Macron en crisis: Se perfilan días peores

martes, 11 de diciembre de 2018 · 11:48
“Son migajas”. Así se refirieron los Chalecos Amarillos a las medidas anunciadas por el presidente francés Emmanuel Macron, quien debió dar marcha atrás al alza al impuesto de los combustibles. Aún hay más demandas de las clases media y baja, que anuncian más movilizaciones en las principales ciudades de Francia. Y de ese caos se aprovechan los partidos de derecha e izquierda, que quieren montarse en el descontento y reposicionarse en el espectro político. PARÍS (Proceso).- La noticia sonó como trueno en Francia: Emmanuel Macron, el “presidente inflexible”, capituló ante los Chalecos Amarillos. El martes 4 el primer ministro, Édouard Philippe, anunció la suspensión seis meses del alza al impuesto sobre los combustibles, lo que originó un amplio movimiento de protesta ciudadana cuyo emblema es el chaleco de seguridad que cada automovilista debe tener en su vehículo. De paso, Philippe advirtió que “congelaba” por el mismo periodo los precios del gas y de la electricidad para tratar de apaciguar a millones de franceses cuyas cuentas bancarias quedan en cero al final del mes y que apoyan a los Chalecos Amarillos, aun si no salen con ellos a la calle… al menos por ahora. El miércoles 5 el primer ministro presentó y justificó estas medidas ante la Asamblea Nacional, pero esa misma noche un vocero del Palacio del Elíseo aseguró a France Info, radioemisora de gran audiencia, que el presidente acababa de cancelar definitivamente ese impuesto a los combustibles.  Semejante falta de coordinación entre el jefe de Estado y su primer ministro ilustra el desasosiego –¿pánico?– del Ejecutivo ante la crisis que sacude a Francia. Macron y Philippe desestimaron el coraje creciente de los Chalecos Amarillos y sus imprevisibles consecuencias. Sólo midieron su potencial explosivo el pasado sábado 1, cuando se dieron conatos de guerra urbana en los elegantísimos barrios que rodean la avenida de los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo –lugares emblemáticos de París–, al tiempo que surgieron graves disturbios en numerosas ciudades de provincia.  Las imágenes de los Cuerpos Republicanos de Seguridad (CRS) atacados y a menudo rebasados por grupos de manifestantes aguerridos, así como el espectáculo de decenas de autos incendiados y de tiendas saqueadas dieron la vuelta al mundo y cuestionaron la capacidad del presidente y del gobierno de cumplir con una de sus principales responsabilidades: mantener el orden y la seguridad. El martes 4 el primer ministro reiteró su propuesta, formulada de manera muy vaga el 27 de noviembre, de organizar consultas en toda Francia y con todos los actores de la sociedad gala: políticos, autoridades locales, sindicatos, ONG, Chalecos Amarillos…  Esta vez fijó fechas: del 15 de diciembre al 15 de marzo, y precisó temas: una reflexión colectiva sobre el sistema fiscal francés, incluyendo su aspecto ecológico, y sobre el gasto público.  Reconoció: “Nuestros impuestos son los más altos de Europa. Nuestro sistema fiscal es terriblemente complejo y se le critica por ser injusto. Hablemos juntos de cómo modificarlo y elaborar reglas claras”.  El sabor de la revancha Es la primera vez desde hace 18 meses de ejercicio vertical del poder que Macron da un paso atrás. Una gran humillación para este presidente joven e impetuoso que pretendía realizar a pasos acelerados reformas estructurales liberales y drásticas a las cuales todos sus antecesores acabaron por renunciar. “Estas concesiones llegaron demasiado tarde”, denunciaron al unísono todos los partidos políticos galos y los Chalecos Amarillos, los primeros por oportunistas, los segundos por desconfiados. Cuatro son los grandes partidos de oposición en Francia. El Socialista (PS, socialdemócrata), Los Republicanos (LR, de derecha), el Reagrupamiento Nacional (RN, antes Frente Nacional, de extrema derecha) y Francia Insumisa (FI, de extrema izquierda).  