'No seríamos la sociedad que somos si no fuera por los episodios de insurrección”: Fernando Lobo

lunes, 25 de marzo de 2019 · 18:31
OAXACA, Oax. (apro).- La rebelión como motor de la historia, la violencia como punto a reflexionar y la represión gubernamental o terrorismo de Estado en la revuelta de 2006 en Oaxaca, son episodios abordados en el libro La insurrección transmitida, del escritor Fernando Lobo, testigo presencial de la que es considerada la primera revuelta latinoamericana del siglo XXI. “La historia se mueve a partir de las rebeliones. No seríamos la sociedad que somos si no fuera por los episodios de revuelta, de insurrección, de la colectividad rebelde. Es lo que mueve el progreso”, destacó el autor durante la presentación de su libro –el pasado miércoles 20-- en el Librespacio La Jícara, con la participación de la activista Yesica Sánchez Maya y los comunicadores Kiado Cruz y Nahú Rodríguez. La Insurrección Transmitida es una crónica de largo aliento sobre el tema del conflicto 2006, y da cuenta de lo que ocurrió esos seis meses del plantón en el centro histórico de Oaxaca, es decir, las acciones --megamarchas, mítines, barricadas, escuadrones de la muerte--, dudas, anhelos y respuestas de un pueblo que para muchos es un faro, abundó. Y es que a mediados de 2006, la protesta anual de los maestros del estado de Oaxaca canalizó —vía Radio Plantón— el malestar de la comunidad frente al estado de cosas existentes: se pasó de exigir la renuncia del gobernador Ulises Ruiz Ortiz a poner sobre la mesa todas y cada una de las injusticias y abusos de poder que se iban acumulando. “Durante más de seis meses la ciudad de Oaxaca se levantó contra un gobierno injusto y, además, se negó a organizar uno nuevo. El pueblo, articulado en asambleas, se expresó con claridad: tomó la palabra y los medios de comunicación; organizó marchas de protesta y levantó barricadas para frenar los ataques de grupos militares y paramilitares; quemó edificios oficiales y libró batallas campales en las que consiguió expulsar a la policía”, añadió. En entrevista, Fernando Lobo destacó que desde 2010 pensó en realizar una crónica de largo aliento sobre el tema, y por eso “comencé a explorar las diferentes formas que me podían llevar a esta crónica”. Sin embargo, dijo, “me hacía falta tomar distancia para observar el fenómeno desde fuera, para ser más neutral, que no lo soy; aunado a ello, en 2010 y 2011 surgieron movimientos populares en Europa y América Latina con ingredientes muy parecidos en Oaxaca: la toma de plazas, barricadas, una serie de elementos que se le parecerían, y por otro lado comencé a dilucidar las diferencias, las peculiaridades de Oaxaca 2006 que tienen que ver con los medios de comunicación”. Además, subrayó, “tenía que encontrar la forma de hacer crónica. Yo vengo de la novela, entonces, había que fijar al personaje, que en este caso no era un personaje central, ni una serie de personalidades, ni los dirigentes, ni los políticos, sino la multitud, el movimiento por sí mismo, que tenía sus propias decisiones, acciones, con sus propias características como personaje. “Entonces, había que hacer un gran proceso de reflexión. Por un lado, la multitud como personaje, el movimiento como personaje. Y por el otro, el gran personaje de esta historia es la represión del gobierno, la represión que tiene como característica que es clandestina, que es oculta, que viene a sacar a la luz esa serie de acciones de torturas, de desapariciones forzadas, de asesinatos. Entonces tuve que hacer un largo proceso de ir atando cabos, por eso llegué a hacer una cronología”. También descubrió que a partir de la hemerografía y de los medios de comunicación, la información aparece fragmentada, de manera que, dijo, cuesta trabajo como narrador de novela fijar al personaje, las motivaciones de tu personaje que son trascendentales en una novela, y en ese sentido, recalcó, habría que preguntarse dos cosas: “¿Por qué este personaje (la multitud) sale a la calle asumiendo unos riesgos gigantescos, porque el día que se llama a hacer barricadas y desde la ley (radio) se pide a las personas que impidan el convoy de la muerte? ¿Por qué la gente sale entonces? Hay que hacerse esa pregunta”. La otra pregunta “es la motivación del torturador, del represor. ¿Por qué el torturador produce dolor y miedo en esas cantidades, con esa saña y con ese cinismo? Y uno va llegando a las conclusiones gracias a las concatenaciones de los hechos, a hacer el estudio del día por día. Uno va dilucidando los sistemas, los métodos y las motivaciones de todo este maremágnum de personajes que involucra a los