Eduardo Deschamps y la sección cultural 'Olimpo de México”

jueves, 25 de octubre de 2018 · 14:30
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Al mediodía del viernes 18 falleció en su domicilio de la colonia Roma el periodista Eduardo Deschamps Rosas, nacido en Tuxpan, Veracruz en 1930. Si el escritor Fernando Benítez creó los llamados suplementos culturales, este reportero del Excélsior que dirigió Julio Scherer García entre 1968 y 1976 fundó la primera sección cultural informativa diaria en un periódico nacional, “Olimpo de México”. La siguiente es una entrevista que Proceso realizó con Deschamps para hablar sobre su trayectoria, y se presenta tal cual como apareció publicada el 29 de agosto de 2004, incluido el uso del “tuteo”, debido a que el reportero de este semanario trabajó bajo su dirección en ese medio. * * * La cultura, no como producto, sino como información, es decir, como periodismo, nació en la página Olimpo del diario Excélsior, creada por el reportero Eduardo Deschamps a raíz del anuncio de que México organizaría en 1968, a la par que los Juegos Olímpicos, una Olimpiada Cultural. Es el propio Deschamps quien cuenta la historia. --¿Había alguna relación entre los Juegos Olímpicos de 1968 y la página cultural de Excélsior que se llamó Olimpo de México y se inició ese año? --Olimpo de México le llamó Vicente Leñero, pero originalmente se llamaba Olimpo, y luego se le puso efectivamente Olimpo de México, para hacer más obvio lo que los publicistas usan como técnica, lo que todo mundo conoce y repite. En ese momento resultaba muy significativo y atractivo, porque fue la primera vez y prácticamente la única, aunque se siguieron intentando, en que se efectuaron las demostraciones culturales, pero no tuvieron ya el mismo sentido. Convencí a don Manuel (Becerra Acosta, director de Excélsior) de que se publicara primero una columnita, con los detalles de lo que iba a pasar, de lo que se iba a hacer y se estaba preparando --¿Y así fue que le llamaste, Olimpo, a la columnita? --Sí. Aparecía en las páginas interiores. Con dos cuartillas y media era más que suficiente. Tenía mucha información. El programa era inmenso, con grandes personajes, orquestas, solistas, exposiciones, de todo. --Lo manejaba Óscar Urrutia. --En realidad quien manejó eso era Mathias Goeritz, era el que en verdad tenía la información. Urrutia era el personaje político importante. Goeritz lo manejaba, y ligado al grupo de Pedro Ramírez Vázquez (presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos). De ahí surgía la información más importante, pero particularmente por el calor e interés que ponía en todo esto Goeritz. Fue una verdadera bujía. --Cómo se te ocurre de pronto la columna. ¿La ligas de una manera natural? --Por razón natural. Los que no teníamos fuentes fijas en el periódico, que éramos un chingo, recién salidos de las horcas caudinas de Enrique Borrego o de Alcalá Bates en La Extra, sabíamos reportear y además sabíamos trabajar todo, pero nunca teníamos fuentes. Entonces andábamos pepenando las noticias, las exclusivas por aquí y por allá, donde las hubiese. Y Armando Rivas Torres, El gordo (jefe de información), era un tipo al que se le convencía fácilmente, y aceptaba que uno participara con sugerencias de trabajos periodísticos. Con base en eso, yo me dije: hemos tenido oportunidad de manejar congresos internacionales de escritores, de arquitectos, de filósofos de madre y media, porque además venía gente muy importante; y en eso tuvimos mucho éxito, y los demás periódicos ni se las olían. --No habían visto el fenómeno de la cultura. --No, no les interesaba. Para ellos la cultura no era noticia, y la vida de los hombres que hacen la cultura, menos. Yo lo descubrí en “Confrontación 66”, porque allí vi efectivamente cómo la vida de los creadores es muy viva, muy excitante, hay