En los museos del INBA, muy poco que celebrar

lunes, 28 de mayo de 2018 · 10:44
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ante la discrecionalidad, opacidad e impunidad que existe en la gestión museística del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el Día Internacional de los Museos que se celebra cada 18 de mayo debería ser un pretexto para autoevaluar públicamente la gestión de cada recinto adscrito a la institución. Por ejemplo, se podría informar sobre el estado que existe entre la misión de los museos, su vocación –definida por la colección–, y el impacto estético que tienen sus actividades en la conciencia artística de los distintos públicos: Los museos del INBA, ¿construyen valor para el arte mexicano? El pasado jueves 17, en la subasta de arte latinoamericano que celebró Subastas Morton en la Ciudad de México, se evidenció el poco valor simbólico que tiene nuestro arte moderno en el mercado nacional. Mientras una pintura muy menor del francés Antoine Tzapoff (1945), que reinventa la fisonomía de la actriz María Félix y reinterpreta las estéticas neomexicanistas se vendió en 4 millones 400 mil pesos –rebasando por más de dos millones de pesos su precio estimado de 1 millón 200 a 1 millón 800–, varias piezas excelentes de creadores mexicanos emblemáticos carecieron de puja. Entre ellas, una piroxilina de David Alfaro Siqueiros de 1966 con precio estimado de 3 a 4 millones de pesos, una naturaleza muerta que pintó  María Izquierdo en 1932 con un estimado de 2 millones 600 mil a 3 millones de pesos, y una preciosa tinta de Roberto Montenegro –El fusilado–, estimada entre 40 y 60 mil pesos. La pintura temprana de Diego Rivera (Viscaya, 1907), aun cuando tampoco se vendió, no sirve como comparación porque su estimado era mucho más alto: de 10 millones 900 mil, a 15 millones de pesos. Con algunas actividades paralelas más adecuadas para una casa de la cultura que para un museo de rango nacional que posee una valiosa colección de arte moderno mexicano, el Museo Nacional de Arte (Munal) es un ejemplo de la desorientación y discrecionalidad que existe en la gestión museística del INBA. Centrado en una estrategia de comunicación efectista que exalta valores artísticos inexistentes (Proceso, 2163), y utiliza los espacios arquitectónicos más relevantes del inmueble para promover actividades ajenas al acervo –como clases de baile o sesiones de meditación–, el Munal, si bien cuenta con una numerosa comunidad virtual, ¿ha logrado construir valor para su acervo?, ¿cuántos de sus numerosos seguidores en Facebook reconocen las principales piezas de la colección, puede narrar sus historias, identificar sus autores, experimentar su propuesta estética, seleccionar su preferida y ubicar su significado en el contexto del arte mexicano e internacional?  Otro aspecto que se debe transparentar es la función, operación, influencia administrativa y aportaciones de los patronatos. ¿En qué consiste su aportación y cuáles fueron las actividades que financiaron en un periodo específico; cuántas visitas guiadas por el director realizaron a ferias, bienales, galerías y talleres de artistas tanto en México como en el extranjero; cuántas obras, de qué artistas, a qué precio y bajo qué modelo financiero se adquirieron durante el periodo en cuestión?  Las relaciones con el mercado son otro apartado que requiere transparencia. No sólo por el valor legitimatorio que el museo otorga sino, también, porque generalmente los miembros de los patronatos son también coleccionistas. ¿Cuáles son los criterios y normativas que ordenan la selección de los artistas, qué beneficios aportan las galerías para ser mencionadas en las cédulas, y cuáles son sus obligaciones considerando que se han convertido en una especie de proveedores museísticos? Y por último, ¿qué instancias y personas conforman el órgano de gobierno de cada museo?   Este texto se publicó el 27 de mayo de 2018 en la edición 2169 de la revista Proceso.

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