"Nahui Olin. La mirada infinita"

lunes, 23 de julio de 2018 · 14:25
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Considerando que el Museo Nacional de Arte (Munal) recibió el concepto, la investigación y la selección de obra de la exposición “Nahui Olin. La mirada infinita”, hubiera sido deseable que el equipo del museo profundizara en el significado de la creación de una artista que está en un rápido proceso de convertirse en un mito feminista. Concebida conceptualmente por el investigador, coleccionista y restaurador de arte Tomás Zurián, la exhibición tiene como antecedente la emblemática y atrevida exposición que él mismo organizó en 1992 en el Museo Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, en la Ciudad de México. Apoyado por la historiadora del arte y entonces directora del Museo Estudio, Blanca Garduño, Zurián inició con la exposición Nahui Olin, una mujer de los tiempos modernos, la construcción de un mito que coincide ahora con la legitimidad del empoderamiento femenino.   Conocedor profundo y estudioso apasionado de la vida y obra de Carmen Mondragón, Tomás Zurián se encontró con el personaje a través de un retrato fotográfico que conoció el 23 de enero de 1978; exactamente el mismo día que murió esa bella y caprichosa mujer a quien el pintor Gerardo Murillo (Dr. Atl), le dio el sobrenombre de Nahui Olin que significa El cuarto movimiento del sol.  Desde entonces, la investigación de su vida y el rescate tanto de sus creaciones literarias y plásticas como de las pinturas, dibujos y fotografías que la representaron, ha sido una tarea constante en la vida de Zurián.  Nacida en 1893 en una casona del barrio de Tacubaya en la Ciudad de México, Carmen Mondragón gozó de una vida sumamente acomodada y una educación privilegiada que le permitió dominar el idioma francés, desarrollar su vocación por la escritura, casarse con el pintor Manuel Rodríguez Lozano –por intervención de su padre–, refugiarse con su familia en París y San Sebastián de 1914 a 1920, e iniciarse en esos años como una interesante caricaturista.  A su regreso a México se separa de Rodríguez Lozano, vive una intensa y breve relación con el Dr. Atl, participa de la dinámica escena cultural de México posrevolucionario, se inicia en una actividad pictórica de poéticas “naif”, se separa de Atl, disfruta de exhibir su cuerpo desnudo a través de fotografías de distintos autores, se incorpora con diversas actividades al Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública, y se enamora del capitán de barco Eugenio Agacino, quien muere aproximadamente seis meses después de haberse encontrado.  Una vida intensa que transcurre entre 1920 y 1930. A partir de los años treinta, después de una exhibición individual de sus óleos en el vestíbulo del Hotel Regis de la Ciudad de México, su presencia en el escenario cultural se diluye y posteriormente desaparece.  Integrada con aproximadamente 250 obras, tanto de su creación –poemas, pinturas, dibujos– como de diversos pintores y fotógrafos que la representaron –Dr. Atl, Diego Rivera, El Corcito, Jean Charlot y los fotógrafos Edward Weston y Antonio Garduño–, la muestra, más allá de la atracción que puede generar el erotismo de sus desnudos, señala aspectos interesantes de la historia del arte moderno mexicano.  Entre ellos, la vinculación entre Nahui y los imaginarios teosóficos que se desarrollaron en el escenario artístico europeo en las primeras décadas del siglo XX –y que en la exposición se interpretan como intereses científicos–, su posible vinculación con estéticas surrealistas que se perciben en el protagonismo que tienen los ojos en toda su pintura, y la identidad de su poética “naif” en el contexto de la producción nacional –por ejemplo, su relación con la obra de Abraham Ángel.  Este texto se publicó el 22 de julio de 2018 en la edición 2177 de la revista Proceso.

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