La melódica conmemoración de la OFCM a 50 años de 1968

miércoles, 10 de octubre de 2018 · 19:54
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Con la Sala Silvestre Revueltas de la Ollin Yoliztli llena, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) hizo lo propio en el marco del 50 aniversario del movimiento estudiantil de 1968: entre elegías a la vida, la muerte y la esperanza, la orquesta recordó melódicamente que el 2 de octubre jamás se olvidará. En dos únicas presentaciones (los días 6 y 7 de octubre), la OFCM, con su director Scott Yoo al frente, y la presencia de la reconocida soprano tapatía Anabel de la Mora -quien acompañó a la orquesta en la primera parte-, presentó un programa corto y certero sobre la tragedia y la resignación: Primero, las Cuatro últimas canciones -compuestas por “Primavera”, “Septiembre”, “Hora de dormir” y “En el crepúsculo”-, de Richard Strauss, cuya ejecución duró cerca de 25 minutos, y en la que la soprano expuso todo de sí para hacer justicia al compositor austriaco, recordado como un gran creador de poemas sinfónicos. Si bien no hubo mayores palabras antes o después del recital, el discurso musical (que incluyó el poema sinfónico Muerte y transfiguración, del propio Strauss escrito en 1889, en voz de De la Mora) habló por sí mismo. La crítica de Michael Kennedy escribió sobre Cuatro últimas canciones: “Estas canciones tiene una solemne profundidad, que las convierte en un adecuado y bien buscado fin a la carrera de un compositor que compensó con un asombroso conocimiento del corazón humano, lo que le faltaba de espiritualidad”. Tras despedir con sendos aplausos a la soprano en la primera parte, a quien por cierto hicieron regresar en tres ocasiones, llego el intermedio y después la parte más álgida del recital. Siguió la Sinfonía no. 11 en sol menor, Op. 103, El año 1905, de Dmitri Shostakovich (1906-1975), escrita en 1957, conformadas por las piezas “La plaza del palacio”, “Nueve de enero”, “Eterno recuerdo” y “Alarma”, y no hubo tregua para los asistentes en poco más de una hora. Quizá esta sinfonía es la que más se puede comparar a un 2 de octubre de 1968 por la tristeza y desesperación de alguien que conoce o imagina el terror y la desesperación de ver morir a un tercero a sangre fría, y si ese tercero es un joven o un niño, el terror es mayor. Sin saberlo, Shostakovich escribió sobre el pasado, pues la música escrita en 1957 se inspiró en dos dolorosos acontecimientos ocurridos en la Rusia de 1905: en la revuelta obrera del 9 de enero de ese año (que terminó en uno de los episodios más violentos y brutales del zarismo), y en el contexto de una situación histórica escrita por el propio compositor sobre la Sinfonía no. 11: “En 1905 transportaban en un trineo una pila de niños asesinados. Los niños habían estado sentados en los árboles, mirando a los soldados, y los soldados les dispararon sólo por diversión. Luego los cargaron en el trineo y se los llevaron. Un trineo cargado con niños muertos. Y los niños muertos sonreían. “Los habían matado tan repentinamente que no habían tenido tiempo de asustarse. Un niño había sido destrozado con bayonetas. Cuando se lo llevaron, la multitud pidió armas. Nadie sabía qué hacer con ellas, pero la paciencia se estaba acabando. Creo que muchas cosas se repiten en la historia de Rusia. Yo quise mostrar esta recurrencia en mi Sinfonía no. 11. La escribí en 1957 y trata temas contemporáneos, aunque su título sea 1905. Se refiere al pueblo que ha dejado de creer porque la copa del mal se ha derramado.” Tras cerca de una hora cuarenta minutos, y un final en donde las percusiones y platillos hicieron eco por toda la Sala Silvestre Revueltas con la pieza “Alarma”, de Shostakovich, la conmemoración de la OFCM culminó dos presentaciones más en la Ollin Yoliztli en el marco de la programación de su cuarenta aniversario.

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