China e Italia firman un acuerdo estratégico que inquieta a Estados Unidos

sábado, 23 de marzo de 2019 · 14:24
ROMA (proceso.com.mx).—  China e Italia lograron este sábado un acuerdo para que Roma integre el plan chino de la nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative, por su nombre en inglés), un mega-proyecto de inversiones masivas chinas, que ha provocado la ira de Estados Unidos y el recelo de Bruselas y Francia, al ser Italia un país fundador de la Unión Europea y miembro del G7. El pacto alcanzado, que se firmó en ocasión de una histórica visita del presidente chino Xi Jinping a Italia, se forjó tras ocho meses de negociación entre el actual Gobierno italiano y China. Su resultado inmediato han sido 19 acuerdos institucionales y 10 comerciales, que han involucrado al sector energético, las infraestructuras, los transportes y la banca, por una cifra mínima de 7 mil millones de euros que podría alcanzar los 20 mil millones de euros, según el gobierno italiano. “Hemos alcanzado nuestro objetivo. Significa que habrá más puestos de trabajo y más empresas”, afirmó Luigi Di Maio, vicepresidente y líder del Movimiento Cinco Estrellas (M5S). “Italia no quiere dejar atrás a sus socios europeos. Seguimos firmemente en la alianza euro-atlántica. (…) Pero hoy Italia quiso llegar primera, en un asunto de comercio exterior”, continuó Di Maio, al sugerir que el principal objetivo es revertir el desequilibro comercial con Pekín. En la actualidad, las exportaciones italianas a China equivalen a unos 13 mil millones de euros, mientras que las importaciones superan los 30 mil millones de euros. E Italia se coloca por detrás de Alemania, Francia y Reino Unido, en ventas de mercancías al país asiático. “Entre nosotros (Roma y Pekín) no hay conflictos de interés fundamentales”, dijo, en esta línea, el mandatario chino. Una ausencia significativa fue, en cambio, la del otro vicepresidente y ministro de Interior Matteo Salvini, quien en días anteriores a la llegada de la delegación china reiteró en múltiples ocasiones sus dudas sobre estrechar nuevos lazos con el país asiático. No se aprobará proyecto alguno que implique la “colonización” de Italia, llegó a decir el líder de la Liga. Un argumento, este, que algunos analistas interpretaron como un guiño de Salvini a Washington, el país que ha lanzado las críticas más feroces a Italia por su decisión de adherirse al plan de Pekín. Tanto que esta semana incluso aterrizó en Roma Steve Bannon, el ideólogo del supremacismo blanco y exestratega jefe del presidente estadounidense, Donald Trump. Los chinos tienen “una estrategia rapaz para el dominio del mundo. Quieren esto. No hacerse con un puerto en el Mediterráneo”, vaticinó el jueves Bannon desde una sala de la Biblioteca Ángelica de Roma. De igual manera, la semana pasada, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Mike Pompeo, manifestó abiertamente sus críticas, tras que anteriormente desde Washington se filtraran otras voces en la misma dirección. “Estados Unidos le pide a Italia evaluar el acuerdo con atención”, dijo Pompeo, quien ya antes había subrayado su preocupación por la “trampa de la deuda” china. Que es lo que por ejemplo ya ocurrió en Sri Lanka, país que ha tenido que ceder su puerto de Hambantota a una empresa de Pekín al no poder devolver lo invertido anteriormente por China. En verdad, las reales consecuencias de este acuerdo están por verse y, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, el asunto podría acabar en papel mojado o aportar beneficios concretos mínimos para Italia. Pero el mensaje de apoyo que Italia le está enviado a China tiene un claro contenido político, como subraya el economista Giuseppe Gabusi de la Universidad de Turín. “Para vincularse con China no era necesario firmar un memorando, lo que significa que lo que se está concediendo es un claro apoyo político al plan económico que el Partido Comunista chino considera hoy su prioridad absoluta”, afirma Gabusi. De ahí, como dice el analista geopolítico Lucio Caracciolo, la ira de los Estados Unidos, país que desde hace meses vive una guerra comercial con China. “Podrían haber represalias (de Estados Unidos contra Italia). Dependerá mucho de si esta nueva relación se limitará solo a incrementar el comercio, o si abarcará también en otras áreas”, sostiene el analista. “Lógicamente los estadounidense tienen herramientas de presión, como disminuir las compras de títulos de Estado italianos”, añade Caracciolo. Otra es la posición de la UE que recientemente emitió un documento con diez acciones para hacer frente de manera unitaria a la política expansionista de China, un país que es un socio “estratégico” y “un competidor”, según se subrayó. Argumentación, esta, que fue mal digerida en Roma, por los mayores intercambios comerciales que mantienen hoy día otros países europeos con Pekín, como Alemania y Francia. Otro temor de la UE es que el plan chino pueda influenciar a Italia a la hora de tomar posiciones comunes europeas, por ejemplo para criticar a China sobre los derechos humanos, o decidir nombramientos en puestos internacionales. “Italia es el país fuerte de los países débiles. Su peso es infinitamente superior al de Grecia, Chipre o Portugal, que ya adhirieron a la nueva Ruta de la Seda, o ya han cedido a Pekín el control de infraestructuras importantes”, razona Ricardo Alcaro, investigador del centro de estudios Asuntos Internacionales de Roma. Por esta razón, en los últimos días, tampoco han faltado los intentos del primer ministro italiano, Giuseppe Conte, de intentar minimizar el alcance del pacto de Italia con China. “No está en discusión nuestra colocación euro-atlántica y no hay riesgos de colonización”, afirmó Conte, al intentar echar un jarro de agua fría a la irritación de Estados Unidos y la Unión Europea. Ambos preocupados por la decisión de Italia, que, justo ahora se encuentra nuevamente en dificultades económicas —la economía italiana fue declarada en enero en recesión técnica—, se entrega a un plan criticado por algunos como un instrumento de China para dominar el mundo. Desde los bancos hasta la energía Finalmente, el pacto suscrito el sábado es un memorando de entendimiento, no vinculante, que ha ido aparejado de acuerdos que han involucrado a algunas empresas significativas. La multinacional italiana Ansaldo Energía firmó dos acuerdos con China United Gas Turbine Tecnology y la poderosa petrolera italiana ENI otro con Bank of China. Esta misma entidad también acordó con el banco italiano Caja de Depósitos y Préstamos, para que esta pueda “obtener capital” utilizando los llamados bonos panda, unos títulos en yuanes emitidos en el mercado de la deuda chino, según explicó Lin Jingzhen, vicepresidente de Bank of China. También se ha previsto un pacto de cooperación entre la constructora China Communication Construction Company y el puerto de Génova, y otro con el puerto de Trieste, destinado a potenciar el comercio hacia el centro y este de Europa. Mientras que el grupo Danieli se comprometió a construir una planta siderúrgica en Azerbaiyán con China CAMC Engineering, y asimismo se llegó a entendimientos paralelos para el sector del turismo y de la agricultura. En este marco, el partido populista italiano del M5S hizo alarde de todo lo acordado. Pero esa no fue precisamente la misma actitud de sus socios gubernamentales de la Liga de Matteo Salvini. “Me alegro que Xi Jinping esté en Italia (…) pero no me digan que en China hay libre comercio”, criticó Salvini, quien por segundo día consecutivo evitó aparecer ante la delegación china. Algo que se sumó al malestar de Bruselas y Francia, país que Jinping visitará a continuación. Una tensión, esta, que fue controlada solo por el presidente italiano Sergio Mattarella. “Todo esto habrá que hacerse en el ámbito de la estrategia diseñada por la Unión Europea”, insistió Mattarella. Un esfuerzo hercúleo que finalmente se disipó en la tarde cuando, tras que se revelara el exacto contenido del documento firmado, se supo que las telecomunicaciones también forman parte del memorando. Esto último, de hecho, podría ahora abrirle la puerta a Huawei, la compañía al centro de la ira de Washington por sus supuestas —no fueron probadas aún— actividades de espionaje.  

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