Dedica "Cultura Urbana" a Monsiváis su número de 15 años

sábado, 30 de marzo de 2019 · 11:13
La revista Cultura Urbana, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, cumple 15 años. Juan José Reyes, su director fundador –al lado de la editora Rowena Bali, de Juan Pablo de la Colina, y dos coordinadores editoriales, los poetas David Huerta y Óscar González, con quienes ha formado un consejo sólido–, y ensayista de larga trayectoria, habló para Proceso sobre esta publicación cuyo número de aniversario estará dedicado a la caza de las huellas de Carlos Monsiváis por la Ciudad de México “en los años cincuenta”. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El ensayista Juan José Reyes, quien fundó en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México la revista Cultura Urbana, al realizar un recuento de los 15 años de esta publicación que cuenta con un prestigiado grupo de creadores, se refirió de inmediato a los inicios de ella: “La Universidad Autónoma de la Ciudad de México era en 2004 casi un recién nacido; su gestación y su alumbramiento ocurrieron cuando Andrés Manuel López Obrador representaba al Gobierno del DF,  y muy pronto encargó a Manuel Pérez Rocha crear y poner en marcha una universidad diferente. La desemejanza habría de estar en las raíces: en los estudiantes mismos y en la propia concepción del conocimiento. Ambas vertientes se intersectan: los estudiantes, primordialmente de zonas y pueblos originarios y de barrios injusta y tradicionalmente desvinculados de bienes culturales y educativos que corresponden a niveles de bienestar que requieren y reclaman sus moradores, entre los que descuella el conocimiento. Conocer es poder, sin duda. “Y podría decirse ‘dime cómo y qué conoces y te diré qué buscas’”. Hay quienes buscan multiplicar su riqueza, analizar todos los caminos para dar con el que –sin torceduras perceptibles, pero siempre efectivas cuando son alcanzadas–, podrá conducirlos al éxito material y ‘social’ de sus empresas. Del otro lado están los que hallan en el trabajo no un campo en que han de ser explotados o ellos serán los ‘amos’, sino uno de veras satisfactorio, enriquecedor en el sentido humano y social que pervive en la entraña mexicana. Esto puede sonar como algo meramente utópico, pero sólo si se lo mirara desde arriba, desde tan arriba que la realidad misma dejaría de ser comprensible en cuanto a realidad auténtica. “Conocer también es comprender, comprender en primer término que, como dice el lema de nuestra universidad, Nada de lo humano me es ajeno, proverbio latino de Terencio. Y nada más humano que lo cernido a lo medular, que lo que está distante de las superficialidades. El conocimiento de la realidad transforma la realidad, pone al descubierto sus pliegues, sus líneas ocultas, al tiempo en que propicia que la propia vida sea asumida por cada persona con plena responsabilidad y firme compromiso. “Manuel Pérez Rocha es un ingeniero que ha abordado de modo específico, crítico y novedoso los arduos asuntos educativos. Posee una larga experiencia. Una vez que, junto a un pequeño grupo de colaboradores suyos, había puesto los cimientos de la obra, él y Óscar González César –diplomático y poeta de vuelos altos y coordinador de Difusión Cultural– pensaron que la universidad tenía que contar con una revista de calidad que fortaleciera su presencia pública, y en especial en los campos intelectual y académico, a más del estudiantil.” “Me buscaron, y me dieron una fecha muy, muy corta para que apareciera el primer número. Al concluir aquella plática ambos percibieron mi desconcierto, uno de los dos me dijo amablemente: Pero con la experiencia que tienes, podrás.” Con estudios de Filosofía en la UNAM, además de una obra ensayística, Reyes (Ciudad de México, 1955) es crítico, periodista cultural y editor. Fue jefe de Redacción del suplemento cultural del diario Novedades, y fundó y dirigió la revista Textual. –El escritor