partido, sino una cultura “política”– y sus cabezas son los partidos que, mediante sus gobernadores, ladran sobre nosotros para llenarnos de temor y de “pavura”. Contra ese perro no hay hasta el momento nada que hacer. Sus cabezas, a pesar de estar en competencia, en realidad se protegen entre ellas para evitar que podamos escapar del infierno que guardan. Esa evidencia de la poesía se expresa no sólo en la gran cantidad de gobernadores perseguidos que hay en el país, a los que, pese a las atrocidades que cometieron durante su mandato y que fueron claramente denunciadas en su momento por organizaciones y ciudadanos, nunca, como lo demanda la Constitución, se les llamó a cuentas, se les procesó ni se les juzgó. Se expresa también en la reciente Encuesta Nacional, elaborada por el Gabinete de Comunicación Estratégica, en la que nueve de cada 10 mexicanos “no le confiarían las llaves de su casa a ningún gobernador”. Las partidocracias y sus gobernadores, cabezas del perro infernal, han creado entre ellas profundas redes de complicidad que se protegen entre sí para utilizar los recursos públicos con el fin de enriquecerse, extorsionar, torcer la ley en beneficio de su único cuerpo y hundirnos en el lodo que han creado y en el que nos tienen hundido; el Can Cerbero, dice Dante, se alimenta de él. Creen que, como ellas, somos glotones a los que hay que castigar en el lodo que es su fuente de vida. Uno de los casos más evidentes de esa complicidad, porque aún su cabeza se encuentra en funciones y no ha sido remplazada por otra, es el de Graco Ramírez, gobernador de Morelos. A lo largo de sus cinco años de gobierno, Graco, que ocupa uno de los últimos puestos en la Encuesta Nacional a la que me he referido, ha sido denunciado por haber creado fosas clandestinas donde, además de inhumar cientos de cuerpos como basura –muchos de ellos sin carpetas de investigación, sin necropsia, maniatados y con el tiro de gracia–, desapareció en ellas, y en un acto presumiblemente de desaparición forzada, a ocho que estaban siendo buscados por sus familiares. Se le ha acusado también de enriquecimiento con recursos públicos y se le ha responsabilizado, por negligencia criminal, de las dos personas que murieron en el socavón del Paso Exprés. Además de hostigar al obispo Ramón Castro con falsas acusaciones de encubrimiento a pederastas; a Cuauhtémoc Blanco, atribuyéndole el asesinato de Juan Manuel García Bejarano, hijo del organizador de la Feria de la Primavera; y al rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Alejandro Vera, fabricándole delitos, recientemente Graco Ramírez ha retenido de manera ilegal los recursos públicos que pertenecen a esa universidad, sumiéndola en una grave crisis que vulnera el derecho a la educación de más de 40 mil estudiantes, el salario de seis mil familias y la operación diaria de la máxima casa de estudios del estado. Pese a ello no sucede nada, como no sucedió con todos los gobernadores que, después de sus administraciones, han sido perseguidos. Las cabezas del Can Cerbero que compiten entre sí, en realidad se protegen. En el caso de Graco, ni el PRD –al cual pertenece– ni los partidos hacen nada; las cámaras que, por mandato constitucional, deberían hacerle juicio político, callan, y Gobernación vuelve el rostro hacia otra parte. Se trata de mantener el cuerpo del animal intacto y sus cabezas, como la de Graco y su partido, ladrando todos los días sobre nosotros mientras se alimentan del lodo en el que nos hunden. Quizá la única manera de eliminarlo sea, como lo hizo Heracles (Hércules), sacándolo del inframundo. ¿Cómo? Las versiones al respecto varían. Nosotros tenemos que encontrar la nuestra mediante los mismos atributos del héroe griego: el valor, la resistencia y la inventiva. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, refundar el INE y declarar nulas las elecciones del Estado de México y de Coahuila. Este análisis se publicó el 10 de septiembre de 2017 en la edición 2132 de la revista Proceso.

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