Pretendieron quitarnos las medallas y corrernos de México, revela John Carlos

viernes, 12 de octubre de 2018 · 12:27
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- John Carlos emprende la huida. Agotado después de una retahíla de entrevistas con periodistas mexicanos, se encamina hacia el elevador del hotel Hyatt Polanco. “¿Sabe de la carta que le envío Avery Brundage a Pedro Ramírez Vázquez?”, suelta el reportero que logra, por fin, robar la atención del medallista estadunidense, uno de los dos que levantó el puño con un guante negro en los Juegos Olímpicos de México 1968. Mientras el elevador asciende, un asistente de John Carlos lee el documento que el reportero pone en sus manos. Se entera que Brundage, expresidente del Comité Olímpico Internacional (COI), escribió a Ramírez Vázquez, presidente del Comité Organizador de México 1968, que quitara de la película oficial la imagen icónica de la protesta silenciosa en favor de los derechos civiles de la población negra que realizó junto con Tommie Smith cuando se efectuó la premiación de la prueba de los 200 metros, el 16 de octubre de aquel año. John Carlos escucha de voz de su asistente: “La repugnante demostración que hicieron los negros contra la bandera de Estados Unidos”… Se queda atónito. No puede creer que, por escrito, Brundage haya dejado huella de su racismo. “No sabía de la carta. Es la primera vez. Me gustaría tener una copia. (Brundage) está tratando de decir: ‘No creas lo que viste, cree lo que te estoy diciendo que creas’. Les está diciendo que lo que hicimos fue una desgracia. Le he preguntado a gente que estaba en el estadio (Olímpico) y yo diría que 99.9 % entiende lo que hicimos y lo respetan”, dice en la atropellada entrevista. El azoro de John Carlos crece cuando conoce el contenido de otra carta fechada el 31 de julio de 1968 en la que Brundage les avisa a Ramírez Vázquez y al presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos, Douglas Roby, sobre una posible manifestación por parte de los atletas negros y los conmina a evitarla. En tono hostil, Brudange advierte que quien lo haga será expulsado y regresado a Estados Unidos. La preocupación de Brundage la motivó una declaración de Tommie Smith a la prensa inglesa en la que anticipaba la posibilidad de manifestarse en los escenarios deportivos durante los Juegos Olímpicos. En la entrevista con Proceso, Carlos cuenta que él y Smith sólo se quedaron una noche a dormir en la Villa Olímpica porque el resto de su estancia en la Ciudad de México se alojaron en el hotel Diplomático, donde también se hospedaban los dirigentes deportivos estadunidenses. Recuerda que fue la noche previa al día de su competencia cuando pernoctaron en la Villa Olímpica para tranquilizar a los entrenadores, a quienes les preocupaba que no llegaran a tiempo a la carrera. Al día siguiente de la protesta pacífica, oficiales del equipo olímpico de Estados Unidos que se encontraban en el hotel Diplomático se les acercaron con la intención de despojarlos de las medallas. “Cuando nos dijeron (los integrantes del equipo olímpico estadunidense) que nos saliéramos de la Villa, no hubo problema porque de todas maneras no nos estábamos quedando ahí. Cuando íbamos bajando del elevador del hotel Diplomático oí (a personas que no identifica) hablando en español por un radio. Yo no hablo español, pero mi madre sí; entonces entiendo ciertas cosas. Los oí diciendo que nos iban a quitar las medallas y a corrernos del país. Llegamos al lobby. Había reporteros por todos lados porque tenían una rueda de prensa ahí. “Recuerdo que saqué mi visa porque un tipo me dijo que me iba a correr del país. Le enseñé mi visa y le dije: ‘Mi visa indica que si yo no rompo la ley en el país, tengo derecho a quedarme en la Ciudad de México hasta julio o algo así de 1969’. Recuerdo que pensé: ‘Creo que iré a Acapulco a estar un rato y regresaré para la ceremonia de clausura’. En otras palabras: no me voy a ningún lugar. Me preguntaron: ‘¿Y tus medallas?’ Respondí: ‘No sé el señor Smith, pero déjenme decirles acerca de John Carlos: la medalla en sí no tiene valor significativo. Si creen que pueden venir y llevársela, están equivocados’. “Les dije: ‘Ustedes no me dieron esta medalla. Nadie les da las medallas a los ­atletas olímpicos; ellos se las ganan. Entonces, ¿cómo me van a quitar mi medalla? Si me la quieren quitar, van a tener que traer a un ejército’. Entonces se retiraron.” Efectivamente, a Tommie Smith y John Carlos no los despojaron de sus preseas, pero sí regresaron de inmediato a su país, donde fueron vilipendiados y señalados de antipatriotas por la mayoría blanca estadunidense, estigma que los acompañó durante varios años y que fue un obstáculo para el desarrollo de su vida personal y profesional. Maltratado por solidario A pesar de que la protesta de enfundarse los guantes y alzar el puño fue una manifestación hasta cierto punto improvisada en los minutos previos a la ceremonia de premiación de aquel 16 de octubre, no fue sino la culminación de un largo camino que comenzó a tomar forma un año antes cuando en la Universidad Estatal de San José, en California –de cuyo programa atlético formaban parte Smith y Carlos–, se creó el Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos (OPHR, por sus siglas en inglés), movimiento que pugnaba contra las políticas de segregación racial impuestas tanto en Estados Unidos como en otros países. El OPHR estaba encabezado por el profesor de sociología Harry Edwards, quien comenzó a canalizar las inquietudes de los deportistas afroamericanos que veían en los Juegos Olímpicos de 1968 una ventana de exposición ideal para extender su voz fuera del territorio estadunidense. Los integrantes del movimiento, quienes también formaban parte de la selección nacional de atletismo de su país y tenían amplias posibilidades de subir al podio en México, se plantearon la idea de boicotear los Juegos Olímpicos y no asistir. Sin embargo, consensuaron que cada deportista decidiera si asistiría o no. El australiano Peter Norman, medallista de plata en los 200 metros y quien de manera imprevista se sumó a la protesta de Smith y Carlos portando en la chamarra de su uniforme un parche distintivo del OPHR, también fue objeto de rechazo en Australia, donde también se suscitaban polémicas nacionales como consecuencia del trato racista al que eran sometidos los aborígenes del país. Si bien Norman nunca recibió una sanción directa, en los hechos fue relegado, y aun cuando en más de una ocasión dio la marca mínima requerida para participar en los Juegos Olímpicos de Múnich 72, no fue tomado en cuenta para integrar la delegación australiana; tampoco fue incluido por el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 para formar parte de las ceremonias de inauguración o clausura o como portador de la antorcha olímpica. Peter Norman, el personaje no considerado en la emblemática protesta, falleció de un ataque al corazón el 3 de octubre de 2006 en Melbourne. Tommie Smith y John Carlos viajaron a Australia para asistir a su funeral. Cargaron el féretro en hombros. Seis años después de la muerte de Norman, el congresista australiano Andrew Leigh, del Partido Laborista, promovió una moción para que el Parlamento ofreciera una disculpa pública “por el trato que recibió a su regreso a Australia y por no reconocer su papel inspirador” en temas de equidad racial. El Comité Olímpico Australiano (AOC) despreció esta postura. En junio pasado, en el marco del Día Olímpico y con motivo del 50 aniversario de los Juegos de México 1968, el AOC otorgó la Orden del Mérito a Peter Norman, reconocimiento póstumo que le fue entregado a su familia. El simbolismo de la protesta del Black Power en el Estadio Olímpico Universitario ha opacado durante todo este tiempo la hazaña deportiva de los tres corredores en la prueba de los 200 metros. Tommie Smith se convirtió en el primer atleta en la historia que corrió esta distancia en menos de 20 segundos (19.83); los tres mejoraron la marca olímpica vigente entonces (20.3 segundos), y el registro de Norman (20.06 segundos) es un récord australiano vigente.  Este texto se publicó el 7 de octubre de 2018 en la edición 2188 de la revista Proceso.

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