Se debe mencionar también a Generation.S, partido de mucho menos peso pero con influencia entre la juventud estudiantil –fundado por Benoit Hamon, desafortunado candidato socialista en las elecciones presidenciales de 2017– y al Partido Comunista (PC), convertido en formación política de menor importancia pero aún con poder de movilización en ciertos sectores laborales. PS y LR –que se alternaron en el poder en las últimas tres décadas– no lograron cumplir con su promesa de restañar la profunda y creciente fractura social gala. Fue, entre otras razones, la causa de su estrepitoso fracaso electoral y de la sorprendente llegada al poder de Macron. Fuertes divisiones ideológicas siguen sacudiendo tanto al PS como a LR, que todavía no se reponen de la victoria de Macron.  Ver tambalearse al presidente que desde el inicio de su campaña electoral, a finales de 2016, hasta la aparición de los Chalecos Amarillos pretendió encarnar una nueva manera de “hacer política” y manifestó abiertamente el desprecio que le inspiran los “partidos tradicionales”, es una revancha inesperada que saborean sin moderación y que buscan capitalizar en peligrosos juegos politiqueros. No deja de ser insólito ver a los líderes de derecha y socialistas apoyar hoy una protesta ciudadana contra el empobrecimiento de sectores cada vez más amplios de la sociedad, que ellos mismos contribuyeron a fomentar. Lejos de la compasión que pretenden sentir por sus conciudadanos, sólo parece animarlos el afán de desestabilizar aún más al hoy vulnerable jefe de Estado. El jueves 6 el PS, el PC y FI anunciaron su decisión de presentar este lunes 10 en la Asamblea Nacional una moción de censura contra el gobierno. Semejante iniciativa se topará con la aplastante mayoría que La República en Marcha (de cuyas filas emergió Macron) detenta en el Parlamento.  Complejo es el juego de Marine Le Pen, presidenta del RN, y de Jean Luc Mélenchon, líder de FI, ante la brusca y desconcertante irrupción de los Chalecos Amarillos en el paisaje político y social francés. Al igual que los dirigentes del PS y de LR, Le Pen y Mélenchon aspiran a sacar el mayor provecho posible de la situación atacando con suma violencia a Macron y pidiendo su renuncia o la disolución de la Asamblea Nacional, exigencias que surgen cada día con mayor fuerza en los rangos de los Chalecos Amarillos. El RN y FI, sin embargo, mantienen una distancia prudente con los Chalecos Amarillos, aun si aplauden sus manifestaciones y dicen entender y compartir su hartazgo. En realidad, los dos partidos están al acecho, casi en emboscada, calculando cómo captar esa movilización ciudadana que cuenta con el apoyo o por lo menos la simpatía de un porcentaje de la opinión pública que oscila entre 70% y 80%, según los sondeos, pero que manifiesta un repudio absoluto a toda la clase política gala, incluyendo a RN y FI. Ese rechazo no parece perturbar mayormente a Le Pen ni a Mélenchon, quienes se ven convencidos de que saldrán de esta crisis con mayor fortaleza. Persuadido de que la “revolución está en marcha”, Mélenchon profetizó el martes 4 en entrevista televisiva: “Todo esto va a acabar entre ellos (RN) y nosotros. Todos los que ustedes ven en ‘el extremo centro’ (expresión irónica para designar a los partidos tradicionales) están estancados en un callejón sin salida a la vez ideológico, personal e histórico”. ¿Cuándo y de qué manera se dará ese duelo entre las fuerzas de Le Pen y las de Mélenchon? El líder de FI no lo precisó. “Macronía” Mientras la clase política se desata contra la “macronía” –término que abarca al presidente, el gobierno y los diputados de La República en Marcha–, los Chalecos Amarillos se burlan de las concesiones tardías y limitadas de Macron –“son migajas”, se indignan, “pero ahora