Julia Lezhneva et les violons du Roy

miércoles, 27 de junio de 2018 · 21:16
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Una verdadera sensación en el mundo de la ópera a sus tan sólo 29 años de edad es la soprano rusa Julia Lezhneva, quien después de triunfar en los principales teatros y salas de concierto de Europa llegó a nuestro país y, en un único y por demás recordable concierto, refrendó aquí sus internacionales laureles. De una forma especial, además, ya que estuvo enmarcada nada menos que por el igualmente prestigiado internacionalmente conjunto de Les violons du Roy (Los violines del Rey, escrito rey en francés antiguo). El concierto estuvo prácticamente a Händel ya que, aparte de sus creaciones, sólo una obra de otro compositor incluyó el programa, el aria “Agitata da due venti” de la prácticamente desaparecida Griselda, ópera de Antonio Vivaldi. Lo escogido de Händel fue: obertura y aria “De tempeste il legno infranto”, de la ópera Giulio Cesare in Egitto (conocida también como “Julio César”), el Concerto grosso No. 5, catálogo HWV 323; la conocida aria “Rejoice, Greatly” del famosísimo oratorio El Mesías; el aria “Brilla nell’alma” de la ópera Alessandro, que alude a Alejandro el Grande y que, también, ha desaparecido de los escenarios; la obertura de otra rareza, Agrippina. Continuando con el repertorio poco común, las arias “Un pensiero nemico de pace” y “Lascia la spina”, del oratorio Il trionfo del tempo e del Disinganno (El triunfo del tiempo y del desengaño); y el Concerto grosso No. 7, del catálogo HWV 325. Como puede verse, un repertorio que no es lo usual en nuestros escenarios, lo cual da ya una particularidad especial a este concierto que, igualmente de inicio, tuvo otras dos: el ser único, y la valiosísima de haber conjuntado, por primera vez hasta donde sé, al afamado grupo canadiense de Los violines del Rey con esta cantante que en verdad encanta. La combinación programática otorgó el franco despliegue de facultades tanto a los atrilistas como a la cantante, permitiéndoles pleno lucimiento por separado, pero también cuando se integraban para interpretar este repertorio que de fácil no tiene nada, ya que se trata de barroco puro tanto vocal como instrumentalmente, y ya sabemos que esa música debe ser tratada de manera especial. Afortunadamente tanto los reales violinistas como la cantante conocen bien este tipo de música, y eso permitió la presentación gozosa que nos llevó a disfrutar de uno de los mejores conciertos del año, dada la calidad de sonido y compenetración que han alcanzado los canadienses gracias a sus treinta y cuatro años de trabajo conjunto, bajo la dirección de su fundador, Bernard Labadie, y a la voz y calidad interpretativa de la joven soprano que auténticamente es un sol que ilumina todo el teatro. Si bien todas sus intervenciones fueron regocijantes y verdaderamente entusiasmaron, en la bellísima “Lascia la spina”, que a fuerza de aplausos fue obligada a repetir, auténticamente nos remontó a las alturas, entendiendo por qué se dijo de ella que es una “voz angelical”.

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