mucho calor atrás, arriba y por todos lados. Dije, “aquí está un filin noticioso que el periódico puede aprender”, que nosotros los que no tenemos fuentes, los que andábamos buscando exclusivas, teníamos un campo abierto, virgen para la información exclusiva. Pues como me había metido a eso, los demás compañeros Marco Aurelio Carballo, Rafael Cardona, Enrique Loubet, y el grandote, ¿cómo se llama?, el flaco, Federico Gómez Pombo, también le entraban. --Se combinaban los muy jóvenes con la generación del grupo de Julio Scherer, ¿no? --Sí, y con don Manuel apoyando el acto, porque lo cierto es que si don Manuel no apoya el acto, pues fracasa todo. Pero don Manuel tenía un particular interés por la cultura, pese a ser un tipo muy hosco. A mí me platicó experiencias con Atl cuando jóvenes, hicieron publicaciones y cosas así, en el carrancismo. Lo tomé en cuenta como una cosa personal de don Manuel; pero en otra ocasión, cuando le dieron el Nobel a Miguel Ángel Asturias, vi que se emocionó, y es que don Manuel había leído con interés El señor presidente, y había tenido hasta relación personal con Asturias. Cuando hubo oportunidad de entrevistar a Asturias, incluso yo lo hice, pues esas cosas movían a don Manuel a que diera oportunidad de hacer cosas diferentes y trabajos relacionados con la gente de la cultura. Y a pesar de ser muy hosco, tenía un algo atrás que lo ligaba periodísticamente con la cultura. Fíjate, ¿raro, eh? A mí me gustó la actitud del viejo, y más me gustó cuando se abrió de capa y dijo: “sí, hombre, cómo no”. Con el calor de Víctor Velarde (subdirector), que se entusiasmaba fácilmente por las cosas, pues con mayor razón. Imagínate, se junta el interés, pues ahí o escondido pero cierto, de don Manuel, la aceptación de Rivas Torres, y la viveza de Velarde, con este grupo de jóvenes reporteros para hacer cosas distintas… pues a toda madre Y yo feliz con tener una fuente especial, casi única. “Luego llega Rodolfo Rojas Zea, con él la cosa se amplía, porque Rojas Zea se mete también, se entusiasma, y adelante, y pues tú también, y tu hermano Roberto, todos estábamos en la misma”. --René Arteaga, sus crónicas. --Era fundamental, sobre todo por su imaginación y por sus puntadas. “Entonces juntamos la información propia de la Olimpiada Cultural, los acontecimientos que iban a venir; el solo anuncio de grupos, de orquestas, de ballets era por ella una gran noticia para el país, ávido de cultura, ésa es la verdad. El país estaba ávido de cultura, lo demostró y lo gozó y lo sintió, tanto que ya viste cómo la misma actitud se multiplicó en lo que es el Festival Cervantino de Guanajuato, carajo. Entonces el país estaba muy caliente, interesado en los deportes, pero con el Premio Nobel de Asturias, con las novelas del boom latinoamericano, con la recién salida Cien años de soledad, con Octavio Paz moviéndose en el mundo de la cultura europea, de las cosas más novedosas, pues eso te estaba diciendo que el país estaba urgido, interesado, y había de dónde obtener la información. Nomás había que ir a buscar Ahí estaba, nada más había que rascarle”. -Alguien que buscara. --Alguien que se decidiera, que le perdiera un poco el miedo, ¿sí?, porque uno no está del todo informado de todas las cosas de cultura, ni de literatura ni de poesía, pero pues algo sabes, ¿no? --Ayer hablábamos de que la experiencia previa a todo esto es el acto artístico en Bellas Artes Confrontación 66… --Lo de Confrontación sirvió porque ahí se descubrió el verdadero interés dentro de los creadores de arte por darse a conocer y aparecer ante el público y enfrentarse a la autoridad, porque hubo un diferendo serio entre los pintores y por eso es que se hizo aquella gran exposición, motivo de tantas discusiones. Ese gran caldo de cultivo era sensacional desde el punto de vista periodístico. Yo gozaba, gozaba día