nosotros queremos el pan entero”– y se lanzan en su cuarta semana de movilización. Aun si son menos numerosos en el terreno, siguen sumamente activos. Además de bloquear el acceso a autopistas, glorietas, centros comerciales y refinerías –causando escasez de gasolina en Bretaña, entre otras regiones–, empiezan a manifestarse ante administraciones públicas, en particular las del fisco. Se intensifican y se radicalizan sus debates en las redes sociales, pero también de viva voz en todos los lugares que ocupan día y noche para mantener sus piquetes. Se multiplican sus listas de reivindicaciones, a menudo contradictorias, en internet. Pero hasta la fecha no se vislumbra el mínimo embrión de organización local, regional y menos nacional.  En realidad, por lo menos hasta la fecha, la mayoría de los Chalecos Amarillos se rehúsan a estructurarse, no quieren elegir representantes ni voceros. Temen perder esa forma de “democracia horizontal 2.0” que están inventando sobre la marcha. Les espanta la idea de convertirse en partido y de ser cooptados. Cada vez que alguno de ellos intenta asumirse como “comunicantes” –que no voceros–, y menos aún como representantes del movimiento, se topan con un rechazo general y rotundo.  Diez chalecos amarillos que se presentaban como moderados y entre los cuales destacaban pioneros de la movilización en la web, se propusieron para ir a dialogar con el primer ministro el martes 4. Tuvieron que renunciar a hacerlo después de recibir amenazas de represalias e inclusive, según afirman, de muerte. Una de ellos, Jacline Mouraud, acaba de interponer una demanda judicial con la esperanza de saber qué tan serias son estas amenazas y de dónde vienen. Seguir la lucha implica para los Chalecos Amarillos no sólo mantener sus acciones diarias, sino movilizarse masivamente para manifestarse juntos cada sábado, ya sea en sus pueblos y ciudades de provincia, ya sea en París. Y aun si muchos no aprueban la violencia extrema del sábado 1, casi todos se decían firmemente decididos a salir a la calle este sábado 8. De nada sirven las advertencias de Christophe Castaner, ministro del Interior, quien les ruega “no subir” a París para manifestarse. Insiste en dos puntos: por un lado, según información de sus servicios de inteligencia, grupos de “suma dureza” se están organizando para enfrentar a los Cuerpos Republicanos de Seguridad e inclusive, afirma el ministro, “para matar a policías”; por el otro, subraya que se modificó de manera radical la estrategia de represión de la violencia callejera, dando a entender que los CRS no se limitarán a usar gases lacrimógenos y cañones de agua para repeler a los manifestantes, sino que “irán al contacto”. No sólo los Chalecos Amarillos hicieron oídos sordos ante el llamado alarmista del ministro del Interior, sino que alumnos de secundaria –que iniciaron el martes 4 sus propios movimientos de protesta en París y en provincia– planean sumarse a las marchas del sábado 8, portando también chalecos amarillos.  Parecen dispuestos a seguir su ejemplo estudiantes universitarios que el miércoles 5 bloquearon el acceso a una universidad parisina. Los líderes de ese incipiente movimiento juvenil se mueven en estrecha relación con FI, Generation.S y grupos de ultraizquierda. Por si eso fuera poco, la poderosa Federación Nacional de Sindicatos de Productores Agrícolas anunció que sus miembros saldrán a las calles a partir del lunes 10 si el gobierno aplaza la puesta en marcha de medidas destinadas a aumentar los ingresos de los campesinos, cuya situación económica también se vuelve cada vez más apremiante. Al cierre de este texto (jueves 6) se vislumbraban otras movilizaciones sindicales, entre ellas las de los camioneros… Este reportaje se publicó el 9 de diciembre de 2018 en la edición 2197 de la revista Proceso

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