Fujimori vs. Fujimori

sábado, 31 de marzo de 2018 · 09:43
La renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski no sólo se debió a sus turbias relaciones con el caso Odebrecht, sino al pleito –cada vez más abierto e intenso– entre los hermanos Keiko y Kenji Fujimori. La hija y el hijo del exdictador Alberto Fujimori aspiran a gobernar su país y la lealtad familiar no parece detenerlos. La primera, quien ya fue candidata, y su partido ya no son mayoría en el Congreso; el segundo oficializó la división del fujimorismo al anunciar la fundación de su organización política, Cambio 2021. LIMA (Proceso).- Hace un par de años Pedro Pablo Kuczynski derrotó en las elecciones presidenciales de Perú a Keiko Fujimori, pero la hija del exdictador Alberto Fujimori venció al mandatario en una lucha de intrigas y traiciones y forzó su renuncia el pasado miércoles 21. Moisés Mamani, un congresista del partido fujimorista Fuerza Popular, grabó a funcionarios del gobierno cuando le ofrecían prebendas a cambio de que votara contra el pedido de destitución de Kuczynski, que se debatiría el jueves 22. Sería la segunda vez que el mandatario enfrentara un proceso similar. El 22 de diciembre de 2017 el presidente consiguió que 10 de los 71 parlamentarios de Fuerza Popular, encabezados por Kenji Fujimori, hijo menor de Alberto Fujimori, se abstuvieran de votar a favor de su “vacancia” (destitución), acusado de presuntos actos de corrupción relacionados con la empresa brasileña Odebrecht. Kuczynski consiguió dividir a la poderosa mayoría fujimorista cuando aseguró a Kenji Fujimori que excarcelaría a su padre, lo que efectivamente ocurrió el 24 de diciembre mediante un dudoso y cuestionado proceso. Con ello el presidente creyó que el respaldo de un sector de los fujimoristas, con el liderazgo de Kenji Fujimori, le permitiría por fin gobernar con tranquilidad hasta 2021. Pero ni siquiera llegó a la mitad de su mandato. “Relaciones ocultas” El plan original de la familia Fujimori era que la hermana mayor, Keiko, ganara las elecciones presidenciales y una vez en el poder sacaría de la cárcel a su padre. Sin embargo, Ollanta Humala la venció en 2011 y Kuczynski lo hizo en 2016. Las sucesivas derrotas impulsaron a Kenji, el hermano menor, a perfilar una nueva estrategia: acercarse al jefe de Estado y tentar el indulto humanitario para el exdictador, condenado a 25 años de prisión por homicidio y secuestro. Kuczynski vio así la oportunidad de dividir al partido fujimorista Fuerza Popular. “Pedro Pablo Kuczynski perdió la presidencia el día que le prometió a Kenji Fujimori que indultaría a su padre”, declaró un exasesor de Palacio de Gobierno, quien pidió el anonimato. “Le advertimos que nunca se lo perdonaría Keiko Fujimori, pero Kuczynski no escuchaba a sus consejeros”. Una comisión parlamentaria detectó que Kuczynski ofreció asesorías a la empresa brasileña Odebrecht cuando era ministro del gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006), y que esta empresa ganó millonarios contratos de obras públicas en el mismo régimen. La investigación de esta comisión provocó que los partidos de izquierda, respaldados por el fujimorismo, plantearan la “vacancia” o destitución en el cargo del presidente debido a una incapacidad moral para gobernar. Si bien el mandatario pudo sortear la interrupción de su gobierno con el apoyo de la facción fujimorista liderada por Kenji Fujimori, la investigación sobre sus vínculos con Odebrecht continuó y alcanzó niveles de escándalo cuando el exrepresentante de la constructora en Perú, Jorge Barata, confesó que financió con 200 mil dólares la campaña presidencial de Kuczynski. La nueva información sobre las relaciones ocultas de Kuczynski con Ode­brecht creó las condiciones para que nuevamente la izquierda, con el aliento del fujimorismo, promoviera una nueva solicitud de destitución por incapacidad moral para gobernar. La intención del fujimorismo de desaforar a Kuczynski quedó clarísima cuando el pasado martes 6 –tras varios meses de silencio– Keiko apareció en una entrevista por televisión en la que le pidió al jefe de Estado que renunciara y aseguró que prefería que gobernara el primer vicepresidente, Martín Vizcarra. Para el fujimorismo, los deseos de Keiko son órdenes inapelables. “Keikovideos” En los días previos a la votación sobre la destitución o continuidad de Kuczynski en el gobierno, algunos congresistas del sector de Keiko empezaron a deslizar que el gobierno y sus aliados –los parlamentarios “kenjistas”–, habían comenzado a “comprar” votos de congresistas a cambio de obras públicas y otras ventajas. No había pruebas concretas. Estas no tardarían en aparecer y estallarían en el rostro de un gobierno que se limitaba a negarlo