y noche, me leía los periódicos, las revistas, estaba tras los cables, andaba buscando trato con la gente que estaba en contacto con la Olimpiada Cultural, sobre todo Mathias Goeritz. “Y bueno, así surgió, así como lo oyes, lo sientes, de tan sencillo, pero acuérdate qué tan vivo, tan sabroso, ¿no?, pues uno se realizaba. Los viejos periodistas de Excélsior seguían haciendo lo suyo, y lo hacían muy bien; y uno que apenas empezaba, pues empezaba a hacer algo nuevo, diferente, pues lo aprendió a hacer bien”. --¿Tienes la fecha en que apareció la columna? --Yo creo que a mediados de 1968. --Y para los Juego Olímpicos ya estaba la sección. --Para los Juegos Olímpicos ya estaba prácticamente una página. Había una gran cantidad de información. Había la de la Olimpiada Cultural. Había información de la cultura tradicionalmente viva en México. Había también información en cables, internacional. Pero además había algo muy importante: en la página se logró conjuntar a una serie de personajes que ya habían hecho crítica cultural en sus respectivas especialidades: Paco Zendejas en los libros y su famoso “Multilibros”; Raquel Tibol en artes plásticas, con notas muy exclusivas, muy trabajadas, muy propias de su estilo, periodísticas, “Arte y Público”; y la de música de Raúl Cosío, muy informado al día de lo que pasaba en México y en el extranjero. Mira que con esos pilares, qué se cae. --De pronto también cosas de Bruno Ruiz. --Poco, pero más de Luis Fernández de Castro, yo aprovechaba cosas que él tenía y me parecían únicas, y también había un crítico de danza, que no recuerdo, un escritor mexicano que a veces daba sus banderazos. Con ese tipo de colaboraciones, con ese tipo de polines, pues imagínate tú qué carajos se iba a caer. Pues nada. No, no, no. Ya viste que funcionó hasta 1970, y luego quedó ahí en la vida del periódico, aunque ya después parecía que se transformaba en una página de José Luis Cuevas, porque no se publicaba otra cosa (risas). Fue el primer cambio que tuvo, pese a que José Luis Cuevas resultó uno de los más beneficiados con esa apertura hacia la cultura que tuvo Excélsior por aquello de su mural efímero. --Hubo otros apoyos culturales en Excélsior: estaba Revista de Revistas, primero con Pedro Álvarez del Villar, luego con Vicente Leñero; más tarde llegaría el Plural de Paz; estaba el suplemento Diorama, con Ignacio Solares; tú llegaste a tener Lunes de Excélsior (los domingos, por cierto), se hacía en color el Magazine dominical. --No, pero antes de Lunes de Excélsior, don Manuel aceptó que se publicara la Historia de la pintura mexicana, prácticamente desde sus inicios, en fotocolor, en páginas enormes del tamaño del periódico. Lo hice yo con textos de Tibol. Mi mayor satisfacción años después fue ver las pinturas de santos, de José María Velasco, por ejemplo, puestas ahí, exhibidas, recortadas en las casas de la clase media. Eso surgió después de la bronca que Excélsior tuvo, de que no tenía color y no podía competir con otros periódicos. Platicando con don Manuel me dijo que estaba preocupado porque el periódico no tenía color, y yo le dije: “No se preocupe, las noticias no tienen color”. Don Manuel se moría de risa. Pero en verdad el color de las noticias, como entonces lo manejamos nosotros, era con la palabra. Ése era el ámbito de color que tanto exigía Julio Scherer: “Tú vas a hacer la entrevista exclusiva, tú lo otro, tú la nota de color”. ¡Pero el puntadazo que me aventé de que las noticias no tienen color! Se moría de risa. --Y se entró al color. --Sí, pero se usó inclusive para hacer cosas de tipo social. Recuerda que ahí surgió Enrique Castillo Pesado, tan pesado como un Castillo (risas). Lo cierto es que la página cultural después tuvo una serie de derivaciones hacia lo que se empezó a llamar la Sección B, y empezó un poco a sostener inclusive un duelo