Sus orígenes y metas son diferentes a los de sus pares franceses: son los Chalecos Amarillos de Gran Bretaña, que el pasado fin de semana protagonizaron violentas protestas en varias ciudades para presionar por una salida de su país, abrupta y sin negociaciones, de la Unión Europea. Ese proceso, el Brexit, tiene diversos matices y ángulos que este martes se debaten en el Parlamento, en negociaciones que incluso pondrían en riesgo la permanencia en el poder de la premier Theresa May.
LONDRES (Proceso).- “¡Traidores!”, “¡Basura humana!”, “¡Brexit ya!”, fueron algunas de las consignas que cientos de Chalecos Amarillos británicos gritaban fuera del Palacio de Westminster (sede del Parlamento), en medio del polémico proceso por el cual Gran Bretaña busca abandonar la Unión Europea (UE): el Brexit.
El sábado 5, un centenar de personas vestidas con chalecos amarillos realizaron una serie de protestas en Londres, Sheffield, Manchester y Newport, donde bloquearon las principales vialidades en una campaña que se ha intensificado en las últimas semanas.
Los manifestantes, que buscan imitar el fenómeno de los Chalecos Amarillos de Francia, tienen como lema principal hacer campaña para que Gran Bretaña abandone la UE sin acuerdo alguno, lo que se conoce como “Brexit duro”. El grupo usa tácticas de choque: persiguen e insultan a parlamentarios y periodistas que se oponen a la versión “dura” o a quienes piden un segundo referéndum para que se resuelva el actual impasse en el Parlamento.
Los Chalecos Amarillos británicos califican de “traidora” a la primera ministra, Theresa May, por haber negociado un acuerdo de salida con Bruselas que mantendría al Reino Unido parcialmente vinculado al bloque comunitario en materia comercial y aduanera. Además defienden teorías de conspiración que son populares entre los grupos de extrema derecha, que incluyen propaganda islamofóbicas y antisemitas.
Los manifestantes que el sábado 5 marcharon por el centro de Londres, se sumaron a una campaña orquestada por el grupo ultraderechista y xenófobo Liga de Defensa Inglesa (EDL) y usaron un mismo eslogan: “No surrender” (No a la rendición). Ese lema hace referencia a una supuesta “rendición británica” ante inmigrantes y extranjeros.
“Vamos a la guerra”
La marcha de los Chalecos Amarillos terminó con decenas de arrestados, luego de que varios manifestantes lanzaron bombas de humo frente a la residencia oficial de la primera ministra.
Uno de los principales organizadores de la marcha en Londres, James Goddard, se grabó con su teléfono celular mientras gritaba: “Si quieren guerra, les daremos guerra (a los políticos). ¡Vamos a ir a la puta guerra!”. El mensaje fue publicado en la cuenta de Facebook del grupo.
Goddard, ferviente seguidor del activista ultraderechista y ultranacionalista Tommy Robinson (fundador de la EDL) y que participó en numerosas marchas en los últimos años, es simpatizante de las políticas antiinmigrantes de Donald Trump y previamente dijo que el Islam “es una ideología política que aboga por la muerte”.
Según Goddard, varios de los atentados terroristas que ocurrieron en Gran Bretaña en los últimos años “están siendo encubiertos” por las autoridades “para proteger a musulmanes poderosos”. “Vamos a obligar a la clase política del Reino Unido a escucharnos y tomar nota de lo que estamos diciendo”, afirmó en uno de sus mensajes en Facebook.
Según el activista, el principal objetivo de los Chalecos Amarillos en el Reino Unido es batallar contra “la corrección política, el marxismo cultural y otras políticas forzadas a la población”.
Durante sus recientes manifestaciones públicas, los Chalecos Amarillos corearon consignas como “¡Brexit ya!” y “¡Fuera inmigrantes!”, además de insultar a la policía y al alcalde de Londres, Sadiq Khan, quien está a favor de que el Reino Unido permanezca en la UE.
