Malasia, un salto al pasado para mirar el futuro

jueves, 24 de mayo de 2018 · 22:37

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Imposible no evocar los tres mil pares de zapatos, el almacén de ropa y accesorios, y las joyas de la exprimera dama de Filipinas, Imelda Marcos, encontrados en el palacio de Malacañang cuando su marido, Ferdinand Marcos, fue derrocado tras 21 años de férrea dictadura (1965-1986).

En Malasia, a diez días de haber perdido las elecciones parlamentarias, el registro a la residencia del ahora exprimer ministro Najib Razak y su esposa, Rosmah Mansor, arrojó unas 300 cajas con bolsos de mano y otros artículos de marcas de lujo como Hermes y Louis Vuitton; y 72 maletas con dinero en efectivo, joyas y otros objetos de valor.

La inspección fue ordenada por el nuevo gobierno con el fin de recabar pruebas para sustentar el caso de SRC International (SRCI), bajo cuya cobertura Najib creó en 2009, al asumir el poder, un fondo estatal denominado 1 Malaysia Development Berhanrd (1MDB), supuestamente destinado a desarrollar la economía malaya y que acabó acumulando una deuda de alrededor de 12 mil millones de dólares.

En 2012, SRCI fue intervenida por Najib, quien se desempeñaba al mismo tiempo como premier y ministro de Finanzas. Pero tres años después, en el marco de una investigación por fraude iniciada en Estados Unidos, salió a la luz que unos 4 mil 500 millones de dólares de 1MDB habían sido desfalcados al Estado y al menos 680 millones habían acabado directamente en cuentas privadas de Najib y su esposa Rosmah.

En ese momento, el jefe de gobierno se justificó aduciendo que eran “donaciones” de la familia real saudita, aunque no especificó con qué fin y por qué a título personal. Malasia, con 32 millones de habitantes, tiene una población mayoritariamente musulmana y se encuentra en el área de influencia de Riad, que participó en el área energética de ese fondo estatal.

Pero Najib también tomó previsiones prácticas: despidió al fiscal general antes de que formulara cargos en su contra y nombró otro a modo; cerró diarios y revistas y acalló a los medios electrónicos; encarceló a su principal opositor político, Rafizi Ramli; y decretó una ley antiterrorista, que facilitó la detención de cualquier personaje incómodo.

Sin embargo este blindaje no sirvió para frenar el hartazgo popular con la corrupción, acicateado por el creciente costo de la vida y un IVA de 6%. Así, pese a la prohibición de manifestarse, miles de personas gradualmente se lanzaron a las calles portando camisetas amarillas y la leyenda berish (limpieza) –coincidentes por cierto con el color y los lemas enarbolados por Corazón Aquino para derrocar a Marcos en Filipinas–, y exigieron la dimisión de Najib.

Las protestas que se iniciaron en la capital, Kuala Lumpur, poco a poco se extendieron a los suburbios y luego a las zonas rurales, donde la coalición Barisan Nasional (BN), que gobernó el país desde su independencia en 1957, mantenía una relación clientelar. Este quiebre, que algunos analistas calificaron como un “tsunami ciudadano”, fue el que determinó que en las elecciones recientes ganara por primera vez en 61 años un partido de oposición.

Oposición es un decir, porque la estructura del poder en Malasia no da para muchas opciones ni en corrientes ni en figuras políticas. De modo que el gobierno entrante ofrece un perfil bastante singular.

La coalición ganadora, Pakatan Harapan (PH), es liderada por Mahathir Mohamed, de 92 años, quien al igual que Najib siempre perteneció a la Organización Nacional de Malayos Unidos (ONMU), columna vertebral de BN. Es más, al frente de ella Mahathir fue primer ministro de Malasia entre 1981 y 2003. 22 largos años en que si bien el ahora político nonagenario promovió la industrialización del país, también ejerció mano dura y recibió acusaciones de corrupción y nepotismo.

