'Taco con chile, taco con sal, la calavera quiere cenar”, el canto infantil en Ocotepec

miércoles, 1 de noviembre de 2017 · 21:58
CUERNAVACA, Mor. (apro).- En las calles de Ocotepec, al norte de esta capital, el olor a copal y cempaxúchitl inunda el ambiente. La gente comienza a llegar en cuanto oscurece y comienza el peregrinaje a las casas que instalaron ofrenda en esta ocasión para recordar a sus familiares que este año se adelantaron en el viaje eterno. “Son 60, este año fueron 60”, dice al reportero una mujer que vende ceras, papel picado, flores, dulces, pan… en fin, todo lo que se necesita para la visita de las ofrendas. Y es que el visitante puede ingresar a las casas donde las familias perdieron a uno de sus miembros este año, con la condición de que entregue una cera a cambio de la visita. “Gracias por la luz y por la visita”, dice una mujer de unos 65 años en la puerta de una de las casas, al recibir la cera. Para ingresar hay que hacer fila, a veces esperar hasta media hora. Toda la vivienda se convierte en una enorme ofrenda. Las familias han invertido entre 20 y 50 mil pesos para acondicionarla y recibir el alma de su familiar, y a miles, literal, miles de personas que acuden a lo largo de toda la noche entre el 1 y el 2 de noviembre. A dos cuadras de la Casa Amarilla, como se le conoce a la vivienda donde vivió Iván Illich, y donde todavía habita Valentina Borremans, su compañera de viaje, una portada de flores de cempaxúchitl enmarca la puerta, le sigue un camino de macetas con las mismas flores que indican al visitante por donde seguir. Al ingresar a la vivienda se observa una ofrenda enorme que ocupa una habitación de seis por seis metros. Tiene varios niveles y en el centro se observa la ropa de la ausente, donde en lugar de cabeza se colocó una calavera de azúcar y unos zapatos en lugar de pies. Al fondo un retrato de la ausente, Doña Lala, como se conocía a esta mujer. La imagen muestra a una mujer de más de 70 años, de pie, con su mandil tradicional y una sonrisa de oreja a oreja. Gesto cálido que contrasta con su cuerpo en la foto, rígido por la incomodidad que le provoca posar. Afuera, en el patio, los dolientes, es decir, los familiares, despachan pan de muerto y café, ponche o atole. Sobre la carretera a Tepoztlán se observa la casa que da la bienvenida a Mami Chole. La portada es un poco más austera, aunque al interior se observa una ofrenda de iguales dimensiones que la anterior vivienda. En los 36 metros cuadrados se hacinan ollas con mole, frijoles, un guajolote listo para ser degustado, pan chico, grande, de sal, de dulce… Dulce de calabaza, tortillas, fruta de la temporada y las infaltables calaveritas de azúcar, así como los dulces de pipián que recrean animales, jarros y tumbas coloridas. En todas las casas agradecen la cera entregada y en todas aquellas donde se tiene que instalar ofrenda nueva se recibe pan y café. En la ofrenda para Julianita, instalada en el segundo nivel de una panadería, se observan leyendas que al menos sacan una sonrisa al visitante: “Quiso ser inmortal… Y falleció en el intento”, reza la más ingeniosa. Las capillas de los distintos barrios de Ocotepec no han dejado de repicar las campanas desde este mediodía con el fin de guiar a las almas en su camino de vuelta a casa. Miles de visitantes ofrecen cera, acompañamiento, asombro y alegría en una fiesta que en esta comunidad lleva celebrándose más de dos siglos. En el panteón se observa un reguero de veladoras que van señalando las distintas tumbas. Hay presencia de algunas familias que adornaron también las últimas moradas de sus familiares. No hay llanto, hay un ambiente festivo. “Aquí se acaban las penas y comienzan los recuerdos”, advierte la leyenda que da la bienvenida a los visitantes al panteón. A lo lejos, mientras varias familias comen tacos al pastor, un grupo de niños medio disfrazados irrumpen con un griterío. Toman por asalto la banqueta y, al unísono, cantan, o casi gritan: “La calavera tiene hambre… ¡No hay un pedazo de pan! No se lo acaben todo… ¡Déjennos la mitad! Taco con chile, taco con sal, la calavera quiere cenar”. A cambio, reciben pan, fruta, dulces o dinero de los comensales.

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