Juicio al "Chapo": Las trampas de la DEA y la traición del socio estadunidense

lunes, 24 de diciembre de 2018 · 13:43
El proceso contra El Chapo Guzmán tuvo la semana pasada las últimas sesiones de 2018. Y en un juicio que cada vez llama menos la atención de los medios, la fiscalía presentó una de sus cartas fuertes: Pedro Flores, socio del narco sinaloense, quien se puso al servicio de la DEA y en 2008 permitió que se grabara una de sus conversaciones de negocios. Estuvo también la declaración de un capo sudamericano que tocó directamente al gabinete de Salinas de Gortari. Por otra parte, vino también el toque “humano”, cuando la esposa del capo llevó a la Corte a sus pequeñas gemelas, que aparentemente enternecieron al jurado y les robaron la atención a las declaraciones de otro testigo, un policía colombiano. NUEVA YORK (Proceso).- La última semana de audiencias de este año en el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán Loera se destaca por el toque humano que le imprimió la presencia de sus gemelas, nuevas acusaciones de corrupción y la revelación de las trampas que le puso la DEA. Aunque ha mermado la presencia de reporteros en la sala del juez Brian Cogan, en la Corte Federal del Distrito Este, en Brooklyn, Nueva York, no es lo mismo con las declaraciones y acusaciones explosivas de parte de criminales que en algún momento fueron socios de Guzmán Loera.  Es el caso de Jorge Milton Cifuentes Villa, Simón, uno de los capos del narcotráfico colombiano más connotados; hasta ahora ha sido el exsocio del Chapo que más lo ha comprometido con su testimonio; guiado por los siete fiscales del gobierno estadunidense, ha colocado al sinaloense como un criminal capaz de negociar con grupos terroristas –como las Autodefensas Unidas de Colombia– o guerrilleros –como las FARC. Al concluir su testimonio –fue interrogado por el fiscal Adam Fels y por uno de los tres abogados del acusado, Jeffrey Lichtman– y al pasar frente al Chapo para salir de la sala del juez Cogan, Simón le hizo un gesto de fraternidad al narco mexicano al cruzar sus brazos sobre el pecho, simulando un abrazo. El sinaloense lo ignoró. Simón, quien ya había hecho a Guzmán Loera el daño que buscaba la fiscalía, lanzó otra acusación que sacude las estructuras políticas mexicanas de la época salinista. El colombiano dijo que él personalmente se encargaba de sobornar al entonces procurador general, Ignacio Morales Lechuga. Lichtman llevó a Simón a exponer ante el jurado el caso de Morales Lechuga, procurador entre 1991 y 1993. –¿Lo sobornaba? –preguntó el abogado. –Sí, señor –respondió estoico el exsocio del Chapo. Lichtman no insistió en el tema. Más socios  El miércoles 19, en la sala de la Corte no todo era igual. Destacó al ausencia de Emma Coronel, esposa de Guzmán, quien había asistido a las 16 audiencias previas. El fin de semana anterior algunos medios publicaron fotografías de la mujer en el Madison Square Garden, en Manhattan, en la pelea del boxeador mexicano Saúl Canelo Álvarez contra Rocky Fielding. El siguiente testigo del gobierno de Estados Unidos fue otro de los narcotraficantes más esperados por la prensa que cubre el juicio. Cuando Pedro Flores entró a la sala y caminó al estrado, El Chapo miró con odio a quien fuera uno de sus grandes compradores de cocaína y heroína.  Su testimonio es crucial para el caso, pues Pedro y su gemelo, Margarito –ambos ciudadanos de Estados Unidos–, ofrecen evidencias frescas sobre la participación del Chapo en el transporte, venta y distribución de drogas. A las primeras preguntas de Fels, Pedro comenzó a exponer la participación directa de Guzmán y otros capos del Cártel de Sinaloa –como Ismael El Mayo Zambada– en la venta de narcóticos en ciudades como Nueva York o Chicago. Los Flores, de acuerdo con la historia que narró Pedro al jurado, se iniciaron en el negocio de la venta de drogas desde que eran niños; luego se expandieron como grandes distribuidores en Chicago, cuando por medio de un proveedor mexicano, Guadalupe Ledezma, se relacionaron con el Cártel de Sinaloa. Su conexión de negocios con El Chapo arrancó en 2005, cuando Ledezma les dijo que era un personero del Cártel de Sinaloa y les propuso que en Chicago y sus alrededores instalaran bodegas para almacenar grandes cargamentos de droga. En 2005, en una reunión con Ledezma