A 39 años del triunfo, Ortega desbarranca al FSLN

miércoles, 18 de julio de 2018 · 07:47
MANAGUA (apro).- Escoltados por decenas de efectivos de su seguridad personal y policías, el viernes 13 Daniel Ortega y Rosario Murillo entraron a la ciudad de Masaya –a unos 24 kilómetros de la capital nicaragüense– donde, en vez del desborde popular, un gesto de desprecio les golpeó la cara a lo largo de casi un kilómetro de su recorrido: la gente no salió de sus casas, las viviendas permanecieron cerradas y las calles, en silencio. No fue sino hasta que la caravana presidencial se acercó a su destino, la sede policial de Masaya, cuando unos pequeños piquetes de simpatizantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) salieron a recibir a la pareja presidencial, enarbolando banderas rojinegras. “Masaya y Monimbó ya no celebran. Están dolidos por sus muertos”, comenta con amargura el sacerdote Edwin Moreira, párroco de la iglesia San Miguel, quien llegó a esta ciudad hace tres años y medio y se ha ganado el corazón de la población, intercediendo por los jóvenes capturados en la lucha cívica que libran este municipio y el país desde el pasado 18 de abril. Ese día comenzaron las protestas populares contra las reformas a la seguridad social, entre las que destaca un impuesto a las pensiones de los jubilados. Eso despertó una indignación enorme, que se tradujo en protestas en las ciudades de León y Managua, que fueron brutalmente reprimidas. Entre el 18 de abril y el 25 de junio, la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos, en un informe preliminar, contabilizó 30 muertos en la ciudad de Masaya: 28 civiles y dos policías. La mayoría cayó bajo fuego de fusiles AK-47 y Dragunov, éstos, especiales para francotiradores. Entre los muertos está Junior Steven Gaitán López, de 15 años, asesinado el pasado 2 de junio de un disparo en el tórax. Moreira no olvida esa ejecución. “Murió a las cinco de la tarde, cerca de la iglesia San Miguel. No estaba armado. Un policía lo detuvo, lo puso de rodillas, el muchacho le pidió que no lo matara, pero él le disparó y lo mató”, cuenta el sacerdote durante una conversación en Managua, en vísperas de que Ortega celebrara “El Repliegue”, una acción guerrillera contra la dictadura somocista. El religioso –con 28 años de trayectoria sacerdotal– refiere que ese 2 de junio también fue ejecutado otro muchacho, al que apodaban El Mono. Se asegura extraoficialmente que una policía lo ejecutó a sangre fría. “Todos los muertos me han impactado. Es muy cruel todo lo que estamos viviendo”, dice Moreira. “Es increíble, aquel guerrillero (Ortega) que combatió una dictadura, hoy se ha convertido en un dictador. Se ha muerto el entusiasmo por Ortega, ese apoyo. Habrá sus cuantos todavía que son orteguistas, pero Masaya ya no”. El viernes 13 Ortega y Murillo, junto con sus escoltas, llegaron a la estación policial de Masaya donde se reunieron con oficiales, suboficiales y efectivos de la Policía Nacional. Algunos estaban encapuchados. Para elevarles la moral, la pareja presidencial fue saludándolos y abrazándolos. Una de las agentes del destacamento le comentó a Ortega, precisamente, que la acusaban de haber ejecutado a un muchacho y por temor tuvo que sacar a su familia de la ciudad. Quizás esperó un gesto de apoyo del mandatario, pero éste sólo le palmeó el hombro y siguió caminando. Al concluir los saludos llegó la hora de tomarse selfies con Ortega y Murillo. Primero fueron los policías y luego, militantes y simpatizantes –unos 300– que llegaron a vitorearlos y aclamarlos. El reportero de la televisión oficialista que transmitía el evento en vivo, decía: “La compañera (militante) está cumpliendo su sueño, una foto con el comandante”. Mientras tanto Masaya seguía despreciándolos, manteniendo cerradas las puertas y ventanas de sus viviendas. Minutos después, al concluir el acto en la estación policial, Ortega y Murillo abandonaron la ciudad de la misma forma en la que entraron: ante la indiferencia y un silencio sepulcral.  