MONTERREY, N.L. (apro).- Al inicio del documental Chavela (Chavela, 2018), la diva abre su corazón, de frente a la cámara: “Pregunta lo que quieras”.
La serie de entrevistas que se atestiguan ahí, de tono confesional, honesto y desenfadado, marcan la ruta de toda la película, que echa luz sobre la poco conocida vida de la cantante del género vernáculo que, a decir de los conocedores, es la mejor intérprete de las composiciones de José Alfredo Jiménez.
La propuesta documental es muy formal y hasta pudorosa. Rechaza aprovechar el escándalo que generó la vida licenciosa de la estrella, y presentan a una mujer en su justa dimensión, descrita con precisión por quienes con ella convivieron, que la amaron en cuerpo y espíritu, y lidiaron con los demonios que la acompañaron desde su viaje de Costa Rica, lugar donde nació en 1919, hasta México a donde llegó siendo aún joven.
En pantalla, Isabel Vargas proyecta un magnetismo fascinante. De belleza morena, hombruna y lesbiana declarada, relata lo que fueron su vida y sus amores, sus pasiones y su dipsomanía galopante que la muestra como una sacerdotisa de la perdición, y una iconoclasta santona del alcohol. Sin embargo, dentro de toda esa corriente turbulenta de su vida, en la que convivió con figuras del show business y la política, se declara una persona terriblemente sola.
Con una cinta de formato de reportaje de semblanza, las realizadoras Catherine Gund y Daresha Kyi van armando lentamente el retrato de un ser humano que vivió tan feliz como atormentada, contenta por la carencia de ataduras, pero afectada por la falta de compañía. Pese a que gozaba de una personalidad seductora, con la que llegó a conquistar a encumbradas mujeres del espectáculo, no tuvo pareja permanente.
La narración se detiene a relatar la apasionada entrega que tuvo con Frida Kalho, uno de sus grandes romances. Incluso, según cuenta, en una alocada noche de tragos entre estrellas de Hollywood, amaneció al lado de Ava Gardner.
A lo largo de varias entrevistas, con amigas, amantes y enamoradas, y con ella misma, se va revelando la enigmática personalidad de una mujer que, si bien ha sido venerada en los círculos intelectuales por su pasión escénica, nunca alcanzó un nivel de las figuras de la cultura pop. Malas negociaciones contractuales impidieron que cosechara regalías de sus discos.
Se comenta aquí que Emilio Azcárraga Milmo la vetó para siempre, y le impidió ser estrella de Televisa, porque sedujo a quien en ese entonces era su pareja, un desliz que nunca le perdonó “El Tigre”.
Chavela muestra cómo es que ella misma se fue forjando una leyenda negra, entre el mito y la realidad. Era la más macha entre los machos y se bebió todo el alcohol que había entre Cuernavaca y la Ciudad de México. Pero también habla de una dama atrevida que rompió esquemas en una sociedad proverbialmente hipócrita, que rechazaba la homosexualidad, pero que la adoraba como una estupenda intérprete en el tablado.
https://youtu.be/Z-wxFpPGEno
La cinta finalmente presenta a “La Chamana” como es, de noche y de día, en público y en privado. La edición de imágenes en escena, pedacería de algunas entrevistas inéditas y fotogramas, así como interpretaciones en cabarets de sus emblemáticas canciones, va creando una cinta que termina por envolver en ese ambiente de humo y tequila, de las trasnochadas capitalinas. Pero también aporta un toque de melancolía, al presentar el alto precio que tuvo que pagar por su audacia. Tuvo una madurez difícil, abandonada por sus amigos, en la inopia, aunque, como se relata, cerca del final tuvo una segunda carrera, impulsada por Pedro Almodóvar.
La mexicana nunca actuó en las películas del realizador manchego, pero sí fue una de sus musas pues, según dice a cuadro, las canciones de Chavela eran como parte del guión y le aportaban elementos emocionales de sufrimiento, desprecio, dolor y desamor.
En la parte más emocionante del documental, Almodóvar recuerda episodios poco conocidos de la carrera de la cantante. Fue él quien la impulsó en España y en Francia, a través de generosos gestos de promoción que contribuyeron a consolidar la carrera de la intérprete y que, seguramente, la ayudaron a pasar tranquilamente sus últimos años.
Chavela es una celebración. Rinde homenaje a una de las personalidades más atractivas de la música ranchera de México, fallecida en el 2012. No sólo ayuda a difundir lo que es su importante legado musical, si no que la retrata con simpatía y la muestra como una persona extremadamente apasionada, que vivió como quiso y entregó su vida a la canción.