Con Trump, un año de furia y locura

miércoles, 24 de enero de 2018 · 10:17
Hiperbólico como es, Donald Trump asegura que su administración es la más exitosa de la historia. Pero los hechos lo desmienten. Este sábado 20 cumple el primer año de su gobierno sujeto a una investigación judicial debido a su supuesta colusión con Rusia; sus tuits y declaraciones –muchos de ellos xenófobos y racistas, cargados de medias verdades o de abiertas mentiras– lo meten en escándalos, y a su nación, en bretes diplomáticos; enfrentado con la prensa, su popularidad es cada día más escasa; la justicia de su país ha bloqueado la mayoría de sus órdenes ejecutivas y, salvo la reforma fiscal, sus proyectos de ley han sido frenados en el Congreso. WASHINGTON (Proceso).- Sujeto a una investigación judicial y dos legislativas por su presunta colusión con el gobierno ruso, con la mayoría de los medios de comunicación en su contra, sin haber construido en la frontera con México el muro que prometió, con una sola victoria política y con una impopularidad rampante, Donald Trump cumple su primer año como presidente de Estados Unidos. De hecho, llega al primer aniversario de su mandato con un país notablemente polarizado debido a sus polémicas decisiones en materia migratoria, fiscal, de política exterior, defensa, de comercio y economía. “Dos de cada tres ciudadanos de Estados Unidos consideran que, desde que llegó a la Casa Blanca, Trump tiene dividido al país”, señala el resultado de la encuesta que llevaron a cabo la National Public Radio (NPR), PBS NewsHour y la firma de sondeos Marist. Este sondeo llama la atención debido a que dos de esos medios, NPR y PBS, reciben financiamiento del erario estadunidense. Desde el viernes 20 de enero de 2017 a la fecha, Trump tiene a los estadunidenses y al mundo entero a la expectativa debido a su carácter irascible, a sus polémicas decisiones, sus imprecisiones, ataques raciales y a su controvertido intento de informar y gobernar a su país a través de su cuenta personal de Twitter. “53% de los estadunidenses considera que la presidencia de Trump ha sido un fracaso, sólo 40% dice lo contrario; 60% asegura que las políticas fiscales benefician exclusivamente a los ricos; y 78% etiqueta de riesgo el que Trump se comunique e intente gobernar desde Twitter”, se lee en la encuesta. “Sin muro no hay acuerdo” Trump asumió la presidencia de Estados Unidos con el compromiso de cumplir sus promesas de campaña. Dos de éstas han marcado su gestión: construir un muro en la frontera con México –que pagarían el gobierno y la ciudadanía mexicanos– y renovar o eliminar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) conforme a los intereses y condiciones de su gobierno. Ninguna ha cumplido. Su obsesión con el tema migratorio y con México, país al que etiquetó como “el número uno entre las naciones más peligrosas del mundo”, tiene el potencial de ensombrecer la celebración de su primer año de gobierno. Hasta el cierre de esta edición (jueves 18), en el Congreso federal estadunidense se debatía un proyecto de ley presupuestal de corto plazo, que de ser rechazado provocaría el cierre de las actividades del gobierno de Trump y que, de ser aprobado, lo financiaría hasta el próximo marzo. La disputa de la Casa Blanca con el Capitolio por el financiamiento del gobierno federal se centra en las condiciones impuestas por Trump al proyecto de gastos. Exige que incluya fondos para construir el muro en la frontera con México y que regule las leyes migratorias a su antojo. Los demócratas –que son minoría en el Congreso– impusieron en el proyecto de gastos lo requerido por Trump, pero agregaron darle residencia permanente y posibilidad de ciudadanía estadunidense por naturalización a los 800 mil inmigrantes indocumentados acogidos por la Ley de Acción Diferida de los llegados en la Infancia (DACA), pero sin que eventualmente puedan solicitar la residencia permanente para sus padres o hijos menores de edad. La medida demócrata, apoyada por algunos congresistas de la mayoría republicana, contiene los mil 600 millones de dólares solicitados por Trump para construir un muro en algún sector de la frontera con México, y más fondos para reclutar agentes migratorios y adquirir nueva tecnología enfocada a contener el tráfico de drogas ilícitas e indocumentados. Ni Trump ni la mayoría de los republicanos aceptan la propuesta demócrata porque incluye los beneficios de DACA. En represalia, los demócratas rechazaron la contraoferta de la Casa Blanca de excluir los temas de cambios a las leyes migratorias y sólo dejar los fondos para el muro y la seguridad en la frontera sur. “Sin muro no hay acuerdo”, subrayó Trump en un tuit que escribió el pasado jueves 18, dando a entender que estaba dispuesto a que el gobierno federal cerrara sus puertas antes que aceptar las condiciones demócratas. “Directa o indirectamente o por medio de un reembolso de largo plazo, el muro será pagado por México”, añadió Trump en su mensaje, lo que