Abre el Museo Casa de Guillermo Tovar de Teresa

jueves, 20 de diciembre de 2018 · 12:57
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La casona porfiriana que el historiador Guillermo Tovar y de Teresa adquirió en 1995 para remodelarla y convertirla prácticamente en un museo exquisito (muebles antiguos, valiosas obras pictóricas, grabados de época, fotografías insólitas de la Ciudad de México, tapices bordados, vajillas extranjeras, libros únicos, mucho de ello herencia familiar y también adquisiciones propios como refinado coleccionista que era), será abierta hoy a las 19:30 horas como museo. El nuevo recinto cultural Museo Casa Guillermo Tovar de Teresa (1956-2013) está ubicado en Valladolid 52, colonia Roma-Condesa. La Fundación Carlos Slim adquirió sus colecciones, mismas que, ya digitalizadas, pueden consultarse sin costo desde el Museo Soumaya en Plaza Carso. La Casa Museo está ampliamente descrita en un texto del historiador Xavier Guzmán Urbiola --que se reproduce en el catálogo de la obra expuesta-- titulado “La casa del coleccionista”. Ahí, el actual subdirector del Patrimonio Artístico del INBA, autor de un bosquejo bio-bibliográfico sobre Tovar de junio de 2013, cuenta que el inmueble, proyectado hacia 1910,  fue obra del ingeniero militar Gustavo Peñasco Hidalgo. “Se trata de una típica casa ‘de alcayata’ --describe Guzmán--, la cual se denomina así de manera genérica, pues su distribución se definía al seccionar un claustro por la mitad, dejando a los lados dos de sus crujías paralelas; la crujía de cada par de propiedades miraba por tanto a la mitad de su patio desde una serie de salones articulados por un corredor. De igual modo, puede generalizarse que fue así como la habitación grande, que daba a la calle, se transformó en recepción o sala, definiendo la zona pública, y los salones que daban al pasillo o corredor, resultaban indistintamente el fumador, el comedor, cuarto de costura, rematando siempre con la cocina seca, la de “humo” y sus alacenas. Al fondo de la propiedad se ubicaba la zona privada: las recámaras y los baños. El acceso para los jinetes, carruajes y recepción, salida de mercancías y del servicio, se dejaba paralelo y separado de las áreas anteriores, para rematar al fondo con la caballeriza, que se conectaba por “atrás” a las cocinas y zonas de la servidumbre en el semisótano. Tovar de Teresa, Cronista de la Ciudad de México, agregó a la casona una biblioteca y estudio personal anexo a la recámara de la planta baja. Conservó el área pública, el vestíbulo y la sala, pero los espacios paralelos al patio ya no tenían sentido como comedor, costurero o salón fumador, transformándose en una serie de tres salas, que Tovar denominó como amarilla, roja y azul. La casa posee 660 metros cuadrados de terreno y, tal como quedó después de las intervenciones descritas, 990 de construcción. Tras las adecuaciones, escribe Guzmán, la ocupó en 1997, rodeándose “de sus colecciones, biblioteca, archivos y donde vivió, amó, estudió, soñó, comió, rió y concibió muchos de sus proyectos”. Entre las joyas que menciona el historiador se encuentra un comedor que perteneció a su abuelo, una serie de litografías de Casimiro Castro en el pasillo central de mosaicos ajedrezados –paralelos a jarrones de piedra en hilera frente a un jardín interior--, y en la biblioteca –fantástica”, a decir de Guzmán--, hay primeras ediciones de sor Juana Inés de la Cruz y toda la bibliografía de viajeros del siglo XIX en México, como el pintor y litógrafo italiano Claudio Linati y el incansable Barón de Humboldt. Algunas de las piezas maestras que el visitante hallará está el óleo del Arcángel San Rafael, obra de Miguel Cabrera (1695-1768), y como el objeto más destacado -- de acuerdo al enlistado de Xavier Guzmán--, es el espejo monumental de cristal poblano (ca. 1811), de Amozoc, con su cresta arqueada y una urna floral flanqueado con decoraciones de acanto. El recibidor muestra una Virgen de Guadalupe de porcelana Viejo París, que fue un regalo de la emperatriz Carlota a las damas de su corte. También, una mesa adaptada con base en una laca del siglo XIX procedente de Olinalá, Guerrero, y que representa la emblemática escena del águila y la serpiente del escudo nacional, así como el óleo sobre cobre de La Sagrada Familia con Santa Catalina, pintado por Luis Juárez (1630), y un Retrato de don Juan de Palafox y Mendoza, de Miguel Cabrera (1764). Una casa semi-destruida que Tovar alcanzó a levantar a la medida de sus sueños, su carácter y su concepción artística.

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