en Zacatecas, Pedro Flores fue detenido presuntamente por policías federales que lo tuvieron cautivo 16 días. El ahora testigo protegido del gobierno de Estados Unidos afirmó que salvó el pellejo porque su hermano Margarito buscó al Chapo Guzmán, quien presuntamente fue quien intercedió para que lo dejaran libre. Doce días después de resuelto el problema, los gemelos Flores fueron llevados a la sierra de Sinaloa para que Pedro conociera a Joaquín Guzmán. Tras aterrizar en las montañas, los gemelos se encontraron frente a frente con Guzmán; El Mayo; Jesús Vicente Zambada Niebla, Vicentillo; y Juan Guzmán Rocha, Juancho (primo del Chapo) entre otros capos. Inmediatamente los Flores hicieron negocio con los mexicanos. La traición Pedro le aseguró al jurado que entre 2005 y 2008 le hizo ganar al Chapo y a sus socios unos 800 millones de dólares. En ese último año, los gemelos comenzaron a traicionar a Guzmán.  En abril de 2008, temerosos de su futuro, los Flores, por conducto de su abogado, se acercaron a los agentes de la DEA en Guadalajara. Gracias a su cooperación con la DEA, Pedro y Margarito fueron sentenciados a 14 años de cárcel y no a cadena perpetua, como correspondía por los delitos que cometieron. Los gemelos llevan ya 12 años encarcelados y si cumplen al pie de la letra lo que les pida declarar el Departamento de Justicia, dentro de dos podrían quedar libres. En su segundo día como testigo, Pedro Flores –siguiendo el ritmo que le marcaba el interrogatorio de Fels– se convirtió en el segundo criminal en exponer al acusado de manera directa con la venta de drogas en Estados Unidos. El 15 de noviembre de 2008, 15 días antes de ponerse definitivamente a disposición del gobierno de Estados Unidos, como marioneta de la DEA Pedro Flores le puso una trampa al Chapo: grabó una conversación telefónica que tuvo con Guzmán para negociar el costo de un cargamento de 18 kilos de heroína que el capo mexicano ya les había puesto a los gemelos en Chicago. La prueba de cargo por parte del Departamento de Justicia se escuchó clara en la sala del juez Cogan: “Amigo, ¿qué dice?, gusto saludarlo. ¿Cómo está su hermano?”, se oye decir al Chapo al inicio de la grabación. Eran las 20:43 horas cuando El Chapo, desde algún lugar de la sierra de Sinaloa, se comunicaba con Pedro, quien, como los agentes de la DEA que lo manejaban, estaba en la capital de Jalisco. –Lástima que no lo pude ver el otro día –comenta Flores. –Aquí estamos, a la orden. –Para lo que hablamos el otro día tengo el cheque listo… ¿me puede rebajar unos cinco pesos de eso? –¿A cómo me lo va a pagar? –A 50. –Mañana recojo el dinero… está bien, está bien el precio. –El otro señor me dio algo que no salió bueno y lo tengo que emparejar. –¿Tú no tienes manera de traer el dinero hasta aquí? Voy a hablar con una persona. Ahorita te hablo pa’trás. Se referían al pago de 18 kilos de heroína que la gente del capo mexicano le entregaría a la del distribuidor estadunidense en Chicago.  Pedro le explicó a Fels que cuando dijo que tenía el “cheque listo”, hablaba de que tenía los dólares en efectivo para pagar la droga, ya fuera en México o en Estados Unidos.  Cuando Flores mencionaba la rebaja de “cinco pesos”, le estaba pidiendo a Guzmán que al precio del kilo de heroína –de 55 mil dólares– le quitara 5 mil.  Y al referirse al “otro señor”, Flores hablaba de un cargamento de 13 kilos de heroína que le había comprado a la gente del Mayo. Ese mismo 15 de noviembre de 2008, pero a las 21:03 horas, El Chapo volvió a llamar al celular de Pedro Flores: “Lo van a recoger allá (el dinero), la persona ya está en Chicago. Aquí te van a pasar el número de la persona que está en Chicago y me dio gusto saludarte; salúdame a tu hermano”, se escucha decir a Guzmán. Cuando el sinaloense le pasa el teléfono a otra persona, para que le den a Pedro los datos de quien recogerá el dinero en Chicago, el que le habla al traficante estadunidense es el colombiano Alexander Cifuentes Villa.  