Restauran los murales de la justicia

sábado, 27 de octubre de 2018 · 20:01
La crítica de arte Raquel Tibol calificó los tres murales pintados en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) por José Clemente Orozco, como "la crítica más dura que se haya hecho en imagen al Poder Judicial". Esa frase la expresó cuando el expresidente Luis Echeverría fue exonerado de genocidio por sus acciones en el movimiento de 1968 (que cumple 50 años) y del "halconazo" de 1971. Hoy el edificio alberga además obras de George Biddle, Héctor Cruz, Luis Nishizawa, Ismael Ramos y Rafael Cauduro. Las de este último, las más recientes (2009), siguen el impulso de Orozco. Intervenidos hace dos años, los murales en general recibieron nueva atención en julio pasado, afectados por el sismo de septiembre. Los técnicos restauradores explican a Proceso esa ardua labor por mantenerlos siempre a la vista del público. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los temas de la iniquidad, el abuso del poder, la tortura, la violencia, el despotismo, la burocracia y otros vicios en la impartición de la justicia en México, son tan vigentes hoy en día como cuando los plasmó el pintor jalisciense José Clemente Orozco (1883-1949) en los muros del edificio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Aquellos icónicos murales titulados Las riquezas nacionales, La justicia --dividido en dos paneles-- y La lucha de los trabajadores, realizados entre 1940 y 1941, representan “la crítica más dura que se haya hecho en imagen al Poder Judicial”. Así lo señaló a esta reportera Raquel Tibol, quien fue crítica de arte de este semanario, en julio de 2005 (Proceso, 1500). Su juicio fue externado cuando, luego de un intento para juzgar por genocidio al expresidente Luis Echeverría Álvarez y su secretario de Gobernación, Luis Mario Moya Palencia, por la matanza del 10 de junio de 1971 --conocida como el Jueves de Corpus--, la magistrada del Quinto Tribunal Unitario del Distrito Federal Antonia Herlinda Velasco consideró que no se trataba de genocidio. El cincuentenario del movimiento estudiantil de 1968 fue motivo para revivir la demanda de juicio contra Echeverría --vivo aún--, también por la masacre del 2 de octubre de ese año. El historiador Alberto Híjar informó hace un par de semanas que el Comité del 68 ha promovido un amparo para lograr que se asegure la reclusión domiciliaria en contra del expresidente, para enjuiciarlo por delitos que por su gravedad “no prescriben” (Proceso, 2187). Una de las imágenes plasmadas por Orozco es “un formidable monumento erigido a la justicia, sólo que ésta duerme blandamente reposando hacia atrás los brazos flácidos, en una mano sujeta aún las leyes, y en la otra la espada ya sin dignidad alguna”, según la descripción del reconocido historiador de arte Justino Fernández (1904-1972). Frente a esta matrona dormida, abandonada en un sillón, personajes enmascarados abusan del poder, mientras la justicia huye despavorida “tratando de salvar su movediza balanza”. Orozco consideraba que la justicia y la libertad no existen en la realidad sino que son sólo ideas. Así lo indicó su hijo Clemente Orozco Valladares, en entrevista con este semanario en diciembre de 2006 (Proceso, 1574): “Cuando hay influencias, cuando hay poder acumulado por equis razones, la ‘justicia’ queda en manos del victimario. Orozco plasmó una realidad, un espejo. Lo que hizo fue arte: crear imágenes fabulosas, el mejor diseño de una realidad: Cuando no hay influencias, poder, dinero de por medio, la justicia es una matrona a la cual no le importa nada” Su padre, agregó, retrató el conflicto humano, pero no desde un punto de vista moral, sino como una realidad: “Tal vez lo hizo justo en la Sala de Pasos Perdidos de la Suprema Corte para ver si conseguía un segundo de reflexión de alguno de los jueces, que al pasar obligadamente por ahí, rumbo a sus oficinas, viera las imágenes y dijeran: ‘Vamos a poner inteligencia en esto y a dictar sentencia con lo mejor, con lo que se tiene a la mano, el derecho’. Si hay una intuición ética, uno sabe cuándo está obrando bien o no, cuándo se somete uno, cuándo va la dignidad de por medio para conservar algún privilegio”. (Fragmento del reportaje especial publicado en Proceso 2191, ya en circulación)

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