El grupo se ensañó especialmente con la parlamentaria conservadora Anna Soubry, quien está a favor de un segundo referéndum y por la permanencia del Reino Unido en el bloque comunitario.
Desde diciembre pasado varios chalecos amarillos fueron grabados insultando a Soubry en público, acusándola de “traidora” y “enemiga del pueblo”. Los frecuentes ataques fueron primera plana de los principales periódicos del país, cuando en medio de una entrevista en vivo con Soubry para las cadenas BBC y Sky News, en las afueras del Parlamento, los manifestantes le gritaron “nazi”, “mentirosa” y “escoria humana”.
Soubry pidió a las autoridades parlamentarias intervenir ante la escalada de violencia de los Chalecos Amarillos no sólo contra parlamentarios a favor de la permanencia del país en la UE, sino también contra periodistas y expertos que se oponen al Brexit y que son víctimas de campañas de desprestigio e insultos públicos.
Al respecto y ante el agravamiento de la situación, un grupo pluripartidista –al menos 55 legisladores encabezados por el laborista Stephen Doughty– llamó a la alta comisionada para Scotland Yard, Cressida Dick, a mejorar la respuesta de la policía ante “los crecientes insultos” de los Chalecos Amarillos fuera del Parlamento.
El grupo de diputados escribió una misiva a Dick expresando “serias preocupaciones” acerca de un “deterioro de la situación de seguridad y del orden público”.
Por su parte, la parlamentaria laborista Mary Creagh sostuvo que la campaña de los Chalecos Amarillos en Inglaterra “es agresiva y misógina”, además de aclarar que las agresiones contra Soubry “no fueron incidentes aislados”.
Creagh mencionó el caso de la parlamentaria laborista Jo Cox, asesinada en su localidad de West Yorkshire a manos de Thomas Mair, un activista de extrema derecha, en junio de 2016, días antes del referéndum por el Brexit.
En tanto, el portavoz de la Cámara de los Comunes (cámara baja del Parlamento), John Bercow, se mostró “muy preocupado” por el nuevo fenómeno de protesta que, dijo, “agrede a parlamentarias mujeres y a periodistas. (…) Se trata de manifestantes que usan tácticas agresivas y amenazadoras”.
Para el secretario de Estado para el Brexit, Stephen Barclay, las protestas “horribles” de los Chalecos Amarillos fuera del Parlamento “muestran cuán divisorio ha sido el proceso en el país”.
De derecha e izquierda
La Policía Metropolitana de Londres decidió tomar cartas en el asunto y abrió una investigación para determinar si los Chalecos Amarillos están utilizando tácticas ilegales.
Sobre el tema, Bart Cammaerts, profesor en ciencias políticas de la London School of Economics y experto en el fenómeno de los Chalecos Amarillos en Europa, dice a Proceso que dicho movimiento está absorbiendo cada vez más tanto a grupos de extrema derecha como de extrema izquierda, furiosos con las élites liberales y políticas.
“Muchas personas sienten que el sistema democrático liberal es fallido. Las principales preocupaciones de este nuevo movimiento son compartidas en muchos países. Los Chalecos Amarillos son un símbolo anticapitalista muy fácilmente identificable, un poco como la máscara de Guy Fawkes”, indica el analista.
“En Francia, por ejemplo, es obligatorio para todos los conductores de coches llevar un chaleco amarillo, así que muchos lo tienen. Este movimiento no cuenta con una estructura de liderazgo clara y fuerte o una organización que los unifique. Hay una especie de tendencia en estos nuevos movimientos –ayudados por las redes sociales– a no contar con demandas claras o específicas, o por el contrario hacer tantas demandas que se vuelve una organización vacua. No hay un metanarrativa clara que una estas demandas”, continúa.
Según Cammaerts, esta situación “hace que sea muy fácil que tanto la extrema derecha como grupos fascistas y también que la izquierda radical utilicen estos movimientos como vehículo de protesta y rechazo”.
