Canadá, entrampado en la 'guerra de gigantes”

martes, 18 de diciembre de 2018 · 08:44
MONTREAL (apro).- La detención en Vancouver de Meng Wanzhou, directora ejecutiva de Huawei e hija del fundador de esta compañía de telecomunicaciones, provocó férreas protestas del gobierno chino hacia Canadá. Meng obtuvo su libertad bajo fianza el 11 de diciembre y deberá esperar en suelo canadiense, bajo estrictas medidas de vigilancia, la resolución de la solicitud de extradición presentada por Estados Unidos. La ejecutiva está acusada de burlar supuestamente las sanciones financieras impuestas por Washington contra Irán. El gobierno de Justin Trudeau siente la embestida de Beijing a causa de la detención y ve así afectados sus planes de establecer vínculos comerciales más sólidos con el país asiático para disminuir su dependencia hacia el mercado estadounidense. Ottawa ha señalado que no intervendrá en las decisiones de sus órganos judiciales. No obstante, Canadá siente los daños colaterales de la lucha entre Estados Unidos y China, las economías más poderosas del orbe. Meng fue arrestada el 1 de diciembre, cuando hizo una escala aérea en Vancouver. Un juez autorizó 10 días después su liberación bajo fianza. El monto a depositar fue de 10 millones de dólares canadienses (unos 7.5 millones de dólares estadounidenses). Además, Meng deberá cumplir con varias medidas de vigilancia. Por ejemplo, portar un mecanismo electrónico de localización en el tobillo y no salir de la residencia particular que tiene en Vancouver entre las 11 de la noche y las 6 de la mañana. Asimismo, la policía puede ingresar al domicilio sin previo aviso. La siguiente audiencia en tribunales está programada para el 6 de febrero. Cabe destacar que la autorización de la extradición y sus recursos para frenarla podrían durar meses o años. Represalias Cuando se hizo pública la detención, la embajada de China en Ottawa publicó en un comunicado que se trataba de una violación a los derechos de Meng Wanzhou y exigió su liberación inmediata. “Tomaremos todas las medidas necesarias para proteger los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos chinos”, advirtió el texto. Pocos días después, la cancillería china convocó a John McCallum, embajador de Canadá en Beijing, para pedir explicaciones por una medida que el régimen considera tiene tintes políticos. Asimismo, El diario del pueblo, periódico oficial del Partido Comunista, advirtió al país norteamericano que puede enfrentar “graves consecuencias” por este asunto. Justin Trudeau, primer ministro canadiense, respondió de la siguiente forma: “No hubo intervención política en esta decisión, ya que respetamos la independencia del sistema judicial”. En esos momentos de incertidumbre, una delegación de 40 representantes del sector forestal de la Columbia Británica anuló un viaje a China. Unas horas antes de que se conociera la liberación bajo fianza de la ejecutiva, la organización International Crisis Group informó que uno de sus empleados, Michael Kovrig --un exdiplomático canadiense--, fue detenido en el país asiático. El empresario canadiense Michael Spavor corrió con la misma suerte. Su arresto se dio a conocer el miércoles 12, un día después de la liberación de Meng. En un primer momento, Beijing evitó pronunciarse sobre estas detenciones, aunque poco tiempo después afirmó que ambos individuos están bajo investigación por supuestas “actividades que perjudican la seguridad nacional”. En entrevista con el diario La Presse, Guy Saint-Jacques, embajador canadiense en Beijing de 2012 a 2016, se refirió al arresto de sus dos compatriotas. “En China jamás hay coincidencias”, manifestó. Luego explicó que el régimen chino recurrió a la misma estrategia en 2014, cuando un ciudadano de aquel país fue detenido en Vancouver. Como respuesta, dos misioneros canadienses establecidos en China desde hace décadas perdieron su libertad. “En ese tiempo, altos funcionarios chinos me contactaron para proponer un intercambio de