Compañía de Teatro Penitenciario

martes, 3 de julio de 2018 · 19:39
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La profesionalización de las compañías y los proyectos teatrales que surgen dentro o fuera de prisión es una propuesta de gran relevancia tanto a nivel artístico como social. Concursos de dramaturgia, talleres y puestas en escena al interior o exterior de los reclusorios, y la formación de una compañía con expresidiarios, son algunas perspectivas que se le ha dado a la expresión artística de personas que han estado o están privadas de su libertad. Desde hace ya casi 10 años, el Foro Shakespeare se ha ido constituyendo como una de las iniciativas más fuertes que trabaja en la prisión de Santa Martha Acatitla y que hace un par de años ha creado la Compañía de Teatro Penitenciario externa, a través del 77 Centro Cultural Autogestivo, con una visión de reinserción social. Ahora, junto con el Colectivo Escénico el Arce y la Coordinación Nacional de Teatro del INBA, se realizó un Ciclo de Teatro Penitenciario en el que se presentaron dos obras: Casa calabaza de Maye Moreno, que fue premiada en el concurso de obras de teatro de internos en 2014, y que posteriormente dirigió Isael Almanza; y La mordida, creada con la Compañía de Teatro Penitenciario bajo la dirección de Artús Chávez. La mordida, que continúa en repertorio dentro de la compañía, es una comedia hecha en 2016 a partir del objetivo, casi imposible de cumplir, de obtener la firma y el sello de un permiso para que un joven pueda abrir una taquería. Cuatro personajes, que logran provocarnos muchas risas, están metidos en una oficina repitiendo comportamientos y vicios de la burocracia que padecemos. El típico “Espéreme tantito”, “hay que respetar el protocolo”, “si usted me ayuda, yo lo ayudo” o el clásico “qué más quisiera yo”, son frases que cualquier espectador reconoce e identifica. Las rutinas de clown, los gags verbales y de acciones y los chispazos de humor nos van llevando por situaciones que llegan al absurdo. Es una anécdota mínima que evoluciona y gira con pocos elementos. El implicado pasa de la negativa para firmar al “vuelva en diciembre”; de la espera infructuosa al “le falta un documento”; del rechazo definitivo a la violencia desesperada. Artús Chávez sabe conducir y potencializar las cualidades histriónicas de Javier Cruz, Ismael Corona, Antonio Hernández y Héctor Maldonado, de la Compañía de Teatro Penitenciario. Cada uno, en su personaje, proyecta con energía diferentes intenciones y actitudes. Están el funcionario en jefe y su secretario, que confabulan y trabajan lo menos posible; el chalán mudo, que hace las veces de bolero, vendedor, policía y masajista; y la víctima: un joven honrado y trabajador. Son situaciones externas e internas que muestran a lo que nos enfrentamos diariamente: la araña del parquímetro, la hora del almuerzo de los funcionarios, los trámites absurdos y la mordida como última solución a la que se le pregunta al público si aceptar o no. Dentro de la lógica realista, se inserta la lógica del clown y del bufón, la lógica ilógica que hace una metáfora de lo que les sucede a los personajes. Y ahí está la pirinola de la que depende si procede o no procede un trámite; o el masaje con un karateka o el jugar al avión o a la cuerda esperando salirse con la suya. El humor blanco es muy divertido y al mismo tiempo cuestiona abiertamente la corrupción, la ineficiencia y el anquilosamiento de la atención a los ciudadanos. La desesperación que vive la víctima se contagia y se prolonga en el trayecto de la obra, hasta preguntarnos por las soluciones viables. La mordida es una obra ingeniosa y bien hecha que la Compañía de Teatro Penitenciario tiene en su repertorio. Ahora también están presentando La espera de Conchi León en el Foro Shakespeare y Ricardo III y Esperando a Godot, dirigidas por Itari Marta en la Penitenciaría de Santa Marta Acatitla. Este texto se publicó el 3 de julio de 2018 en la edición 2174 de la revista Proceso.

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