fue desmentido de inmediato por los legisladores estadunidenses. Durante los primeros 12 meses de la presidencia de Trump han sido constantes las agresiones y descalificaciones contra México. Además de considerarlo el país más peligroso del mundo, lo responsabiliza del incontenible problema de consumo de drogas entre los estadunidenses, de la esporádica violencia que se registra en pocos lugares de la frontera sur de Estados Unidos, de generar una migración de criminales que asesinan a policías y agentes de la patrulla fronteriza, y de provocar desempleo y cierre de empresas debido a que, a través del TLCAN, saca ventaja de la economía y del comercio estadunidenses. Sus ataques constantes a México provocaron que en marzo pasado se suspendiera el encuentro que tendría en Washington con el presidente Enrique Peña Nieto. Pero no ha construido el muro en la frontera ni se ve cómo éste podría ser financiado por México. Tampoco ha deportado, como prometió, a los más de 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven y trabajan en su país. Su política migratoria de mano dura la ha impuesto con base en órdenes ejecutivas, que no han recibido el aval del Capitolio. El pasado jueves 11, durante una reunión en la Casa Blanca con un grupo bipartidista de legisladores, Trump habló de preferir que lleguen migrantes blancos a Estados Unidos, los procedentes de países como Noruega, y no aceptar a inmigrantes de “países mierda”, como las naciones africanas, El Salvador y Haití. Criticado nacional e internacionalmente por su lenguaje peyorativo y racista, Trump negó su dicho. Pero ni la Casa Blanca ni varios de los congresistas con quienes se reunió lo apoyaron en su desmentido. La sombra del “Rusiagate” Los diarios estadunidenses The New York Times y The Washington Post, y la cadena de televisión CNN –a los que Trump acusa de emitir “noticias falsas”–, hicieron un recuento de las mentiras y declaraciones falsas dichas por Trump en su primer año de presidencia: mil 316. Las verdades a medias o mentiras de Trump son justo uno de los motivos por los que el Departamento de Justicia y los Comités de Inteligencia de la Cámara de Representantes y del Senado lo tienen bajo una investigación. Antes de asumir la presidencia, en diciembre de 2016, Trump y los principales asesores de su campaña electoral ya eran objeto de una pesquisa que abrió el FBI para determinar si se coludieron con personajes vinculados a las autoridades rusas para socavar la campaña presidencial de la entonces candidata demócrata Hillary Clinton. Las negativas y contradicciones del general Michael Flynn respecto de sus encuentros con emisarios de Rusia durante la campaña y después del triunfo electoral de Trump, no sólo le costaron el puesto como jefe del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca sólo 24 días después de ejercerlo, sino que obligó a los comités legislativos a abrir una investigación formal sobre este asunto. Desde entonces, la sombra de la presunta colusión con Rusia persigue al presidente.­ En mayo pasado despidió a James Comey como director del FBI. La razón: éste se negó a desechar la investigación de la supuesta injerencia de los rusos en la campaña electoral de 2016. Ello obligó al Departamento de Justicia, bajo el mando del procurador general de Justicia, Jeff Sessions, a designar a un exdirector del FBI, Robert Mueller, como fiscal independiente para investigar este caso, conocido como Rusiagate. Mueller tiene la misión de determinar si Trump cometió el delito de “obstrucción de justicia” al despedir a Comey por deso­bedecer sus órdenes, algo que obviamente niega el presidente. La lupa inquisidora de Mueller tiene entre la espada y la pared a la Casa Blanca. Durante el primer año de la administración de Trump, el fiscal independiente encausó judicialmente a cuatro funcionarios de su campaña electoral: al general Flynn, a Paul Manafort, director de la campaña; a Richard Gates, subdirector de la misma campaña; y a George Papadopoulos, asesor de asuntos de política exterior. Se habla también de un quinto personaje y tal vez uno de los más importantes para las investigaciones de Mueller: Steve­ Bannon, exasesor de Estrategias Políticas de la Casa Blanca, a quien Trump corrió del puesto en agosto pasado. De acuerdo con The Washington Post, el otrora mano derecha y supuesto cerebro político de la presidencia de Trump habría llegado a un acuerdo de cooperación con Mueller que lo libraría de ir a la cárcel a cambio de darle información sobre lo ocurrido con los rusos y con Comey. Bannon cayó de la gracia del presidente a raíz de la publicación, a principios de enero, del libro Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump, escrito por el periodista Michael Wolff. Con base en opiniones de funcionarios de la Casa Blanca, el libro da a entender que Trump está incapacitado intelectualmente para dirigir a Estados Unidos. En el libro, Wolff cita a Bannon diciendo que consideró una “traición” el hecho de que el