profesional, periodístico, adentro de la casa Excélsior, para ver quién tenía las exclusivas (risas). Eso era muy sabroso. Imagínate, con Bambi (Ana Cecilia Treviño), tan ligada al mundo de la pintura, sobre todo por Gironella y porque ella se inició en el periodismo haciendo entrevistas a personajes de la cultura. Eso se convirtió en una lucha feroz. --Se le quitó el carácter de “sociales” a la Sección B. --Fue decisión del grupo que llegó con don Manuel y con Julio de acabar con esa cursilería, ¿no?, de bodas, bautizos, superficialidades estúpidas, en las que se mostraba el tout Mexique que decía la gente de la época. Eran idioteces. Y se decidió cambiarlo por otra cosa. --No han desaparecido de la prensa mexicana. --Todavía no entiendo por qué No tiene razón de ser, pues la vida social, y más en nuestro país, no tiene el sentido que tiene en otros lugares donde hay una corte. Nosotros tenemos cortesanos, pero no corte (risas). --¿Con Fox no hay corte? --No, al contrario, yo creo que ahora hay más cortesanos. “En fin, toda esa experiencia de la página cultural te lleva, si haces un estudio más o menos cercano, a que hay una gran cantidad de entrevistas publicadas por el periódico a personajes importantísimos en la cultura de aquellos días, nacionales y extranjeros”. --Parece que el periódico El Día tenía espacios culturales. --No, lo que hacía era publicar algunos ensayos de cultura en las páginas enormes que tenía, porque carecía de publicidad. Y en el caso de Novedades, pues Fernando Benítez lo que había hecho lo había iniciado en El Nacional. Pero era la publicación de otro tipo y otra calidad de productos culturales en su suplemento México en la cultura. Eran trabajos de cultura, no información en torno de la cultura o de quienes producen la cultura. Alguna vez Octavio Paz se enojó conmigo, diciéndome que a él le molestaba mucho la página cultural que yo tenía (recuerda que la revista Plural la llegó a hacer después), pues parecía que yo trataba a los productores de arte como boxeadores (risas). “Pues claro, Octavio, si es rebonito, ellos también pelean entre sí y se enfrentan a la autoridad y unos grupos con otros, y eso es lo que surge, eso es importante”. ¡Cómo va a ser más importante tener que ver los pleitos de los fanáticos de los deportes (que a mí jamás me han interesado) o de las mafias y no ver esto que pasa en el mundo de los que crean cultura! A él no le gustaba. A mí me calentaba más, pues lógico. --Sabías que ese camino era correcto periodísticamente hablando. --Por supuesto. El lector lo agradecía. Si no eran todos los lectores, imagínate el gran sector de lectores del mundo de la cultura, o porque son productores de cultura o porque son críticos de ella o porque están económicamente ligados a la cultura, ésta tiene muchos campos de proyección. El público lo tomaba en cuenta, lo discutía. Y se llegaba a saber de sus opiniones o en vivo o a veces en cartas que llegaban al Foro del periódico. --Ayer mencionabas a la gente de la cultura como fascinante, por su capacidad de iluminar. --¡Ah, no, hombre!, ésa es otra idea que surgió, pero surgió desde que empezaron en Excélsior a cambiarse a los colaboradores de la página editorial, y empezó a colaborar gente relacionada con la cultura. El periódico adquiere otra dimensión. Porque efectivamente los que crean cultura, los que están iluminados, iluminan. Ésa es la verdad, y uno no tiene por qué negarlo, al contrario, debe aprovecharlo, y no sólo eso, sino apoyarlo, asumirlo, promoverlo, ¿no?, pues ése es el mundo del pensamiento. Imagínate, si uno tiene escasa información o no es creador de cultura, pues debe estar dispuesto a atender, a escuchar, a ver, a descubrir lo que ellos viven. Y al mismo tiempo darlo a conocer al público. Porque la cultura no es, como muchos creen, sólo diversión; no como creen, como