todo. Así que Kuczynski nuevamente tuvo que recurrir a su aliado Kenji para tratar de evitar el nuevo requerimiento de destitución en el Congreso. A su vez Kenji organizó a sus congresistas con el propósito de captar a parlamentarios del bando de Keiko y sumar votos contra la “vacancia”, prevista para decidirse el pasado jueves 22. Uno de los escogidos fue el congresista Moisés Mamani Colquehuanca, representante de la región altiplánica de Puno, dueño de varias empresas de seguridad y conocedor de los artilugios del espionaje. Los líderes de la representación de Fuerza Popular convencieron a Mamani para que se convirtiera en “topo” en las filas de los seguidores de Kenji. Provisto de cámaras minúsculas camufladas en lapiceros o botones, empezó a grabar primero las reuniones sostenidas con los congresistas “kenjistas”. De acuerdo con el contenido de las conversaciones, a Mamani le ofrecían reu­nirse con ministros clave para la inversión de proyectos de obras públicas, como el de Transportes y Comunicaciones y el de Vivienda. E incluso le prometieron encuentros con el mismísimo presidente Kuczynski, siempre que votara contra la destitución de éste. El martes 20, en conferencia de prensa, Mamani y la plana mayor de los congresistas de Fuerza Popular divulgaron varios videos de las reuniones con los congresistas “kenjistas” Bienvenido Ramírez y Guillermo Bocángel, quienes le aseguraban la lealtad de Kuczynski si votaba contra la “vacancia”. Le ofrecían la posibilidad de que nombrara a los funcionarios públicos de su preferencia para los principales cargos en la región a la que pertenecía, financiamiento para la construcción y rehabilitación de puentes y carreteras. Para que no dudara, Ramírez y Bocángel dijeron que ellos pudieron hacerlo porque “tenemos el respaldo de Kuczynski, con el presidente sí se puede trabajar”. Las grabaciones clandestinas recordaron a los peruanos los famosos “vladivideos”: las filmaciones que Vladimiro Montesinos, el exjefe de seguridad de Alberto Fujimori, registraba cuando sobornaba a congresistas, políticos y empresarios para chantajearlos. Hoy los audiovisuales son llamados los “keikovideos”, porque se hicieron con conocimiento y probablemente la anuencia de Keiko Fujimori. Mamani simuló que estaba de acuerdo y consiguió que el ministro de Transportes, Bruno Giuffra, organizara una reunión reservada con el mandatario en su residencia del distrito de San Isidro, el lunes 19 a las 19:00 horas. Mamani también lo grabó. El miércoles 21 el fujimorismo soltó las grabaciones de las conversaciones de Mamani con Giuffra, lo que terminó por convencer a Kuczynski de que sus opositores conseguirían los 87 votos necesarios para destituirlo en la sesión del jueves 22. De modo que al mediodía del miércoles 21 el jefe de Estado peruano, a un año y siete meses de iniciado su mandato, optó por la dimisión. Kuczynski renunció porque comprendió que Mamani también lo había grabado. Atemorizado por las consecuencias de que el explosivo material audiovisual estuviera en manos de sus enemigos, los congresistas seguidores de Keiko, eligió abandonar el palacio de Francisco Pizarro. “¿Se imaginan al presidente ofreciendo puestos de trabajo, carreteras o inversiones públicas a un congresista para que no vote por la destitución? No le quedó más remedio que renunciar. Había caído en una trampa”, manifiesta a Proceso una fuente del entorno de consejeros del exjefe de Estado. El viernes 16, justo después de que el Congreso aceptó la renuncia de Kuczynski, el Poder Judicial aceptó la petición de la Fiscalía de Corrupción de Funcionarios para que el expresidente no abandone el país mientras investiga las grabaciones que presuntamente lo implicarían en un caso de supuesta “compra” de votos de la oposición para tratar de impedir un segundo proceso de destitución. En cuestión de horas, Kuczynski pasaría del Palacio de Gobierno al Palacio Judicial. Pleito familiar Sin embargo, la dimisión de Kuczynski no implica que quienes promovieron su salida de la presencia están libres de culpa. Como parte del proceso de investigación de la fiscalía sobre el financiamiento de campañas políticas por parte de la constructora de Odebrecht, el 28 de febrero Jorge Barata, exjefe de la empresa brasileña en Lima, declaró ante las autoridades que abonó 1 millón de dólares para la candidatura de Keiko en 2011, algo reiteradamente negado por la hija del exdictador. Barata también dijo que entregó el dinero en efectivo al brazo derecho de Keiko, Jaime Yoshiyama. El martes 6, mientras Kuczynski buscaba votos contra el segundo pedido de destitución, la policía allanó la residencia de Yoshiyama en busca de evidencias y el domingo 18 un juez ordenó que no abandonara el país, lo