Homenaje ruso y canciones mexicanas en lenguas originarias, en el Cervantino

miércoles, 8 de noviembre de 2017 · 14:11
GUANAJUATO, GTO. (apro).- Un programa ruso de pies a cabeza, que incluyó el estreno mundial de la Obertura 1917 en homenaje al primer centenario de la Gran Revolución Socialista de Octubre que se celebra este año, fue el ofrecido por el Trío Continuum integrado por la pianista Irina Shíshkina, el violinista Sergei Gorvenko y el chelista Vladimir Sagaydo, autor de la Obertura en el bello Templo de la Compañía de Jesús, en las postrimerías de la edición XLV del Festival Internacional Cervantino (FIC). En ese mismo hermoso recinto, pero al día siguiente, se presentó el Ensamble Coral Infantil Mexiquense, Voz y Raíz de mi Tierra que interpretó un delicioso repertorio de canciones populares mexicanas como “Cielito Lindo”, “Canción Mixteca”, “La Llorona” y “Cucurrucucú paloma”, pero en las lenguas originales que aún perviven en el Estado de México. Es decir, otomí, matlazinca, náhualt, tlahuica y mazagua. Dos hermosas y diametralmente opuestas muestras que sólo pueden conjuntarse en ocasión de un festival como el Cervantino, ya que su carácter ecléctico le permite, cuidando y manteniendo siempre rigor de calidad, ofrecer los más diversos tipos de música, pero también la inclusión de las más variadas disciplinas. Fue así como dos días seguidos pudimos gozar de composiciones de Glinka (1804-1857), considerado el padre del nacionalismo ruso en música, hasta el citado estreno de la 1917, después de 135 años de la muy famosa Obertura 1812 de Tchaikovsky, presentada por primera vez en 1882. Pasando por Rajmaninov, Stravinsky y el bastante menos conocido, pero que es el artista soviético por excelencia, Georgy Sviridov (1915-1998), de quien se escuchó el evocativo y esperanzador “Trío para piano, violín y chelo en la menor, opus 6”. Estupendo concierto con magníficos intérpretes. De allí a nuestro “México lindo y querido” de Chucho Monje (1910-1964) y otras similares que cobraron una dimensión especial al ser entonadas por estos maravillosos niños -ninguno mayor de 14 años- en sus lenguas vernáculas que, a través de la música y canciones, reivindican sus raíces. No es exagerado afirmar que el concierto del Ensamble Voz y Raíz de mi Tierra fue histórico. Lo fue porque, como se sabe, la religión fue uno de los más poderosos instrumentos, si no el que más, para la imposición de la cultura de los conquistadores sobre nuestras culturas originarias y parte fundamental de esas culturas era su lengua, su idioma. La conquista, el período colonial y sus secuelas negativas que nos llegan hasta hoy, casi consiguen su propósito: extinguir las lenguas vernáculas, pero sólo “casi”. Las voces de estas niñas y niños en este recinto-símbolo, a 500 años de distancia, demuestran que la cultura, las culturas nacionales y, como parte esencial de éstas, la música, están vivas, han resistido todos los embates, podemos afirmar que apuntan al futuro. Bello, ejemplarizante e histórico concierto, qué privilegio haberlo presenciado.

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