confunden. No, es otra forma de ser, de demostrar al ser humano como otra entidad vital. Algunas personas creen que la cultura es solamente para pasar el rato o aún muchos confunden aquella idea de que la cultura es exclusivamente para la burguesía, lo cual es definitivamente falso. La cultura también es del pueblo, la cultura la produce también el pueblo, la vive, la sufre y la disfruta, pero la disfruta en función de que con ella se realiza. “Todas estas cosas que te digo, en el momento en que se estaba haciendo la página, no dejaban de aparecer. Por una u otra razón uno veía o en las cuestiones nacionales o en lo que se proyectaba traer a México --que jamás habíamos visto en este país o apenas si había algunas menciones históricas de algo más o menos semejante que había ocurrido, pero de una década y no todas juntas en unos cuantos meses--, ahora sí, para que el país se diera cuenta de qué es lo que pasaba en el mundo. Después de esto que surgió, del mismo modo que creció el interés por los deportes, en la cultura también creció el interés por el mundo de los creadores, y hasta aumentó, por ejemplo, el número de bibliotecas, sobre todo de museos, de galerías, eso fue un detonante que favoreció también al mundo de la creación en México. El periodista no influye directamente, porque uno no es promotor de eso, pero si hace que los que están metidos en el mundo de la cultura real salgan y lo den a conocer y muestren sus inquietudes, pues muchas florecen, muchas se hacen verdad. “Cuando manejamos con Rojas Zea las entrevistas con los músicos en torno de la música contemporánea, era muy difícil hasta para nosotros entenderlo, pero a los músicos les interesaba y a los jóvenes músicos en formación también, y ahí está el producto inicial, los rasgos iniciales de ese mundo maravilloso de los que imaginan y crean. Uno tiene que aceptar su calidad de ser humano tradicional y normal, aunque insumiso (risas)”. --¿Lo de insumiso te permite dar voz a la gente? --Por supuesto, ésa es la manera. Ahí está y qué bueno que esté. Yo realmente estaba emocionado al máximo. Rodolfo vivía, junto conmigo, días de una gran intensidad, porque además de imaginar la información, de pensarla, de repensarla, de redactarla, de presentarla --porque nosotros mismos formamos la página, ¡de cuidarla en los talleres! …Era una entrega total, de más de 24 horas diarias. Todo estaba caliente, hirviente. Era una detonación de un sitio a otro, de un momento a otro, surgían las cosas más interesantes e inesperadas. En México, por ejemplo, se vivía, en el quehacer de la literatura, la maravilla de Cien años de soledad recién salida, la posibilidad del conocimiento primero de los grupos de música traídos de diferentes partes del mundo, la presencia de solistas como Ravi Shankar u otros de ese mismo tipo, que jamás habíamos imaginado, y todo eso surgió como consecuencia de que el grupo de López Mateos, a la hora de pelear la sede olímpica, se le ocurrió presentar como cosa novedosa organizar una Olimpiada Cultural, y eso prácticamente le dio la sede a México”. --Había gente de verdadera cultura --Gente de verdadera cultura siempre hay. Lo que pasa es que la gente que hace cultura o es muy tímida o no tiene posibilidad de acercarse a los medios con alguna facilidad. Si de repente se encuentra a un pinche “loco” que les abre el campo para difundir lo que piensan y hacen, pues enloquecen (risas). --¿De ahí te viene el sobrenombre? --No, desde antes. --¿Desde que te bajaste del tren de Veracruz con Miguel López Azuara y se fueron muy jóvenes a pedir trabajo a Rodrigo de Llano a Excélsior? -No, me decían a mí El loco desde Tuxpan, desde mi tierra. Allá sí hacíamos locuras en serio, en la secundaria. Pero no, mira, ése es un asunto muy bonito, que por fortuna para nosotros, para Miguel y para mí, se pudo canalizar cuando don