La leyenda de Tom Wolfe

domingo, 27 de mayo de 2018 · 12:10
En un diálogo con el novelista de Charras y Península península, el especialista en literatura inglesa Hernán Lara Zavala, al abordar la figura de Tom Wolfe –fallecido el lunes 14 a los 88 años–, remite a sus contemporáneos estadunidenses para situar a “El Nuevo Periodismo” en su exacta dimensión (Norman Mailer, Truman Capote, Gay Talese) y desmitificarlo: Wolfe no lo creó, si bien le dio nombre y fue el teórico del movimiento. En México designa a Carlos Monsiváis y a Vicente Leñero como los herederos. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Tras la muerte de Tom Wolfe el lunes 14 de mayo en un hospital de Manhattan, a sus 88 años, considerado la leyenda artífice del movimiento de “El Nuevo Periodismo” (The New Journalism, 1973), el experto en Literatura Inglesa de la UNAM, editor, académico y escritor Hernán Lara Zavala revela desde su biblioteca en San Nicolás, al sur de la capital: “Wolf no lo creó, el intento de un nuevo periodismo literario viene desde muy atrás. El primero que en realidad lo cristalizó en Inglaterra es Charles Dickens (1812-1870), quien sabía taquigrafía; entonces, muchos de los artículos que publicaba en los periódicos ya tenían el tono novelístico. “Tom Wolfe le llamó el New Journalism, porque aunque ya estaba en el aire pues, te digo, venía desde Dickens, Wolfe finalmente teoriza sobre ello y le da un nombre a la escuela, ¿no? Sin embargo, ya lo habían hecho Truman Capote y Norman Mailer con éxito. El otro que también vale ahí la pena mencionar es Gay Talese, también colega del grupo del New Journalism”. Hacia el verano de 1833, el futuro crítico victoriano Charles Dickens fue contratado para redactar los reportes de los debates parlamentarios, cargo que le creó fama de escribir rápido y preciso. Sus primeros Sketches by Boz se publicaron en revistas a los 21 años de edad. Lara Zavala ha considerado a Dickens “la figura más importante después de Shakespeare”, y niega que Wolfe (nacido en Richmond, Virginia, marzo 2 de 1930) abriera las esclusas de las corrientes literarias de ficción para confluir en la noticia periodística: “Me parece que el primero de todos ellos fue Truman Capote, quien antes de escribir A sangre fría (In Cold Blood, 1966) ya poseía un estilo que se observa, sobre todo en sus ensayos, si bien tiene otro libro muy bueno, Se han escuchado las musas (The Muses are Heard, 1956). Él la hizo de comparsa, vamos a decirlo así, ya que estaban poniendo la famosa obra Porgy & Bess, de George e Ira Gershwin, y acompañó al elenco de The Everyman’s Opera y sus creadores que la presentaron tocándola en la URSS.” La primera parte de Se han escuchado las musas se publicó originalmente en The New Yorker, brindando título al libro “un discurso del ministro de cultura soviético”, quien expresó a los músicos: “Cuando los cánones se escuchan, las musas callan. Cuando los cánones callan, las musas se escuchan”. Sigue: “Tiene otro valioso libro que se llama Ladran los perros (The Dogs Bark: Public People and Private Places, 1976), con artículos que publicaba especialmente en revistas, pero ya con tono del Nuevo Periodismo.” Wolfe en la hoguera Premios Elena Poniatowska y de la Real Academia Española por su novela Península península (Alfaguara, 2008, Proceso 288), Hernán Lara Zavala (Ciudad de México, 1964) enlista además a la cabeza del movimiento a Norman Mailer, cuyo volumen La canción del verdugo (Pulitzer 1979) “es prácticamente testimonial, la compañera de A sangre fría”.    Mailer muy pronto se dio cuenta de que no quería hacer más novela, “sino quería trabajar noticias o actividades que eran del orden periodístico, pero al cual él le dedicaba libros; tal vez el más famoso o uno de los más célebres fue el del 68, que cubre lo que pasó en Estados Unidos durante el famoso juicio de Chicago…”. Autor de De Zitilchén (FCE 1981, Proceso 288) se refiere a la novela de no ficción Miami and the Siege of Chicago: An Informal History of the Republican and Democratic Conventions of 1968. Y se lanza: “Quien da forma al término ‘El Nuevo Periodismo’ allí sí que es Tom Wolfe, lo dice en una entrevista que se publicó hace añísimos (y ahorita me acordé por tu llamada) en la revista Rolling Stone. Empezó a aprender las técnicas del Nuevo Periodismo y así descubre las suyas propias. Todo lo que él hace lo voy a resumir en muy pocas palabras: No tratar la noticia como algo frío, donde nada más das la información en lo que te basas, es decir: La pirámide periodística del lead o entrada en una nota con las cinco premisas de ‘quien, cómo, cuándo, dónde, por qué’; sino que él se mete como si fuera un novelista, con comentarios subjetivos sobre los hechos que está narrando.” Uno de los métodos que utilizó Wolfe fue “el empleo del ‘presente histórico’, o sea, el presente del indicativo: ‘digamos’. Empieza a hablar no como algo que ocurrió, sino en presente; lo cito: ‘No sé cómo di con esto, pero cuando escribes una novela de no ficción, el mejor método es el presente histórico’. También destaca la utilización de la segunda persona del singular, cuando expresas ‘sales, entras, dices…’ para cualquier historia, cual hace Carlos Fuentes en Aura (Era, 1962). Y después: ‘La construcción de escenas una por una… contar una historia total por medio de una secuencia de escenas, más que como una mera narración histórica’, son datos muy buenos por parte de él. Ir seccionando lo que vas a contar, por secuelas”. Este recurso