Cuarenta años del hallazgo de Coyolxauhqui

domingo, 11 de febrero de 2018 · 09:10
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Dice el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que “no pocas veces ocurre en arqueología que por un hallazgo casual se encuentra algo que guarda primordial importancia para esta disciplina”. Se refiere al descubrimiento del monumental monolito de la diosa Coyolxauhqui, ocurrido la madrugada del 21 de febrero de 1978, por un grupo de trabajadores de la ahora desaparecida Compañía de Luz y Fuerza del Centro (extinguida por decreto presidencial del panista Felipe Calderón el 11 de octubre de 2009). Narra Matos Moctezuma, en el capítulo IV --dedicado a la diosa hermana de Huitzilopochtli-- del volumen Escultura monumental mexica, escrito de manera conjunta con el arqueólogo Eduardo López Luján y coeditado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), Fundlocal y la Fundación Conmemoraciones, que los obreros se encontraban trabajando cerca de la esquina de las calles de Guatemala y Argentina, en el Centro Histórico: “De repente detuvieron sus labores al percatarse que una piedra les impedía continuar adelante. En lugar de romperla para acabar pronto las tareas encomendadas, notaron que ésta tenía relieves y decidieron esperar hasta el otro día para dar aviso a sus jefes”. El investigador detalla en su texto, con fecha y hora exactas, lo que ocurrió entre el hallazgo y la mañana del 28 de febrero, cuando se logró, “en tiempo récord”, excavar la escultura circular de 3.25 metros de diámetro. El motivo de la premura lo expone de esta manera: “…para ese día se había programado la visita del presidente de la República, José López Portillo, con comitiva”. Y deplora: “Resulta lamentable que una visita de esa envergadura provoque precipitación en las tareas arqueológicas, pues puede acarrear pérdida de información. Tanto las esculturas como, poco después, las primeras cinco ofrendas asociadas a la diosa y al Templo Mayor fueron recuperadas con cierta premura por parte del equipo de rescate…” En el texto en el cual Matos Moctezuma relata también cómo el entonces director del INAH, Gastón García Cantú, le encomendó el que posteriormente se llamaría Proyecto Templo Mayor, se reproduce la página de un diario cuyo encabezado reza: “JLP (José López Portillo) ordena seguir explorando.” Y es que el entonces presidente fue decisivo en la controvertida determinación de excavar parte de la manzana del Centro Histórico donde se encuentran las ruinas del espacio sagrado de la antigua Tenochtitlán. Él mismo lo relató al final de su sexenio, como se consigna en la revista Proceso del 2 de enero de 1988: “Aquel 28 de febrero de 1978 sentí pleno y redondo el poder; podía, por mi voluntad, transformar la realidad que encubría raíces fundamentales de mi México, precisamente en el centro original de su historia, místico ámbito de su tragedia dialéctica aún no resulta. Simplemente dije: exprópiense las casas. Derríbense, y descúbrase, para el día y la noche, el Templo Mayor de los aztecas.” Hubo oposición por parte de los defensores del patrimonio virreinal que cuestionaron qué sentido tenía volver ruinas varios edificios para descubrir ruinas. Es decir, ¿es más importante lo prehispánico que lo colonial? En aquel número del semanario Proceso, Matos Moctezuma respondió a la pregunta acerca de la influencia de la voluntad política, e incluso el capricho de un solo hombre, en la investigación científica: “Claro que es decisiva la voluntad política del gobernante; lo que aquí se dio fue una afortunada coincidencia de interés científico y poder presidencial.” Luego de la excavación del Templo Mayor de los Aztecas y tras haber encontrado durante esos trabajos 7 mil piezas, se inauguró en octubre de 1987 el Museo del Templo Mayor, en donde ocupa un lugar preponderante la diosa desmembrada encontrada hace cuarenta años, cuya leyenda sigue asombrándonos.

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