prisioneros”, dijo Saint-Jacques, propuesta que no aceptó al subrayar que era un asunto exclusivo de los jueces. Ottawa había decidido mostrar cautela ante los señalamientos que vinculaban el caso de Meng con la detención de sus dos ciudadanos. Sin embargo, Trudeau dejó entrever esta correlación en una entrevista a la cadena City News el pasado 14 de diciembre. “China reacciona al arresto de uno de sus ciudadanos, pero estamos absolutamente determinados a seguir en pie por nuestros ciudadanos detenidos, comprender por qué lo están y trabajar con las autoridades chinas para demostrar que es una situación que no es aceptable”. Ese mismo día, Mélanie Joly, ministra canadiense de turismo, anunció que su viaje programado al país asiático quedaría pospuesto. Trabajo sucio Desde su llegada al timón del gobierno canadiense a finales de 2015, Trudeau manifestó que buscaría un acercamiento con China para explorar vínculos más sólidos, especialmente en el comercio. Canadá envía a Estados Unidos 76% de sus exportaciones. Desea reducir esta dependencia tocando la puerta de otros mercados. El chino interesa sobremanera por su talla y dinamismo. Actualmente, 4% de las exportaciones canadienses llega a ese país. En septiembre de 2016, el primer ministro Li Kegiang visitó Canadá y señaló que ambos países vivirían una nueva época en sus relaciones. Trudeau viajó posteriormente a China en dos ocasiones. El gobierno canadiense afirmó que deseaba sentarse con sus pares chinos para sostener “pláticas exploratorias” que pudieran abrir el camino a un eventual acuerdo de libre comercio. La primera noticia que erosionó el acercamiento se produjo en mayo pasado, cuando Ottawa bloqueó la adquisición de la constructora Aecon por parte de una sociedad china, aduciendo la protección de la seguridad nacional. No obstante, fue un asunto de pocas dimensiones comparado con la detención de Meng Wanzhou. Guy Saint-Jacques afirmó que Beijing podría aplicar otras medidas para presionar a Ottawa. Por ejemplo, aumentar los gravámenes a ciertos productos canadienses. Desde que se anunció la detención de Meng, miles de usuarios de las redes sociales chinas han pedido boicotear reconocidas marcas canadienses. A su vez, los diarios de Toronto, Vancouver y Montreal han recopilado testimonios de algunos empresarios con intereses en China que temen ser detenidos en caso de visitar próximamente el país asiático. Beijing ya mostró reacciones vigorosas en crisis anteriores. En 2010, Liu Xiaobo obtuvo el Premio Nobel de la Paz, otorgado por un comité noruego. Como respuesta, China puso en la congeladora sus relaciones con el país nórdico y canceló las negociaciones para un eventual acuerdo de libre comercio. Las relaciones volvieron a su cauce normal seis años después, cuando Noruega declaró que respetaba cabalmente el modelo político y económico de China. En 2017, Corea del Sur aceptó la instalación de un escudo antimisiles estadunidense, proyecto que fue considerado por Beijing como una amenaza militar. El gobierno chino decidió prohibir de la noche a la mañana los viajes turísticos de sus ciudadanos a suelo sudcoreano. En un artículo publicado el 13 de diciembre en The Globe and Mail, el diario más influyente de Canadá, Lu Shaye, embajador chino en Ottawa, afirmó: “La detención de la señora Meng no es un mero caso judicial, sino una acción premeditada en la que Estados Unidos ejerce su poder para cazar a una empresa de alta tecnología china por razones políticas”. La opinión de Lu Shaye, que concuerda con la que sostienen medios chinos, es que Canadá está haciendo el trabajo sucio de Estados Unidos. Trudeau descarta que su país haya actuado bajo el influjo estadunidense. Sin embargo, coincidió en que la detención se inserta en un marco de conflictos entre los dos gigantes económicos. “Es el tipo de situación en la cual nos encontramos cuando las dos mayores economías del mundo, China y Estados Unidos, comienzan a estar en disputa. La escalada en esta guerra comercial