lo aprovechó Lara Zavala en su primera novela Charras (Joaquín Mortiz, 1990), testimonial sobre el movimiento sindicalista de Yucatán en 1974: “Para qué te voy a decir que no… Porque en lugar de narrar toda la historia vas agarrando pedacitos, ¿me entiendes? Y luego dice Wolf (pronuncia “wuulf”): ‘El uso de los diálogos, el diálogo directo’ y ‘el uso de los detalles’, por ejemplo: ‘Notar la ropa que usa la gente, sus características del lenguaje, la manera como tratan a los niños’. Lo dice allí: ‘Todo esto indica cómo una persona entra en la sociedad’.” –…De igual modo que describe usted a su personaje en la Guerra de Castas, el médico Fitzpatrick, de barbas y pipa en Península península… –Así es. Los detalles son siempre trascendentales. Y casi al último, el cuarto punto de vista: “Describir escenas a partir de una mirada particular”. Que no es cualquier mirada, ¿eh?; tales son las técnicas que Wolfe propone. –Era un personaje sofisticado… –Tom Wolfe cultivó de una manera muy clara su posición de dandi. Bastante excéntrico porque siempre vestía de traje blanco, con sombrero, su camisa y chaleco blancos, zapatos claros o de dos tonos, una corbata quizá de colores, era también un poco como Oscar Wilde; una manera de hacerse notar no nada más con su estilo literario, sino también de ser. –O como Lord Byron. –Y como los aristócratas del sur de los Estados Unidos, como los caballeros sureños que tan bien pinta William Faulkner. “Mailer adoptó el papel del cabrón gandul, del bravero, buscapleitos, y Capote el del gay con cara de niño, además chaparrito, ¿te acuerdas de su famosa frase que dice: ‘Soy homosexual, soy drogadicto, soy un genio’ [de “Nocturnal Turnings, or How Siamese Twins Have Sex”, en Música para camaleones (Music for Chameleons, 1980)]?” –¿Es La hoguera de las vanidades (1987) el gran libro de Tom Wolf? –No. Yo creo que fue más interesante como periodista que utilizó todos los recursos literarios para llevarlos a las revistas y a los diarios, conforme su teoría del New Journalism. Me parece que aquella novela de Tom Wolfe es bastante malita, no me gustó. Hasta la hicieron película”. Monsiváis y Leñero Si de literatura mexicana se trata, los antecedentes de la crónica y del Nuevo Periodismo nos remontan a Bernal Díaz del Castillo y las Cartas de relación de Hernán Cortés, conforme Carlos Monsiváis sugiere en A ustedes les consta. Antología de la crónica en México (Era, 1980), donde elogia: “Desde un punto de vista formal, una influencia muy renovadora en la crónica es, en algunos aspectos, el New Journalism, el nuevo periodismo norteamericano… Si como tendencia dominante, el New Journalism es desplazado por el reportaje de investigación a-lo-Watergate, como tendencia impone perdurablemente actitudes y procedimientos.” En Leyendo a Monsiváis (UNAM, 2013), Linda Egan expone: “Carlos Monsiváis siempre tendrá fama por su primer libro de crónicas, Días de guardar, publicado en 1970 y hecho de piezas de periodismo artístico cuyo discurso literario dialoga con el New Journalism norteamericano. Este libro paradigmático incluye una trilogía inmejorable sobre el Movimiento Estudiantil de 1968…” Egan propone que “Carlos Monsiváis tiene que verse como el heredero auténtico de Bernal Díaz (La verdadera historia de la conquista…), pionero del género español y americano de la tradición hispánica de la literatura de lo real inmediato”. Ella escribe en el apartado “Cronista paradigmático”: En su uso “excesivo” del ícono pictórico y el detalle personal de la historia con h-chica (la pequeña historia que Miguel de Unamuno llama la infrahistoria), la crónica actual de México es el descendiente del primer, más influyente y duradero género del arte escrito en la América Latina. –Yo creo que dos de los grandes herederos mexicanos de Tom Wolfe –manifiesta Hernán Lara Zavala a Proceso– son Carlos Monsiváis, y el otro, ¿sabes quién es? Leñero. Creo que Vicente Leñero le entró muy bien a la parte de la ficción novelística, a la no ficción. “Por eso quien intervino muy bien en fijarse en los detalles, tics o características de los personajes fue Leñero. Los periodistas (Planeta, 1978) es un típico producto del Nuevo Periodismo. Acuérdate: hablando del golpe a Excélsior, o hablando de la huelga estudiantil del 68, o de Heberto Castillo y Julio Scherer. Leñero hace que las personalidades políticas se conviertan en caracteres”. –¿Existen indicios de New Journalism en los Inventarios de José Emilio Pacheco?       –No –ataja Lara Zavala–, José Emilio Pacheco era diferente. Pero vamos a decir: Batallas en el desierto (Era, 1981) no es estrictamente una novela testimonial, es una ‘novela novela’. Lo que pasa es que sí recrea muchos momentos de la ciudad. Recurre a los programas de la televisión, las bodas, las luchas, los actores que estaban en boga… “Aunque en México hay, por ejemplo, muy buenos cronistas que hacen aquel tipo de crónica subjetiva. Hay dos cronistas más jóvenes que yo, quienes me están faltando: Jaime Avilés y Emiliano Pérez Cruz. No es tanto que cualquiera pueda sentirse ya un magnífico periodista por intercalar literatura y periodismo; pero a lo mejor The New Journalism hasta se convirtió en un vicio de la crónica en México.” –Wolfe influyó asimismo a la Generación Beat, ¿no? –No, los beats eran otro rollo. Los beats eran más pachecos que Wolfe.   Este texto se publicó el 20 de mayo de 2018 en la edición 2168 de la revista Proceso.

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