hijo del presidente, Donald Trump Junior, se haya reunido con emisarios rusos en la Torre Trump en Nueva York días antes del arranque de la presidencia de su padre. De acuerdo con Wolff, Bannon también se opuso a que Trump incluyera a su hija Ivanka, y a su yerno, Jared Kushner, en el equipo de sus asesores de política nacional e internacional. Trump respondió con furia a los comentarios de Bannon. Lo calificó de “perro”. Aseguró que no fue más que otro funcionario de bajo nivel de la Casa Blanca sin influencia alguna. Ello orilló al ahora exasesor en desgracia a desmentir lo escrito por Wolff, aunque lo hizo varios días después de que el libro salió a la venta, lo que validó la obra. Los demócratas del Congreso, así como algunos empresarios y críticos de Trump, respaldan la investigación de Mueller. Consideran que el fiscal encontrará las bases necesarias para recomendar al Capitolio que al presidente se le someta a un juicio político por el delito de “obstrucción de la justicia” debido al despido injustificado de Comey. Fracasos políticos El primer año de la Presidencia de Trump también se caracteriza por la carencia de triunfos políticos y por su insistencia en instrumentar órdenes ejecutivas ante su falta de capital político para cumplir sus promesas de campaña. En 12 meses de mandato, Trump lleva firmadas 53 órdenes ejecutivas y sólo ha obtenido una victoria política: la aprobación en el Congreso de una reforma fiscal por 1.5 billones de dólares. Trump califica como éxitos de su gobierno la emisión de varias órdenes ejecutivas. Pero éstas no han entrado en vigor porque diferentes cortes federales las han congelado debido a que las consideran inconstitucionales. Por ejemplo, el primer día de su presidencia firmó una orden ejecutiva para restringir y prohibir la entrada a Estados Unidos de migrantes documentados procedentes de siete países con población mayoritariamente musulmana. Una corte federal la bloqueó. Lo mismo ocurrió con la orden ejecutiva que firmó para quitar fondos federales a las “ciudades santuario” que dan apoyo a inmigrantes indocumentados. El pasado martes 9 una corte federal en San Francisco ordenó suspender la orden ejecutiva que firmó Trump el pasado 5 de septiembre, con la que anuló los mandatos de DACA. Trump dio al Congreso un plazo que se vence el próximo 5 de marzo para que defina un proyecto de ley sobre los llamados dreamers; ese proyecto de ley –que Trump no acepta– podría ahora causar el cierre de su gobierno. Trump logró que se aprobara la reforma fiscal que propuso debido a que los republicanos tienen la mayoría representativa en el Capitolio. Se estima que el reajuste tributario puede provocar un déficit de por lo menos 2 mil millones de millones de dólares en los próximos 10 años. Los efectos negativos del proyecto fiscal, según los expertos financieros, se derivan del hecho de que éste reduce de 35% a 21% el pago de impuestos a las grandes corporaciones, empresas y estadunidenses con ingresos anuales superiores al medio millón de dólares. En contraste, los beneficios que da a la clase media y a los estadunidenses pobres son temporales y representan una reducción a sus obligaciones tributarias de entre 2% y 4% con vencimiento en 2025. La Casa Blanca afirma que gracias a la reforma fiscal habrá créditos y beneficios tributarios producto de inversiones anuales de por lo menos 3.3 billones de dólares. Las derrotas políticas más connotadas de la presidencia Trump fueron los dos intentos que hizo para revocar la llamada Acta de Salud Asequible, conocida como Obamacare. Ni con la mayoría de republicanos en el Congreso Trump logró cumplir su promesa de campaña de revocarlo a “como diera lugar”. Sus desatinos, órdenes ejecutivas, exabruptos racistas y las sospechas que pesan sobre la Casa Blanca por el caso Rusiagate, ya causaron daños políticos. De hecho, tiene al Partido Demócrata en la antesala de arrebatar a los republicanos el control de por lo menos la Cámara de Senadores y la posibilidad de que también lo haga en la de Representantes. En las elecciones celebradas en noviembre pasado para renovar gobernadores en los estados de Nueva Jersey y Virginia, los demócratas derrotaron a los republicanos, quienes tenían el control de esos estados. Más significativa fue la victoria demócrata en la elección especial para senador en el estado de Alabama, donde Roy Moore, el candidato republicano respaldado por Trump, fue acusado de haber cometido pederastia y acoso sexual. La victoria de Doug Jones, el candidato demócrata y ahora senador federal por Alabama, prendió la alarma entre los republicanos, porque no sólo elevó a 49 el número de las curules demócratas en la Cámara de Senadores, sino porque, según los analistas políticos, refleja que Trump puede convertirse en el talón de Aquiles para su partido, de cara a las elecciones de medio periodo del próximo 6 de noviembre. Ese reportaje se publicó el 21 de enero de 2018 en la edición 2151 de la revista Proceso.

Comentarios