La desesperanzada vocación de escribir

martes, 20 de noviembre de 2018 · 10:53
El ámbito cultural en su conjunto despidió el viernes 16 en el Palacio de Bellas Artes a uno de los más destacados de nuestros narradores. Fernando del Paso colaboró en Proceso desde Londres –donde residía– por varios años (de 1977 a 1983) con reportajes, artículos y entrevistas. Incluso cubrió la Copa del Mundo de Futbol España 82. Esta entrevista con el escritor nacido en 1936 apareció en el número 6 del semanario (13 de diciembre de 1976), donde habló por primera vez de Palinuro de México –libro aún inédito, pues acababa de darse a conocer como ganador del Premio de Novela México–, a la par que anunció el tema de su siguiente novela, Noticias del Imperio. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Porque considera que el género novelesco “está destinado a desaparecer”, Fernando del Paso entiende su vocación de escritor como “desesperanzada... vocación en el sentido de que es una condena”. Su más reciente novela, Palinuro de México, fue escogida entre cuatrocientas más (inéditas, en castellano) para merecer el Premio Internacional de Novela México, que acaba de recibir. La desaparición de la novela –continúa– se deberá a la confluencia, en el género, de poesía, teatro, ensayo... a «la gran influencia de los medios electrónicos, el cine, la falta de tiempo y claro, la abundancia de malas, malísimas novelas de tercera y cuarta”. Del Paso siente que “cada vez es más difícil hacer literatura original”, pues le da la impresión de que todo está dado, de que queda muy poco por hacer: “Actualmente los novelistas se preocupan mucho por conocer profundamente la literatura mundial, y eso hace que se alimenten más de la literatura que de la vida.” Pero si se le pregunta qué es escribir, responde: “Es vivir”. Disciplinado, trabajó durante siete años para concluir setecientas cuartillas. ¿Qué significa Palinuro de México? El joven literato, que se dio a conocer con su otra novela, José Trigo (Premio Villaurrutia), explica: “Palinuro era el piloto de la nave de Eneas, de La Eneida. Una vez se queda dormido en el timón y lo arrastran las aguas hasta el ahora llamado Cabo Palinuro, y unos hombres, por robarle las ropas, lo matan. Es un personaje secundario de la mitología, pero me llamó mucho la atención. En la novela, es un estudiante de medicina que se deja arrastrar por sus sueños y muere a causa de ellos en el conflicto estudiantil de 1968.” Del Paso da crédito al poeta inglés Cyril Connolly, en cuyo libro, La tumba sin sosiego (1944), descubrió “el mito de Palinuro y su importancia”. –La generación estudiantil del 68, ¿se dejó arrastrar por los sueños? –En cierto modo sí –comenta–, pero en la novela tiene más que ver con el personaje. Yo no pensé que iba a hablar del 68. Tenía una idea anterior (estaba influido por Proust y Lezama Lima que, aunque muy distintos, pueden combinarse), y cuando apareció Palinuro se apoderó de la obra. –¿Cómo influyó el movimiento en usted? –Fue una experiencia fundamental que viví en parte directamente y en parte como espectador. El 68, gran fracaso –¿Que significó? –Un gran fracaso, una gran frustración. –¿Ha sido superada esa frustración? ¿Se ha borrado? –No, dicen que la historia del 68 para acá cambió. No lo creo, aunque se inició una toma de conciencia. El haber vivido tantos años lejos de México –Del Paso trabaja en Londres– no me permite evaluar bien de qué modo permanece esa vivencia aquí. No se de qué manera sigue viva, ni cómo. –¿Cómo entiende la política actual de México? –Muy confusa. De alguna manera México parece acercarse a la Argentina. Me temo que se están creando condiciones que nos acercan al fascismo. Por otra parte, no soy el único que lo cree así. Fernando del Paso, agitado por el drama de cruzar la ciudad a las seis de la tarde (“siendo Londres más extensa que México, no sucede esto ni hay tanto ruido”), y afectado por la altura, no se atreve a evaluar la vida cultural del país, la cual apenas ha atisbado en dos semanas. Pero señala que le parece “paradójica”: “Hay una gran actividad cultural, mucho más que hace dos años, cuando estuve aquí por última vez. No se puede comparar con lo que hay en Londres o nueva York (y no se debe comparar), pero se ha intensificado. Hay una gran proliferación de revistas, se editan muchos libros. Pero lo que se llamaba la vida cultural de la ciudad (no sé la provincia), como que se ha desmembrado, desarticulado, se ha perdido mucho el contacto humano.” Respecto de la cultura latinoamericana, dice que “aunque no se conoce en Londres más que en París, aumentó su interés notablemente a partir de la muerte de Allende”: “El Times Literary Suplement dedicó un número entero a Latinoamérica, no hace mucho, principalmente a su literatura. Y, desde luego, se conoce a Borges, pero él es un escritor más europeo que latinoamericano.” Al preguntársele sobre sus influencias, Del Paso considera que en Palinuro… solucionó el viejo problema que tenía de preocuparse por ellas: “Me siento influido por Fuentes, Carpentier, García Márquez. ¿Hasta qué punto y en qué partes de mi obra? No lo sé, con demasiada frecuencia se equivoca uno en muchas cosas. En José Trigo, según yo, estaba influido por Rulfo en un pastiche que le rendí como homenaje, pero los críticos dijeron que su influencia era más profunda y tal vez inconsciente… y estaba en otras partes de la novela.” Pero Del Paso se siente “más cerca de Fuentes que de Rulfo”, y dice que mientras la obra de éste es “única e inimitable, en la acepción cabal de la palabra”, el autor de Pedro Páramo no es de los que inician corrientes, mientras que Fuentes “es un escritor que ha podido ejercer una influencia palpable en autores jóvenes” y quizá, señala, “ahora no se reconoce en todo su valor”. Y si Del Paso cree que la novela es poco leída y que durante el tiempo que escribió Palinuro… no pensó en número de personas, aclara: “Sí me interesa ser leído, comunicar.” Pero las historias que concibe se van complicando a medida que escribe, van creciendo, entretejiéndose, y eso obliga al artista a no pensar en la gente, sino a determinarse “a un tiempo largo y gran espacio”. El “boom”, callejón sin salida –¿Cómo afecta al escritor vivir fuera de su país? –Eso depende mucho de varios factores: qué tanto tiempo esté uno fuera (mucho puede ser peligroso), la edad, el lugar, los estímulos que se reciban, la información que se posea de su país y del mundo. ¿Es benéfico o no? Cualquier respuesta es una hipótesis. Si no viviera en Londres tal vez habría escrito otro libro, o no habría escrito ninguno. Pero añade: “En cuanto al idioma, sí afecta. Puede empobrecerlo, pero debe compensarse por una depuración del estilo, de comunicarse con más claridad. Creo que Henry Miller dijo que cuando se vive en otro país, uno empieza a descubrir matices, giros de su propio idioma. En cierta forma, eso ha ocurrido conmigo.” Y para no evadir el lugar común del “boom”, se le pidió un comentario: “Pienso que muchos de sus escritores se encuentran en un callejón sin salida. Sus últimas obras han sido totalizadoras. Pienso en El otoño del patriarca o Terra Nostra. García Márquez parece que lo ha comprendido y ha decidido no volver a escribir novela. Por otra parte, creo que para las nuevas generaciones los autores del boom pueden llegar a ser un peso, una sombra. Pero a lo mejor resultan un estímulo, no sé.” El escritor (serio, de humor raro y fino, con una espléndida voz que justifica el que a veces sea locutor de la radio londinense, aunque es también traductor, escritor y productor de programas de Servicios Externos Latinoamericanos en la BBC), prepara una tercera novela, cuyo tema será el Segundo Imperio de México. “Más concretamente sobre la locura de Carlota: ni novela histórica ni historia novelada, sino fantasía con ciertos soportes en la realidad. Lo que trataré de hacer es presentar la locura de Carlota como la lucha de la imaginación por conquistar una realidad que se le escapa.” Este texto se publicó el 18 de noviembre de 2018 en la edición 2194 de la revista Proceso.

Comentarios