Rodrigo de Llano no nos dio trabajo, hasta que le dijimos que queríamos ser periodistas; dijo: “Ah, nosotros tenemos aquí una escuela de periodismo”. ¿Cuál es?. “Pues la segunda edición de Ultimas Noticias, la Extra”. Y un sábado que llegamos por ahí, casi de la mano nos subió al cuarto piso y le dice a Enrique Borrego (imita voz ronca): “Oiga, aquí le traigo a los muchachos de que le hablé”. Y ahí nos votó (risas). --Y era efectivamente una escuela. --Totalmente. Con el Manotas (Jaime Reyes Estrada) y (Manuel) Camín (reporteros de policía), era una escuela, pues sí. Ahí te hacías o te hacías. Y si te quedabas, luego tenías que enfrentarte a los grandes gallones de Excélsior. Pero sin fuentes pues qué chingaos haces, sólo cuando amanecían crudos o se enfermaban tenías la posibilidad de trabajar las fuentes. Qué hacer, hay que pensar algo por uno mismo, ¿no? Hacer algo que a ellos ni les interesa ni van a hacerlo. Los antiguos, como les llamábamos, se reían de nosotros inicialmente, y ya después se dieron cuenta de que funcionaba. Ésa fue la razón de ser del cambio en el periódico, pues cambiaron los dirigentes, cambiaron muchas actitudes, se dio oportunidad de que gente nueva aportara sus ideas, sobre todo las realizara, porque ése era el compromiso, y adelante. Por ejemplo, ya después me he dado cuenta de que ese calor por el periodismo lo siento disminuido, dispersado, siento que se ha abandonado en aras de la aparente exclusividad que hoy se puede hacer con tanta facilidad porque los medios cada vez son más inmediatos. Entonces, quien ha ganado es la técnica, la tecnología, ha perdido aquel gran oficio del periodista. Cuando debiera ser al revés, lo que hablábamos de la grabadora. “Yo les digo a algunos compañeros que si estuviera todavía en un diario, hace ya muchos años que hubiese promovido, con el mayor interés y una gran decisión, una amplia sección diaria dedicada a los problemas de los emigrantes mexicanos, por lo que viven, por lo que son, por lo que aportan: Cada vez son más importantes hasta para la vida económica del país. Y se les trata como nota roja, y se pierden, imagínate, la cantidad de cosas vivas del hombre mexicano en conflicto, por no tratarlo con otro sentido profesional. Solamente te hablo de ese caso porque en los últimos años me he metido a auscultar, a trasegar las revistas, las comunicaciones, la internet en torno de los emigrantes, porque es un problemazazazo”. --¿Está ahí un poco el futuro del país? --Eso no es un poco, ya es el país, ya no es el futuro. Imagínate que cada vez más depende el país del trabajo de los mexicanos que tienen que salir, ¡y los periódicos no se dan cuenta de eso! No lo viven con la pasión que un profesional debiera hacerlo. “Y mira la distancia que hay entre una página cultural y el drama de la migración en México (risas). Si estuviera en un periódico no hubiera cejado de tratar esto desde otro punto de vista, porque lo merecen ellos, lo merece el público, lo merece el país, para darse cuenta de qué es lo que está pasando. Pero los periodistas somos así, ¿no?, nos apasionamos con cualquier cosa, dicen las mujeres”. --¿Se puede decir que Excélsior había hecho de la nota cultural nota de primera plana? --Bueno, todos los periódicos. Pero eso había sido en casos de garbanzos de a libra. Una entrevista con un gran personaje, como gran exclusiva, llegaba a las primeras planas, pero no era cotidiano. En el caso de Excélsior, Julio Scherer había logrado una entrevista con Malraux, famosísima. Bueno, no había página cultural. Pero eso era un hecho noticioso por Malraux mismo, por el reportero que va y se atreve a entrevistarlo, pero ése es otro manejo de las cosas. Cuando empezó a manejarse lo del premio a Miguel Ángel Asturias, se publicaron entrevistas con él en las primeras planas. Y es que era el gran hombre, además de