Cuidado infantil y brecha cognitiva

sábado, 23 de febrero de 2019 · 09:33
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Son muchas las objeciones que ha suscitado la decisión de recortar en 50% el presupuesto para las estancias infantiles y en estas páginas me quiero centrar en analizar una de las consecuencias negativas de darles el dinero a las madres para que ellas elijan a quién le pagan por el cuidado de sus criaturas mientras están en sus empleos. Es un error considerar la provisión de cuidados infantiles como una actividad que puede dejarse en manos de quien sea. La idea de que “ser mujer” da “naturalmente” ese conocimiento es parte de una mistificación cultural acerca de la feminidad, y en muchos casos deriva en un resultado desastroso para el proceso de desarrollo infantil. Algunas madres elegirían a una mujer que esté cerca –abuela, vecina, sobrina–, y muy probablemente esa mujer haría lo mejor que sabe respecto a cuidar a una criatura. Sin embargo, todas las investigaciones sobre el desarrollo infantil plantean que en los cinco primeros años de vida no sólo es preciso que las personas que se hagan cargo de cuidar estén capacitadas adecuadamente, sino además que no lo hagan en solitario. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) publicó un riguroso y amplio estudio realizado por Ana Sojo donde señala que el tipo de cuidado que se tiene en la infancia acrecienta las desigualdades sociales. Las familias de bajos ingresos y vulnerables, incluso las de clase media baja, delegan el cuidado en alguna mujer o inscriben a sus criaturas en “guarderías” que sólo hacen eso: guardarlos, pues carecen de técnicas adecuadas de estimulación, mientras que, en el otro extremo, las familias con recursos y con más altos niveles educativos buscan centros con actividades de estimulación. Esto ha generado una brecha social cognitiva entre los infantes. Las experiencias tempranas en la infancia sientan las bases del aprendizaje humano. Los fundamentos cognitivos cruciales, que son los que determinarán capacidades, habilidades y motivaciones, se establecen muy pronto en los primeros años. Esas experiencias tienen efectos profundos y duraderos en el funcionamiento de los sistemas neurocognitivos relacionados con la visión, el lenguaje, la atención y la memoria. Las diferencias en esas habilidades cognitivas y verbales entre los infantes se remontan a sus experiencias antes de ingresar a la escuela primaria y suelen estar determinadas por cuestiones socioeconómicas. El cerebro es especialmente plástico –y vulnerable– durante los cinco primeros años de vida; por lo tanto, si el ambiente es estimulante, los sistemas cerebrales neurocognitivos y los circuitos neurales maduran, pero si no lo es, las secuelas negativas se notan en el largo plazo. La CEPAL retoma investigaciones de varios países para sostener que algunas desventajas cognitivas de los niños y niñas de familias de bajos ingresos están asociadas al limitado acceso de una educación adecuada y estimulante. Varias competencias lingüísticas y cognitivas, como el conocimiento de un vocabulario amplio, fluidez en la comprensión del lenguaje oral y familiaridad con el alfabeto y los números, son destrezas que se vuelven un componente importante para su futuro desarrollo. Un ejemplo impresionante que da CEPAL es el de una investigación que mostró que a los tres años de edad los hijos de familias de padres profesionales habían escuchado 30 millones más de palabras que los niños de familias pobres. El desarrollo de un amplio vocabulario tiene enormes ventajas para el posterior aprendizaje de la lectura, y en ese renglón México tiene graves deficiencias. Además, como esas diferencias tienen efectos no sólo en el lenguaje sino en las habilidades cognitivas, incluso cuando los infantes provenientes de familias de bajos ingresos llegan a una buena primaria donde reciben una buena educación, es difícil compensar el tiempo perdido. Por ello es necesario que los centros de cuidado infantil sean de calidad, pues así se impulsa el desarrollo cognitivo, el lenguaje y las aptitudes socioemocionales que influirán posteriormente en los logros educativos y laborales. Regreso al debate acerca de las estancias infantiles. El punto que quiero hacer es doble: por un lado celebro que se haga una revisión a fondo de cómo están trabajando, pero dicha revisión no debe limitarse solamente a si hay corrupción o si gastan mal los recursos. Las estancias infantiles tienen un papel fundamental en “emparejar” el piso de las oportunidades futuras, y el tema central es el de los estándares de calidad que deben tener para enriquecer la experiencia cognitiva y de relaciones de los infantes. La brecha cognitiva es uno de los indicadores más dolorosos de la desigualdad en nuestro país y el Estado debe asumir el desafío de reducirla. Hay que “invertir” en el cuidado infantil para cerrar esa brecha infame. No sólo al “invertir” en el cuidado se emparejan las coordenadas cognitivas del proceso de crecimiento infantil, sino que, además, después se obtienen mejores rendimientos escolares y menos conductas delictivas. Que una persona en solitario –abuela, vecina o amiga– se haga cargo del trabajo de cuidado por una magra retribución económica no es la mejor idea para lograr que esas criaturas tengan las bases necesarias para su desarrollo. Ojalá y el gobierno tenga apertura para escuchar y cambiar sus prioridades. Este análisis se publicó el 17 de febrero de 2019 en la edición 2207 de la revista Proceso.

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