María Alicia Martínez Medrano

martes, 13 de febrero de 2018 · 14:26
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Fundadora en sí la paradoja de la vida que plantea la compañía italiana ricci/forte (Steffano Ricci y Gianni Forte), que presentó esta puesta en escena en la última jornada del Festival Cervantino. Estamos vivos, sí, pero también muertos, siendo el sistema social imperante el que mata cualquier diferencia que, al ser condenada, conlleva a la muerte. El Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena es una propuesta escénica monumental que María Alicia Martínez Medrano llevó a cabo a lo largo de su intensa vida teatral. Decidió hacer teatro con las comunidades indígenas, con actores del lugar y en su lengua original. Dirigir, educar, difundir y profesionalizar a los pobladores de distintas regiones en el mundo del teatro, fue una aportación que cambió la vida de muchos. Desde los setenta llevó a cabo diferentes talleres en poblaciones como las de Haymitún y Mérida en Yucatán; y la de Capácuaro en Michoacán. En 1983 es cuando funda el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena en Oxotán, Tabasco, de la mano de Cristina Payán y Julieta Campos, directora del DIF de la entidad en esos tiempos. Fue todo un acontecimiento el atrevimiento de María Alicia para diseñar espectáculos multitudinarios, con más de 170 actores indígenas y campesinos en escena, hablando en su lengua original, y más de 300 espectadores en espacios naturales como selvas, bosques, valles, ríos y cerros. Bodas de sangre de Federico García Lorca fue el primer espectáculo del Laboratorio y fue reconocido a nivel internacional. Se presentaron en el Festival Latino de Nueva York en 1985, en el Festival Iberoamericano de Teatro en Cádiz y en Madrid en 1987, en el Festival Internacional Cervantino, el Festival Shakespeare de Nueva York en 1990, así como en Francia y en Japón. Bodas de sangre era una versión oxoloteca de la tragedia, donde los olivos se convertían en sembradíos, los azadones en hachas y la boda era una tradicional fiesta tabasqueña. Las dimensiones del espacio natural, la vitalidad de los intérpretes con su ropa y su idioma tradicional, los caballos, la música en vivo, el río corriendo, la mujeres trabajando y los hombres arando, generaban una experiencia alucinante. A esta obra le siguieron muchas otras, como El árbol y La dama boba de Elena Garro, La tragedia del Jaguar creada en comunidad, y Arux de Sabina Berman. De su autoría: De mayas y venados, No me olvides y X’ocen. El proyecto de Martínez Medrano iba más allá de hacer espectáculos. Rebasó el riesgo que se creía podían vivir los actores campesinos e indígenas que se desarraigaban de su comunidad al hacer teatro. Integró el teatro a la comunidad y formó varias generaciones de actores, a través de sus escuelas y talleres. En la actualidad, la escuela en Oxolotán, por ejemplo, cuenta con más de dos mil alumnos. Martínez Medrano es la autora del sistema de enseñanza teatral que se aplica en los Laboratorios de Teatro Campesino que ella fundó: el de Oxolotán, Tabasco, en 1983; el de X’ocen, Yucatán, en 1989; el de Yoreme, Sinaloa, en 1989; y el de México en 1990. María Alicia Martínez Medrano fue una mujer aguerrida que llevó hasta sus últimas consecuencias el hacer teatro en comunidades indígenas. Amplió las perspectivas del teatro campesino y nos hizo ver la muerte a galope con su inmensa capa púrpura arrastrando, recordándonos que tarde o temprano vendrá por nosotros, y que si en esa ocasión eran los amantes por los que estaba allí, hoy por hoy el caballo relinchó en la puerta de María Alicia Martínez Medrano y ella no tuvo más que rendirse después de una larga, larguísima cabalgata. Este texto se publicó el 11 de febrero de 2018 en la edición 2154 de la revista Proceso.

Comentarios