Ambos se ponen de acuerdo sobre los detalles del pago, pero Pedro le comenta al colombiano que en lugar de 18 kilos de heroína, a su gente en Chicago le dieron 20 kilos y que desea hablar nuevamente con El Chapo, porque quiere arreglar negocios para recibir cargamentos mayores. Esta petición formaba parte del plan de la DEA. “Amigo”, dice El Chapo al volver a tomar el celular. En ese momento Pedro le pide que le mande más heroína, porque el mercado en Chicago es muy demandante. “¡Ah, cabrón!, ¿no que tú nada más podías sacar poco?”, se sorprende Guzmán cuando Pedro le pide que le envíe unos 40 kilos. “¿No te ha mandado (heroína) otra gente? Yo te lo mando entonces, te mando de esta semana a la otra”, accede el sinaloense. Después de que la fiscalía puso ante el jurado la grabación de la conversación entre El Chapo y Flores, la defensa del acusado cuestionó la autenticidad de la voz. William Purpura, uno de los tres abogados de Guzmán Loera, al interrogar a Pedro ofreció como evidencia un fragmento del video que su cliente envió en 2015 a la actriz mexicana Kate del Castillo.  Purpura le preguntó a Flores si consideraba que la voz del video se escuchaba exactamente igual a la de la grabación telefónica que él presuntamente le hizo al Chapo. “No realmente. Similar”, respondió Flores. Por las muecas de los jurados se pudo palpar que no comulgaron con la táctica de Purpura. Pedro concluyó su servicio al gobierno de Estados Unidos y los alguaciles lo sacaron de la sala. El Chapo lo acompañó con la mirada, consciente de que el “gringo” de 37 años puede salir libre en 2020, mientras él podría pudrirse en la cárcel. Reaparece la familia La fiscalía anunció que para la última audiencia de este año en el juicio contra El Chapo, todos los testigos serían agentes de la ley.  La falta de testigos “interesantes”, como llama el equipo de abogados de Guzmán a los narcotraficantes, se reflejó el jueves 20 en la Corte. De los más de 100 reporteros que se presentaron y se peleaban un lugar en la sala del juez Cogan al comenzar el proceso, ahora apenas había una docena. Iba a ser una sesión aburrida, comentaban los periodistas. Pero a escasos tres minutos de haberse iniciado la audiencia, la sala se transformó: luego de tres días de no asistir a las audiencias, apareció Emma y con ella, sus pequeñas hijas, las gemelas María Joaquina y Emali. Incapaz de contener sus emociones tras ver a las niñas en la sala, al Chapo se le llenaron los ojos de lágrimas, aunque trataba de contenerse. Volteó completamente a su lado izquierdo para saludar y mandarle besos a sus “cuatitas”. Era imposible no voltear a verlas. Su madre las vistió con elegantes sacos blancos, faldas de mezclilla, camisetas blancas y tenis. El Chapo no se podía contener: sus hijas le mandaban besos, le hacían gestos de cariño, lo saludaban; él respondía aprobando con la cabeza sus visajes, enviándoles besos… El espectáculo no pasó inadvertido por los integrantes del jurado, que miraban la escena enternecidos.  Uno de los abogados comentó a los reporteros que Emma Coronel se ausentó porque había ido a México para traer a sus pequeñas a fin de que estuvieran cerca de su padre en las fiestas decembrinas. Por orden del juez Cogan, Emma Coronel tiene prohibido acercarse a su marido; son las niñas las únicas autorizadas a estar algunos minutos junto a su padre, cuando éste se encuentra en su celda, pero no en las audiencias. Nadie en la sala del juez ponía atención a lo que decía el testigo de la defensa, el intendente de la Policía Nacional de Colombia, Hernán Tapasco Suárez, sobre el descubrimiento de un cargamento de armas y de 423 kilos de cocaína en un aeropuerto de su país, en 2014. Con una de sus pequeñas sentada sobre sus piernas y la otra, atendida por una asistente, Emma también le mandaba besos y saludos a su marido. El Chapo era el menos interesado en lo que ocurría entre el oficial colombiano y Adam Fels, que lo cuestionaba. Sentadas en la segunda hilera de bancas en la sección del lado derecho de la sala, destinada a la prensa, público, y asistentes de la fiscalía y la defensa, las gemelas eran el centro de atención. Coronel y sus hijas estuvieron en la sala las primeras dos horas de la audiencia. Salieron y regresaron después del receso del almuerzo, para retirarse una hora antes de que concluyera la última audiencia de 2018 del juicio. Además de presentar a Tapasco como testigo, la fiscalía incluyó a otros dos oficiales de la Policía Nacional de Colombia y a un funcionario migratorio de ese país.   Este texto se publicó el 23 de diciembre de 2018 en la edición 2199 de la revista Proceso.

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