escritor, político, diplomático, el gran hombre latinoamericano, de gran tamaño, surgido después del gran nombre de Neruda, y había pasado mucho tiempo entre uno y otro. Pero cuando empieza a manejarse la cultura como cosa viva y está caliente lo del famoso boom latinoamericano, no siempre es primera plana, pero siempre es noticia. Como siempre es noticia por el interés que ellos mismos, los escritores, habían producido por sus novelas, y con mayor razón resultaba beneficiado el periódico y sus lectores. “Años más tarde me tocó ir a Estocolmo, y tuve oportunidad de hablar allá con uno de los promotores del Premio Nobel y encargado de la literatura latinoamericana, y él me había anunciado la posibilidad del premio a Octavio Paz”. --¿No era Lundkvist? --Arthur Lundkvist. Y platicando con él le pregunté: “¿Y cree que Vargas Llosa tenga una oportunidad?” No me dijo que no, pero tampoco que tenía una posibilidad (risas). Arthur Lundkvist, un tipo genial, informadísimo, muy culto, muy seguro de lo que decía y por qué. A mí me sorprendió en el sol de media noche de Estocolmo. “Don Manuel me había mandado a una cosa muy menor, a una visita de alguien de Excélsior a los laboratorios Astra, los que hacen la xilocaína. Me llamó más la atención lo que me dijo Lundkvist que todo el asunto de la xicolaína. Y mira que después vi lo que había pasado con la xilocaína, que ha llegado a formar parte de la protesta social. Te preguntarás cómo y por qué. Cuando algunos grupos sociales deciden hacer huelgas de hambre y coserse la boca para no comer, ¿con qué crees que se quitan el dolor? Con xilocaína. Es decir, la tecnología ésta maravillosa y tan noble para calmar uno de los temores más grandes del hombre que es el dolor, sirve también para favorecer la protesta social contra algo que es más doloroso todavía, dejar de comer: Ahora sí que el dolor con el dolor se paga. Todavía hoy Astra no ha podido descubrir la noticia que tiene; si yo fuese publicista de Astra, diría que esto no sólo es contra el dolor físico, sino contra el dolor social. ¡Imagínate la nota que perdí! Pero ahora te doy la exclusiva (risas)”. --¿Y lo del Nobel? --No escribí del Nobel, no iba a eso. Cuando le conté a Paz la plática con Lundkvist, solamente se sonrió. --Era especial. --Uf, imagínate las veces que tuve que hablar con Paz sobre diferentes cuestiones que en mi vida había escuchado, como cuando un día me empujó todo un curso de estructuralismo en su casa, y yo no podía entender nada de nada. Me estaba hablando de Ferdinand de Saussure, y yo no sabía nada, ni siquiera cómo se escribía (risas). ¿Me entiendes? Pero había que buscar, y hablar y dar la cara, y presentar las cosas tal cual. Me estaba hablando del significado y el significante, y yo me hacía pelotas. Pues sí, pero había que entenderlo, y “éntrale cabrón”. Para Octavio era normal, pero yo era un reportero de la tierra (risas). --Tenías que traducirlo. --Pues sí, para que se entendiera a nivel agrario, que eran mis fuentes, porque finalmente tuve fuentes, que eran las agrarias. Me preguntaban “oiga, usted qué fuente tiene”, y yo les decía: La cultura. “¿Cómo?” Sí, de la tierra a la cabeza. Y no me lo creían. “Este cabrón está loco”. Pero era cierto: era reportero de las fuentes agrarias y al mismo tiempo andaba metido con la onda de la página cultural. Los reporteros así somos, no sabemos nada de nada: estamos enterados apenas. Pero llegamos, y a preguntar, preguntar, preguntar, leer, preguntar, revisar. Cuando más tarde me voy enterando de lo que me quería decir Octavio Paz, me dije: “qué pendejo, por qué no le pregunté esto otro”. Pero bueno, ya había pasado. Cuando Octavio regresa de la India se mantiene tan silencioso, de todas maneras teníamos oportunidad de platicar, pero él me estaba hablando de otra cosa, y había que respetar al gran hombre. Y en mucho a veces