personajes de 2006, un movimiento muy complejo”. Sobre la información de los medios de comunicación y los reportes de derechos humanos, aseguró que están fragmentados porque “tienen esa obligación de recopilar pruebas y, por lo tanto, mostrar todo un protocolo de trabajo que se hace de la narración del observador de los derechos humanos, algo sumamente tedioso y complejo”. Entonces, agregó, la idea es sacar a la luz mediante el oficio del narrador los hechos, y hasta donde sea posible explorar las razones, las causas, lo que motivó al conflicto, lo que motivó los riesgos de la gente saliendo a las calles y el terrorismo de Estado. --¿Y hay respuestas en tu libro? –se le preguntó. --Hay más preguntas, y hago una selección de preguntas que nos aproximan para tener una reflexión, ya que este libro no intenta aclarar respuestas, pero si proponer una serie ordenada de preguntas. “Terminé quitándole todo elemento novelístico. Hay una aproximación mayormente hemerográfica. No hay situaciones personales en la crónica, es básicamente lo que fue público para todos, más experiencias personales, y lo que significó una investigación a través de charlas de conocidos, que desde diferentes perspectivas vivimos el conflicto, y a partir de ahí tratar de contar la historia a partir de diferentes ojos, pláticas, remembranzas, nostalgias, evocaciones”. --¿Tus personajes encuentran alguna motivación a esa primavera? --Encuentro muchas subjetividades, lo que trato de aproximar ahí es un concepto de un filósofo holandés llamado Espinoza. En vez del concepto de masas como lo hace el marxismo, Espinoza ve algo múltiple más complejo, más poroso, capaz de disgregarse con facilidad, más como un enjambre, y ahí pululan multiplicidad de intenciones, desde la rabia contra el poder, la solidaridad, las simples ganas de tundir policías, oportunismo político… Y aclaró: “No era mi intención romantizar con un movimiento con el que yo simpaticé, ni tampoco contemplarlo como una conspiración absolutamente pragmática por políticos experimentados, y sin embargo hubo todo eso”. Abundó: “No podemos comparar las intenciones de la señora que nos servía tamales en una barricada con el dirigente político que tiene 20 años manejando una organización con relaciones en todos los niveles del gobierno y, sin embargo, todos confluían en una sola intención que era la destitución del gobernador. “Creo que eso permitió que este movimiento fuera gigantesco. La simpleza de un enunciado, la sencillez y la contundencia de una causa exclusiva, la intención de tumbar a un gobernador está directamente relacionada con lo que había propuesto Ulises Ruiz durante los meses anteriores y durante su campaña, que tenía que ver con anular las posibilidades de la acción política con su lema ‘ni marchas ni plantones’”. Lo que estaba en juego en 2006, acotó, era la protesta pública, todas las cosas que hizo Ulises Ruiz para neutralizar esta enorme tradición que es la protesta pública: sacar de la ciudad las sedes de los poderes, hacer un grupo represivo, legislar contra la protesta pública, regular las marchas, en fin –soltó--, todo eso que el empresariado aplaudía. Entonces, “creo que en el fondo estaba la defensa de la acción por la acción misma, y en ese sentido todos estábamos de acuerdo, y por otro lado estaba la represión, se le veía como la figura simbólica de la represión, del autoritarismo y la corrupción. El hartazgo hizo que la colectividad explotara”. De igual manera, el escritor resaltó que de 2006 a la fecha nada ha cambiado, al contrario, los asesinatos se volvieron una constante. Y en el caso de Oaxaca, un gran complejo de organizaciones sociales ha convertido la protesta en una industria, en una forma de vivir, que mantiene muchas bocas en una sociedad donde hay pocas oportunidades de empleo. Finalmente, Lobo se refirió al exgobernador Ulises Ruiz, quien busca la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y lo calificó “como un cadáver político”. Pero en la política, dijo, “es impresionante, yo veo en México en que no hay cadáveres en la política, resurgen de sus tumbas, son zombis, son muertos vivientes, y hemos visto al nuevo grupo en el poder como gente que estaba sepultada y ahora tiene curules”. Por consiguiente, apuntó, “yo no descartaría las posibilidades de Ulises Ruiz, aunque sí lo considero un político extraordinariamente inepto. Él fue responsable en gran medida del empantanamiento del conflicto, de la obcecación de las partes, pero no descarto que asuma la dirigencia de otro cadáver político que es el PRI. Entre zombis te veas”, remató.

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