va a tener una serie de consecuencias inesperadas sobre Canadá y potencialmente sobre toda la economía mundial”, señaló. Stéphane Roussel es profesor de relaciones internacionales en la Escuela Nacional de Administración Pública de Quebec. En entrevista con Apro, comenta: “Si revisamos la historia de la política exterior canadiense, son muy pocos los casos donde el país ha estado en medio de un enfrentamiento entre dos grandes potencias. Además, Estados Unidos y China son los principales socios comerciales de Canadá. Esto complica mucho el panorama. El gobierno de Trudeau ha tenido una reacción moderada, muy prudente, en torno a la escalada por la detención de Meng Wanzhou”. Desde su llegada al poder, Donald Trump ha acusado a China de realizar estrategias comerciales “desleales” en detrimento de los trabajadores estadunidenses. Trump impuso en un primer momento una serie de gravámenes a productos chinos. El país asiático reaccionó con medidas similares poco tiempo después. El mandatario estadunidense y el presidente chino Xi Jinping habían alcanzado un acuerdo para reducir las tensiones, en el marco de la cumbre del G20 en Buenos Aires. No obstante, la detención de Meng fue un balde de agua fría para Beijing, acción que puede poner en riesgo la tregua alcanzada. Las autoridades chinas consideran a Huawei como una de las firmas más representativas del desarrollo tecnológico de su país. De ahí las sospechas de que la detención de su directora comercial haya sido un golpe bajo orquestado desde Washington, y no una acción que tenga que ver únicamente con las sanciones estadunidenses a Irán. El arresto de Meng se inserta también en un complejo escenario. Huawei ha sido señalada por Estados Unidos y otros países (como Japón, Australia y Nueva Zelanda) de representar riesgos a la seguridad nacional por la posibilidad de que sus aparatos e instalaciones puedan servir para recopilar información a beneficio del régimen chino. La compañía ha negado categóricamente que Beijing intervenga en sus asuntos, además de que ha manifestado que cumple con todas las normas en los países donde opera. Huawei es el segundo mayor fabricante de teléfono inteligentes, sólo superado por Samsung. Sin embargo, la firma china también desarrolla redes de conexión inalámbrica que le han granjeado gran reputación por su rapidez y bajo costo. Es por ello que China sostiene que la detención de Meng forma parte de un plan para limitar el posicionamiento de sus empresas de alta tecnología a nivel global. Además, en este ambiente lejos de la concordia, Beijing vio con malos ojos que en el T-MEC, el nuevo tratado que regirá el comercio en Norteamérica, existe una cláusula que prohíbe que sus miembros firmen acuerdos con economías que no sean consideradas de libre mercado --como la china--, bajo pena de exclusión. Trudeau subraya una y otra vez que el caso de la ejecutiva de Huawei está únicamente en manos de los jueces. Trump declaró el 11 de diciembre que podría intervenir en este asunto si esto puede ayudar a solucionar el conflicto comercial con Beijing. “Las palabras de Trump son muy negativas para el gobierno canadiense. Trudeau cita la independencia judicial, pero Trump afirma que puede instrumentalizar el tema”, comenta Roussel. Para este experto, el margen de maniobra de Canadá es estrecho, aunque identifica dos elementos de suma importancia. “El gobierno canadiense tiene que buscar más apoyos en Washington a pesar de los dichos de Trump. Hay actores en la política estadunidense que han dado muestras de comprender la situación de Canadá en esta crisis. De igual forma, no debe ceder, aunque Beijing aumente los decibeles. Es importante que no haga concesiones ante países que utilizan cada vez más métodos coercitivos. Cada vez que hay un conflicto diplomático con otro país, los canadienses pensamos en el impacto económico. Es una variable importante, sin duda, pero no puede ser la única”, apunta.

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