'El azaroso arte del engaño”, por Gerardo Herrera Corral

viernes, 1 de junio de 2018 · 17:56
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Nacido en Delicias, Chihuahua, hace poco más de medio siglo, Gerardo Herrera Corral publica su nuevo libro "El azaroso arte del engaño" (Historias del mundo de la casualidad y la estadística), en la editorial Taurus de Penguin Random House Mondadori. Doctor en Física por la Universidad de Dortmund, Alemania, con estancias posdoctorales en el Fermi National Accelerator Laboratory (Chicago, Estados Unidos), así como en el Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas (Río de Janeiro, Brasil), Herrera Corral es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III). Ofrecemos el prólogo de El azaroso arte del engaño, escrito por el también autor de volúmenes como El Gran Colisionador de Hadrones. Historias del laboratorio más grande del mundo (2013), El Higgs, el universo líquido y el Gran Colisionador de Hadrones (2014) y Universo: la historia más grande jamás contada (Taurus, 2016). El error En la muy amplia colección de desaciertos humanos hay historias memorables; recordarlas nos ofrece la posibilidad de aprender. En la larga lista de equivocaciones, las que se enmarcan en el mundo de la aviación son fascinantes, quizá porque ahí intervienen dos pasiones definitorias del homo sapiens: la tecnología y el anhelo de volar. En ese mundo hay episodios ejemplares. Una de estas historias comenzó en 1997 en el sur de Asia. […] El 19 de diciembre de 1997, en vísperas de la Navidad, despegó de Yakarta, Indonesia, el avión más nuevo de la flota de SilkAir, un Boeing 737 con 97 pasajeros a bordo y una tripulación con probada experiencia. El avión partió a las 15:37 para un vuelo de 80 minutos a Singapur con cielo despejado. A las 15:53 la aeronave había alcanzado la altitud de 10 mil 668 metros. Minutos después la grabación de voz y luego la grabación de datos fueron desactivadas. Posteriormente el avión comenzó a descender con rapidez. El radar mostró una inmersión súbita, casi vertical, en la que la aeronave perdió 5 mil metros en sólo 30 segundos para luego desaparecer de la pantalla. Cayó en el río Musi a casi 100 metros de una aldea en la isla Sumatra de Indonesia. De acuerdo con los testigos, el avión zumbaba con intensidad mientras se precipitaba como un misil. Debió superar la velocidad del sonido antes de estrellarse y sus estructuras se hicieron pedazos en pleno vuelo. En el accidente murieron 104 personas. Unos días más tarde la caja negra fue encontrada y enviada a Estados Unidos para que fuera analizada mientras se recobraban pedazos de la nave. Entre éstos fue hallada una pieza conocida como unidad de control de potencia, la cual controla el movimiento del timón de profundidad. Éste define la orientación cambiando el cabeceo de la aeronave, es decir, hace ascender o descender al avión. Sin embargo, la pieza recibió poca atención porque en ese momento se anunció, de manera inequívoca, lo que los restos encontrados revelaban: “Al momento del choque, los motores estaban trabajando a toda potencia y los mandos en la cabina habían sido seleccionados para que la proa fuera hacia abajo”. Esto indicaba que el avión había sido estrellado intencionalmente. […] El despacho de abogados consiguió llevar este aparato a Estados Unidos para un análisis de microscopia que develó la presencia de grumos resultado de un acabado imperfecto. Este pequeño inconveniente debió ocasionar que la nave girara en sólo cinco segundos para luego caer en picada. Los pilotos hicieron lo que debían hacer según los manuales de Boeing: acelerar al máximo con la proa hacia abajo para recuperar la posición normal. Esta maniobra se practica con frecuencia en el simulador de vuelo del Boeing 737. El día del accidente, en condiciones reales, la maniobra no dio los resultados previstos. Como parte de las indagaciones se pudo mostrar de los archivos de la aerolínea que la grabadora de voz había sido sustituida por una usada previamente en otro avión. En vuelos anteriores, esta grabadora se había detenido en lapsos que variaban de cuatro segundos a once minutos. La Corte de Los Ángeles, California, falló en favor de las víctimas y la compañía Parker Hannifin pagó una indemnización a los familiares afectados. La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos ordenó a Boeing revisar casi 5 mil naves modelo 737 para buscar posibles defectos en la unidad de control del timón de profundidad. A la compañía Parker Hannifin se le ordenó hacer un nuevo modelo de válvulas para sustituir las que estaban en funcionamiento en ese momento. Los nuevos sistemas deberían estar funcionando en todos los aviones para el 2008. Los errores están con nosotros, son parte de nuestra existencia. La realidad de las cosas no es ignorada por el ingenio humano que ha llegado a crear compañías de seguros para sacar provecho con la previsión del desatino. Tanto tiempo hemos vivido con el error que hemos aprendido a generar beneficios de su inevitable existencia. “El error es una discrepancia del conocimiento con la realidad, una falsa concepción”, dice Alberto Nava en su libro El error en el derecho penal. Los errores no son sólo parte de nuestras vidas, están también en el material biológico que nos forma porque la vida misma es resultado de una multiplicidad de equivocaciones. Los seres vivos llegamos a ser lo que somos por el cambio continuo de la estructura genómica. Las mutaciones se dieron de manera espontánea, probablemente como fluctuaciones termodinámicas en lo más profundo de las células. El código grabado en nuestros genes se equivocó una y otra vez para que, al fin, una de las múltiples configuraciones acabara prevaleciendo. En otras palabras, los seres humanos somos producto del error y del azar.

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