El FSLN, al abismo Para el comandante guerrillero y general en retiro Hugo Torres, la movilización de Ortega y Murillo a Masaya fue un “rotundo fracaso”, pues sólo pequeños piquetes de seguidores fueron a saludarlos. En su opinión, así se evidencia el aislamiento político que rodea a la pareja presidencial. “La masacre de más de 350 personas, entre ellos 25 menores, ha tenido un impacto muy fuerte entre las bases del Frente Sandinista. Hay muchísimos militantes del FSLN que están asqueados con lo que está pasando, porque no aprueban que estén cometiendo estos crímenes horrendos contra personas indefensas que sólo reclaman libertad, justicia y democracia”, dice en entrevista con apro. Torres, general retirado del ejército en 1999, fue uno de los participantes del célebre operativo de diciembre de 1974 ejecutado por un comando del FSLN en la vivienda de un funcionario –Chema Castillo– vinculado estrechamente con el dictador Anastasio Somoza. La acción fue un éxito, pues Somoza se vio obligado a acceder a las demandas rebeldes: la liberación de los presos políticos, entre quienes estaba Daniel Ortega Saavedra, detenido siete años antes. También participó en el asalto al Palacio Nacional, en agosto de 1978, otra de las acciones guerrilleras exitosas del FSLN, que trascendió a nivel mundial. Hoy Torres es un fuerte opositor y crítico de su excompañero de armas Daniel Ortega, desde las filas del Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), que se desprendió del FSLN en 1994. “Esos crímenes provocan repugnancia en gente del FSLN que todavía tiene humanismo en su conciencia, y eso se ha traducido en una pérdida acelerada de apoyo a Ortega entre sus propias filas”, reitera. Según los resultados del Estudio de Opinión Pública Nicaragua #90, que CID Gallup realizó en Nicaragua del 3 al 14 de mayo de este año, en todo el territorio nacional, a través de un muestro mixto (personal y telefónico), 70% de los entrevistados estaba de acuerdo –desde entonces– con la salida de Ortega del poder. Días atrás, Carlos Denton, director de CID Gallup, confirmó que entre ese 70% de nicaragüenses que demanda la salida de Ortega, hay simpatizantes sandinistas. “Hay una tercera parte, entre los simpatizantes sandinistas, que apoya la renuncia de Daniel (Ortega). Hay sandinistas que piensan que se debe ir”, afirma Denton en entrevista. “Está próximo el derrumbe de Ortega con toda esta masacre. Se está enterrando él, junto a las pretensiones del establecimiento de una dinastía familiar”, agrega Torres. Cabe recordar que Ortega, violando la Constitución –que prohibía explícitamente la reelección– se amparó en una resolución de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, bajo su control total, y se reeligió en 2011. En 2017 volvió a competir por un tercer mandato consecutivo y eligió como pareja presidencial a su esposa, Rosario Murillo, abriendo así el paso a un nuevo proyecto dinástico en la historia nicaragüense. “El futuro del FSLN dependerá de los cuadros y los militantes que han guardado distancia de estos crímenes y que están preocupados precisamente por ese futuro, y que van a tratar de salvarlo como un remanente de la historia de Nicaragua, como una expresión de la lucha contra la dictadura de los Somoza”, reitera Torres. “Ortega, sin embargo, está poniendo en riesgo ese futuro, porque en la medida que arrastra al crimen a algunos de los viejos militantes, y a retirados del Ejército y del Ministerio del Interior, está arrastrándolos al abismo junto con él”, insiste. Pero Torres lamentó que aún no se alzan voces críticas en el seno del FSLN contra el actuar de la pareja presidencial, de la Policía Nacional y de las fuerzas parapoliciales. Discurso religioso Amparándose en ese silencio entre sus partidarios, Ortega y Murillo han emprendido una ofensiva militar contra los principales tranques (cierre de carreteras) levantados por la población, los estudiantes y por el movimiento campesino. Ese operativo empezó semanas atrás, poco después de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos presentó su Informe Final ante el Consejo Permanente de la OEA, el 22 de junio. Tras esa ofensiva militar, Ortega ha desmontado los tranques en diversos departamentos del país, y emprendió una ofensiva final el domingo 8, con el ataque a las ciudades de Diriamba y Jinotepe, más de 40 kilómetros al sur de la capital. “Estamos concluyendo una semana victoriosa, en espíritu cristiano, socialista