se veía al gran hombre solamente si te ponías a admirar a su hermosa mujer. Era preciosa. Y muy amable. De todos modos los chismes de los grandes chismes son. “Divertida manera de vivir, de hacer periodismo, pero además, de hacer las cosas que a uno le satisfacen. Y que lo comprometen con su periódico, sin más otro compromiso de ninguna otra naturaleza. Yo recuerdo que presumía en esa época de tener sin duda el directorio telefónico tan completo como los que manejaban Carlos Monsiváis y Raquel Tibol juntos, que ya es decir. Porque a veces me hablaba Monsiváis para pedirme un teléfono, o a veces yo, o a veces yo a Raquel Tibol, y casi siempre era así, para pedir teléfonos, dirección o un nombre, estábamos en comunicación constante. Era insufrible para Raquel Tibol, porque la traía pero de cabo a rabo. Ahí te divertías también tú. --La angustia de llenar las páginas. --No de llenarlas, se llenaban fácilmente, no, de hacer las notas, pues era lo importante. Cuando llegó a México un poeta muy famoso, Evtuschenko, se me ocurre ir a entrevistarlo, él sabía muy poco de español y yo nada de ruso, “pa’ su madre”, pero salió. Y lo mejor de todo esto era que la televisión, entonces en manos de Jacobo Zabludovsky, lo repetía, nos seguía, claro, porque era interesante el asunto. Cómo no iba a ser interesante poder hablar con el autor de Babi Yar. Era el joven rebelde de la cultura soviética. Y bueno, pues adelante. Y cuando llega a México un chaparrito ahí desconocido, Manuel Puig, y veo que se trata de un personaje sensacional porque lo que habla y lo que conoce, sobre todo del cine, pues otra vez es un notición para el público de México, y también nos sigue Jacobo. Y así con otros personajes. En el caso de la Olimpiada, no recuerdo si fue en ese tiempo o antes, creo que en ese tiempo, estuvo en México Alberto Moravia, y lo entrevisté. Traía una hermosísima esposa, muy joven, muy muy joven, sobre todo para su edad. Y así tuvimos oportunidad de hablar de Los indiferentes, que yo solamente había conocido en película, imposible de leer el libro, ¿no? “Todas esas cosas eran la realidad, ni es uno un erudito ni lo pretende por ningún motivo, pero la profesión exige, va uno y cumple, y eso es lo más sensacional, eso es lo que te deja tantas cosas, ¿no?, para rumiar, para repensar, para imaginar, para rehacer inclusive. Para mí fue una experiencia sensacional, pues como el periodismo ha sido vital en mi vida, no podía ser más que vital en mi desarrollo, pues adelante. Y el contacto con muchos amigos de la creación, pintores, escultores, bailarines, escultores”. --¿Nunca te has propuesto un libro que recoja todas tus cosas? --No. Mira, no tengo el mismo calor. Yo funciono como la hornilla del pueblo, se calienta todos los días, porque no es de gas. Se hace todos los días, pero escribir esto me llevaría a una serie de cosas que no están en mí, no soy escritor, no tengo lenguaje ni formación de escritor. Para qué confundir una cosa con otra. Le he creído mucho a lo que dice Gabriel García Márquez, en una frase que nunca he podido completar con él porque quisiera entenderla mejor. Dice: “El mejor periodismo es el periodismo mejor escrito”. Pues, coño, si yo apenas sé escribir, pues cómo carajos voy a pretender hacer un libro de mis experiencias, si apenas estoy haciendo periodismo. De dónde. No sé si conoces esa frase de García Márquez que yo leí hace muchos años en un recorte periodístico también, donde él estaba hablando con un grupo de profesionales y se estaba quejando del exceso de exclusivismo. Y cuánta razón tiene. Porque cuántas cosas esconde sin desear el reportero sólo porque no sabe expresarlas con la suficiente claridad, con el lenguaje adecuado. Pero ni modo, pues así se vive, al día. Ahora sí que de milagro, como en la lotería.  

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