que supuso un durísimo golpe para el partido Fuerza Popular y para Keiko. Que el partido fujimorista, la propia excandidata presidencial Keiko y los principales dirigentes se encuentren sometidos a una investigación fiscal por presunto lavado de activos, no los desanimó a emprender un plan para buscar la salida de Kuczynski del gobierno. Creen que con la asunción de Vizcarra podrán desprenderse de los procesos por corrupción, por eso Keiko públicamente expresó su simpatía por éste y sin medias tintas anunció que lo apoyaría si asumía la jefatura del Estado. Fuentes consultadas en el Palacio de Gobierno sugieren que Vizcarra tuvo un acercamiento con el fujimorismo en las últimas semanas, lo que explicaría por qué el viernes 9 aludió a supuestos traidores que conspiraban para destituirlo: “Mi conciencia está limpia y no dejaré que traidores (me destituyan). Y no diré quién”, expresó. Vizcarra fue gobernador de la región Moquegua, en el sur del país, una de las zonas más ricas en minerales. Durante la campaña presidencial de 2016 el fujimorismo habló de supuestos casos de corrupción durante la gestión de Vizcarra. Luego, cuando asumió el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, la mayoría fujimorista forzó la renuncia de Vizcarra, a quien le atribuía una supuesta concertación para favorecer a una empresa en la construcción de un aeropuerto internacional en Chinchero, Cuzco. Pero las desavenencias del pasado parecen haberse disipado, después de que Keiko le manifestó su apoyo resuelto en caso de que sustituyera a Kuczynski. La congresista Maritza García, quien militó en Fuerza Popular y ahora es parte del grupo de Kenji Fujimori, no cree que el partido de Keiko deje trabajar a Vizcarra y que buscará someterlo. “Espero que Fuerza Popular cumpla su promesa y ponga todo de su parte para que deje gobernar al presidente Vizcarra. Eso espero. Sin embargo lo dudo, porque Fuerza Popular desea tener el poder. Mientras tenga esas ansias de poder es muy difícil que lo dejen gobernar. Espero que Vizcarra no agache la cabeza y tengas las cualidades y el carácter que le corresponde como presidente, y que lo haga desde un primer momento. “Si se muestra débil, Fuerza Popular aprovechará esa situación. La cancha está en las manos de Vizcarra y todo depende de cómo se presente él desde un inicio al gobierno. Vizcarra debe dejar que la justicia haga su trabajo para que caiga quien caiga”, dice García a Proceso. El congresista del partido Acción Popular, Yohnny Lescano, consideró que Vizcarra asumirá el gobierno con mucha desventaja. “Entra bien debilitado porque tiene una bancada que de pronto casi ha abandonado al partido de Kuczynski. En esas condiciones la bancada no va a poder sostenerlo y así podría caer en manos del fujimorismo. Hay un riesgo inminente de que sea secuestrado por el fujimorismo”, asegura Lescano a Proceso. Pero el cambio de gobierno no significa el final de otra pelea de fondo: Keiko contra Kenji. Cuando salieron a la luz los audios y los videos grabados subrepticiamente por Mamani, que supuestamente dejaban en evidencia la “compra de votos” de la oposición, con la participación de los aliados de Kuczynski, los congresistas del grupo de Kenji, Keiko lo acusó a través de las redes sociales de prácticas corruptas: “Con profunda decepción y dolor el Perú vuelve a ser testigo de negociaciones para la compra de congresistas”, escribió en su cuenta de Twitter sin precisar que el antecedente inmediato de “compra” de legisladores tránsfugas ocurrió en el gobierno de su padre: “Lamento aún más que mi propio hermano se encuentre envuelto en estas prácticas que tanto daño nos hicieron como peruanos y como familia”. Como era de esperarse, Kenji respondió a su hermana Keiko, a quien le atribuye haber montado la emboscada de las grabaciones clandestinas con un congresista de su bancada: “Lamento muchísimo las bajezas y las actitudes delincuenciales de Fuerza Popular y de mi hermana Keiko al operar con esa actitudes, grabando de manera oculta y tergiversando información. Como hermano me ha dolido, porque esta no es una actitud de hermanos”. Kuczynski no es el único perdedor de la trama. Keiko y su partido Fuerza Popular dejaron de ser mayoría en el Congreso; Kenji oficializó la división del fujimorismo con el anuncio de la fundación de un nueva organización, Cambio 2021, lo que implica que muy probablemente dos Fujimori, Keiko y Kenji, disputen la presidencia de la República en las elecciones previstas para dentro de unos tres años… A menos que Alberto Fujimori decida darle la bendición sólo a uno de ellos. Este reportaje se publicó el 25 de marzo de 2018 en la edición 2160 de la revista Proceso.

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