“El sentimiento contra la UE de los Chalecos Amarillos tiene que ver con un sentimiento populista y antiestablishment que se está dando en estos momentos entre la población y una élite percibida como totalmente alejada de la realidad política”, señala.
Las secuelas de la crisis financiera de 2008 “han llevado en muchos sentidos a que la élite se vuelva más rica, que aumente la desigualdad, y que la población haya tenido que pagar un alto precio. Esto sigue generando una indignación enorme en la gente”.
Problema legislativo
Este fenómeno se da en el contexto de una votación clave en el Parlamento, prevista para el próximo martes 15, en la que los diputados británicos deberán decidir sobre el plan acordado entre May y las autoridades de la UE para que Gran Bretaña abandone el bloque comunitario el 29 de marzo.
Dicho voto fue suspendido en diciembre por May, quien decidió volver a Europa para pedir “más garantías” por el llamado “backstop”, el compromiso aceptado por ambas partes en diciembre de 2017 para no establecer una frontera física en la isla de Irlanda cuando se inicie el Brexit, que dejará a Irlanda del Norte fuera de la UE y a la República dentro.
Esa garantía es considerada necesaria si la UE y el Reino Unido no llegan a un acuerdo de libre comercio para cuando finalice el periodo de transición del Brexit en 2020. May había propuesto un “backstop” que permitiera que todo el Reino Unido permanezca dentro de la unión aduanera de la UE, al tiempo que Irlanda del Norte mantenga algunos aspectos del mercado común.
Pero muchos parlamentarios, incluidos legisladores de la bancada oficialista conservadora, rechazan esa opción al considerar que el backstop dejará al Reino Unido “atrapado indefinidamente” dentro del mercado común y la unión aduanera, sin posibilidad alguna de salir debido a que esa decisión debería ser autorizada por ambas partes, y no de forma unilateral.
Mientras tanto, el pasado martes 8 el Parlamento británico aprobó por escaso margen el establecimiento de controles financieros para dificultar la salida del país de la UE sin un acuerdo de Brexit, un fuerte revés al gobierno de May.
Los legisladores votaron a favor de una enmienda a la Ley de Finanzas que impediría que el gobierno gaste en los preparativos para una retirada “sin acuerdo”, no autorizada por el Parlamento.
Dicho voto deja en evidencia la fuerte oposición a la posibilidad real de que Gran Bretaña abandone la UE el 29 de marzo sin un acuerdo de divorcio vigente, que podría dejar al país sujeto a aranceles sobre sus exportaciones y con posible escasez de alimentos y medicamentos.
El acuerdo de May, que establece los términos del “divorcio” británico de la UE y delimita las relaciones futuras de Londres con Bruselas, ya fue aceptado por los gobernantes europeos, pero debe ser aprobado por el Parlamento británico para ponerse en marcha.
Lo cierto es que de acuerdo con los últimos sondeos de opinión, la mayoría de los británicos ha cambiado de posición y ahora cree que el Reino Unido debería permanecer en la UE.
Una encuesta elaborada por YouGov y dada a conocer el sábado 6 concluyó que en caso de realizarse un segundo referéndum, 46% de los británicos votaría para seguir dentro de la UE, frente a 39% que quiere la salida.
El sondeo indicó además que si se descartara de la encuesta a los indecisos o quienes no quisieron responder, la diferencia sería de 54% a favor de la permanencia en el bloque, contra 46% en contra. Según el informe, para el cual fueron entrevistados 25 mil británicos, la mayoría quiere ahora un segundo referéndum para romper el impasse en el Parlamento.
Esa opción fue descartada por May quien, sin embargo, en caso de ser derrotada en la votación del martes 15 en la Cámara de los Comunes, podría verse obligada a llamar a una nueva consulta, como también convocar a elecciones generales en el país; 41% de los consultados dijo que la decisión final sobre el Brexit debería ser tomada por la población en un nuevo referéndum, mientras que para 36% eso debe ser resuelta en el Parlamento.
Este reportaje se publicó el 13 de enero de 2019 en la edición 2202 de la revista Proceso.