Alejado durante 15 años de los reflectores, Mahathir decidió ahora que ante los crecientes escándalos era momento de volver al primer plano y sacar a Najib del poder. Para ello fundó el PH, con el cual ganó 113 escaños –más de la mitad del total–, muy por encima de los 79 obtenidos por BN y los 18 del Partido Islámico Pan-Malasia (PAS), lo que le permitió formar gobierno de inmediato.

Manos a la obra, Muhathir nombró como viceprimer ministro a la médico Wan Azizah, primera mujer en ocupar este cargo en Malasia; y, dada su avanzada edad, se comprometió a delegar en dos años el poder en el exlíder de oposición, Anwar Ibrahim. Pero ocurre que Ibrahim es esposo de Azizah, con lo que, de asumir el cargo, se daría la peculiar situación de que el primer ministro y su vice serían marido y mujer. A menos que le pida su renuncia, claro.

Además, antes de asumir cualquier puesto, Ibrahim requería ser indultado y excarcleado, ya que cumplía una pena de cinco años, acusado de sodomía. Era en realidad la segunda vez, ya que la primera fue precisamente Mahathir quien lo envió a la cárcel por el mismo cargo, considerado un delito grave en el mundo musulmán.

Ibrahim, de hecho, fue viceprimer ministro de Mahathir durante sus primeros 17 años de gobierno. Pero en 1998, cuando estalló la crisis financiera en el sudeste asiático, la implementación de una reforma anticorrupción los enfrentó, lo que derivó en su despido y posteriormente en la acusación que lo mantuvo seis años en prisión.

Liberado en 2004, Ibrahim decidió pasar a la oposición y fundar el Partido de la Justicia Popular (PKR), que hizo tambalear la victoria del ya entonces primer ministro Najib, en las elecciones parlamentarias de 2013. Dos años después volvió a la cárcel, por supuestamente haber sodomizado a uno de sus subordinados. Él siempre ha sostenido que ambas acusaciones tuvieron motivaciones políticas.

Como sea, luego de que Mahathir fundó su propio partido buscó a Ibrahim en la cárcel para establecer una alianza y derrotar a Najib. También a petición del viejo político, seis días después de su victoria el rey Muhammad V le concedió al reo un indulto completo, lo cual le permitió reincoporarse de inmediato a las actividades políticas.

En medio de estos reacomodos cupulares se dispuso el registro de la residencia del derrotado Najib, más la inspección de otras cuatro casas y una oficina. Se espera que la investigación, bloqueada por las autoridades judiciales afines a él, siga ahora su curso. Por lo pronto, ni el exprimer ministro ni su mujer pueden abandonar territorio malayo.

Mientras, también seguirán las investigaciones en Estados Unidos, emprendidas por el Departamente de Justicia y la Reserva Federal, que a mediados de 2015 descubrieron que cientos de millones de dólares del fondo 1MDB habían sido desviados y blanqueados por personeros del gobierno de Najib o allegados cercanos.

La primer salpicada fue su esposa Rosmah, quien según las autoridades judiciales estadunidenses habría recibido un conjunto de diamantes valorado en 30 millones de dólares, sacados del 1MDB y lavados por el empresario malayo Jho Low. Este mismo personaje habría hecho llegar otra serie de diamantes, con valor de 13 millones de dólares, a la modelo australiana Miranda Kerr.

Pero el escándalo mayor se suscitó cuando se supo que Riza Aziz, hijo del premier malayo, financió con cien millones de dólares la filmación de la película El lobo de Wall Street, dirgida por Martin Scorsese y actuada por Leonardo DiCaprio. Y también se teme que Low, amigo del actor, haya hecho donaciones millonarias a su fundación medioambiental.

DiCaprio, que en todo momento ha colaborado con la investigación, por lo pronto ya devolvió un Óscar que perteneció a Marlon Brando, dos cuadros de Picasso y Basquiat, y una fotografía de Diane Arbus, que Low le dio para subastar. De las damas aún no se sabe si devolverán los diamantes. Y, oficialmente, todavía no hay acusados.

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