y solidario. Ha sido una semana de triunfos del pueblo… Con la fortaleza invicta de nuestra Revolución Popular Sandinista, alzada y crecida, vigorizada y revitalizada por el amor de Dios y el amor del pueblo. ¡Declaramos, en nombre de Jesús, que vamos adelante!”, escribió la vicepresidenta Murillo en una comunicación fechada el domingo 15 y dirigida a sus cuadros políticos. El martes 17, apoyándose en un fuerte contingente de policías y parapolicías –que se distinguían por sus camisetas azules–, emprendieron una nueva ofensiva contra las barricadas en el barrio indígena de Monimbó, el mismo que se levantó en armas en febrero de 1978 contra la dictadura de Somoza, tras el asesinato del célebre director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro. En esta nueva edición de la lucha popular, el barrio de Monimbó levantó barricadas el 20 de abril, cuando empezó la represión en las ciudades de Managua y León, entre otras. Desde entonces, el barrio está bajo el control de los líderes locales de la rebelión cívica. “Vamos, entonces, hacia el 39/19, que conmemoraremos en distintas modalidades, desde el despliegue de cariño, libertad e inquebrantable decisión de ¡patria libre o morir!”, agregó Murillo, refiriéndose a la conmemoración del 39 aniversario del 19 de Julio, día feriado en Nicaragua, en recuerdo de la fecha en que las tropas del FSLN entraron victoriosas a Managua y el pueblo salió a celebrar la caída de Somoza. La proclama de Murillo llama a combatir la perversidad, la manipulación, el golpismo derrotado, “en sus últimos estertores”, y los demonios que todavía andan sueltos, con “aquellas oraciones, que aprendimos de nuestras abuelas”. La comandante guerrillera Mónica Baltodano, quien se ganó ese título en la lucha contra la dictadura somocista, conduciendo la liberación de las ciudades de Granada y Jinotepe, entre otras, confiesa al reportero que Ortega y Murillo están disociados completamente de la realidad y se han construido durante años una imagen mesiánica, de semidioses escogidos para conducir Nicaragua. “Ese discurso, que lo han repetido durante años, ellos se lo han creído y ese es el gran drama para Nicaragua. Estamos enfrentándonos a personas que no operan con sentido de racionalidad política”, señala. Baltodano ocupó cargos importantes en el FSLN y durante los comienzos del gobierno revolucionario; rompió con el Frente y con Ortega en 1998, cuando era secretaria de Organización de ese partido político, la posición más importante después de la Secretaría General que ocupaba el propio Ortega. La exguerrillera, quien fundó luego la agrupación MRS, asegura que posee información interna del FSLN, de que todas las decisiones relacionadas con la represión en Nicaragua, desde 18 de abril, han sido tomadas por el propio Ortega. “Se rumoreó que él no estaba en el país, que tuvo que regresar inmediatamente del exterior, pero no es así en absoluto. Él ha estado aquí y ha estado tomando todas las decisiones, junto a Rosario Murillo. Por tanto, su enajenamiento de la realidad, que ha mostrado en otras ocasiones, no lo exime de su responsabilidad porque lo ha hecho a su conciencia”, añade. Por tanto, abogó por que Ortega y Murillo renuncien al poder, ya que si permanecen al frente del Ejecutivo desatarán una persecución feroz contra todos los involucrados en el levantamiento cívico a lo largo de todo el país. “Es peligrosísimo para la vida de mucha gente involucrada en esta lucha cívica, porque actuaría como un animal herido. Si expulsas de la estructura de poder a Daniel y a Rosario, todo lo demás es manejable”, asegura Baltodano. Su propuesta es que ellos dimitan y se escoja un gobierno transitorio, que impulse las reformas políticas necesarias y convoque a elecciones generales anticipadas. Además, que impulse el desmantelamiento de las fuerzas paramilitares y la búsqueda de la justicia por los crímenes y abusos cometidos desde el 18 de abril, cuando se inició la lucha cívica. “Vamos a tener que pasar, como nación, por un verdadero estado de saneamiento de la sociedad, para que en Nicaragua nunca más se vuelvan a establecer fuerzas paramilitares ni escuadrones de la muerte”, concluye.

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