Espías

jueves, 19 de julio de 2018 · 08:18
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El espionaje no se elimina por decreto. Mucho menos los gobiernos pueden prescindir de él. Es una actividad intrínseca al poder. Desde tiempos bíblicos hay referencia sobre su existencia. El periodista británico Gordon Thomas, autor de "El espía del Mossad", entre sus muchos libros, demostró que El Vaticano ha sido históricamente maestro del espionaje internacional. Decir que en México se va a eliminar no pasa de ser una declaración propagandística. Lo hizo Vicente Fox cuando sacó al PRI de Los Pinos, porque era claro que el servicio de inteligencia del Estado mexicano había sido para la defensa del régimen, no de la nación. Fox anunció una reestructuración que acabó en nada. En el 2000, puso al frente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) a un representante del sector empresarial, Eduardo Medina Mora, que a partir de entonces se encarriló en la burocracia dorada y ahora es ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). De la tan mentada reestructuración nada se supo. El Cisen se desgranó porque quienes habían tenido cargos directivos se dispersaron a otras dependencias o gobiernos de oposición, como el del Estado de México. Se desmanteló, era común escuchar sobre lo que pasaba con el Cisen mientras Medina Mora aprendía a manejar el aparato tal y como lo hicieron quienes lo antecedieron en el régimen del PRI. Los aparatos de inteligencia tienen razón de ser porque previenen, advierten de las vulnerabilidades internas o externas que pueden afectar la integridad y gobernabilidad del país. Felipe Calderón repitió la fórmula de Fox y nombró a su encuestador Guillermo Valdés Castellanos, quien también llegó a aprender en plena declaratoria de guerra contra las drogas, lo que desató una violencia que en varias partes del territorio tiene en entredicho la presencia del Estado. Al final de su sexenio, Calderón nombró a Alejandro Poiré, otro que llegó a aprender. En uno de sus principales errores políticos, Enrique Peña le dejó el Cisen a su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Próximo senador, Osorio confió el organismo a Eugenio Ímaz, quien ya le había hecho “trabajo de seguimiento” en Hidalgo, pero sin ser un profesional de la inteligencia para la seguridad del Estado. Entre sus prolongadas ausencias del trabajo, oficialmente por razones de salud, y por lo que se vio, Ímaz nunca advirtió de lo que podía ocurrir con los normalistas de Ayotzinapa. Para acabar su gobierno, Peña puso a otro improvisado, Alberto Bazbaz, llegado desde la inteligencia financiera, pero inexperto también en la seguridad del Estado. Si Osorio e Ímaz advirtieron lo que se veía venir en Iguala, nunca se lo dijeron a Peña porque no se hizo nada. La inteligencia del Ejército tampoco. O tal vez sí se lo dijeron, pero no se hizo nada. Prescindir de la información de inteligencia, resultado en parte de la infiltración, fue lo que hizo Carlos Salinas cuando decidió archivar los informes sobre la guerrilla en Chiapas para no eclipsar el Tratado de Libre Comercio en Norteamérica. Peña y Salinas pagaron un alto precio por desestimar al aparato de inteligencia, por negligencia u omisión. El próximo presidente dice que va a desaparecer al Cisen y se propone crear una Agencia Nacional de Inteligencia. Ello supondría un sistema nacional de inteligencia, incluida por supuesto la inteligencia militar. Pero no. Lo que se ha dicho es que ese nuevo ente estará en la resucitada Secretaría de Seguridad Pública. Si es así, entonces el aparato de inteligencia del Estado estará en manos de la policía. Pero la policía está para salvaguardar la integridad de las personas y de sus bienes, no la de la nación. Es algo que no está aclarado. Por falta de información tampoco se sabe qué pasará con la inteligencia que hacen los gobernadores, la PGR, el Ejército, la Marina y todo aquel que pueda acceder a la cada vez más sofisticada y accesible tecnología de seguimiento de las personas, como quedó demostrado en años recientes con Hacking Team, la empresa italiana de venta de equipo de espionaje que tenía a México como principal cliente. ¿De verás el próximo gobierno no va a espiar y va a dejar que los demás lo espíen? La simulación también es un engaño. Lo deseable es que el aparato de inteligencia se fortalezca, se modernice y esté bajo los controles propios de una democracia. Comentarios: @jorgecarrascoa

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