Vicente Leñero dijo que era inexplicable que no le hubieran dado a usted el Premio de Periodismo Cultural en la Feria de Guadalajara, no obstante haber estado en algunas de las más importantes publicaciones de México, ya como fundador, ya jefaturando su redacción o dirigiéndolas. –La gran generosidad de Vicente. –Hace no mucho encontramos una entrevista que le hizo Elena Poniatowska para La Jornada. –Vicente Leñero y Elena Poniatowska han sido personajes centrales de la revista. Ni una duda, el mínimo titubeo, la menor reserva: eso define su colaboración con nosotros. Y vuelvo a nuestro asunto: Hemos tenido la fortuna de recibir en la revista a otros autores de primerísima línea, como José Emilio Pacheco o Bárbara Jacobs, Ana García Bergua o José Luis Rivas, Iván Gomezcésar o Ernesto Aréchiga, y otros maestros de la universidad, como Rosina Conde o Adriana González Mateos, así como a numerosos estudiantes, jóvenes prometedores. La lista es de veras muy amplia, y está poblada de autores de indiscutida excelencia. Te doy algunos ejemplos. En su primera entrega Cultura Urbana publicó textos de Enrique Serna, Álvaro Enrigue, José de la Colina, Gerardo de la Torre, Emiliano Pérez Cruz, Jorge López Páez, Francisco Hernández, Juan José Rodríguez, Eduardo Antonio Parra, María Baranda, José Agustín, Francesca Gargallo, Óscar de la Borbolla, Ethel Krauze, y de uno de sus coordinadores editoriales, David Huerta. –¿Cuáles son los criterios de selección de los materiales en cada entrega? –Hay una selección doble: la del tema principal que cada número presenta, y que ocurre en un plano que necesariamente no se ve desde fuera. Me refiero al trabajo cumplido en los constantes intercambios con integrantes del consejo de la publicación y con otros colaboradores amigos, vinculados de manera estrecha con nuestros trabajos. Sugieren, dan ideas, en no pocos casos inclusive aportan contactos, datos acerca de cómo y dónde buscar ciertos materiales. Esta línea de trabajo ha propiciado que los que estamos a cargo de la hechura de la publicación podamos conocer cada día mejor, más íntimamente nuestra ciudad. Vamos a diario de aquí a allá: a conversar con gente, a respirar atmósferas de inmuebles, espacios abiertos, a mirar paisajes que suelen perderse tras la cortina del trajín cotidiano. De este modo hemos articulado números de diversos sitios urbanos, como Tepito, donde intentamos –merced a la contribución de moradores tepiteños, como el cronista Alfonso Hernández o el cuentista y fotógrafo Diego Sebastián– quitar las máscaras negras con que se intenta comúnmente presentar a aquel barrio verdaderamente histórico de la Ciudad de México, a la vez que poner de manifiesto el vigor de sus sostenida resistencia y el de su propia cultura, peculiar y en creciente despliegue creador. “Otro ejemplo, en tal sentido temático, es el de la colonia Roma, en donde más que voltear a ver su actual boom de una especie de “sub Condesa” miramos hacia su contradictorio pasado, provisto del aire porfiriano y el México que a un tiempo fue el de una naciente clase media, refugio de minorías (negros, judíos, gitanos), una zona en trance entre el ocaso aristocrático y la vulgarización del sueño mexicano… “La otra selección que te decía es la de los textos mismos y sus autores…” –Hemos visto que incluyen en Cultura Urbana no pocos textos de autores clásicos, mexicanos o extranjeros, aparte de los actuales que me ha mencionado. ¿A qué se debe?, ¿cómo, por qué los eligen? –Precisamente, lo has dicho ahora, a que son “clásicos”. Y sucede, creo, que muchas veces los jóvenes lectores los desconocen, así como no pocos no tan jóvenes también, o los han olvidado o no han podido hallarlos porque la circulación de sus obras ha sido insuficiente en nuestros días. Esto ha hecho que también tengamos que acudir a las bibliotecas y a la Hemeroteca Nacional, lugares donde pasamos buenas horas semanalmente. ¿Cómo se eligen los textos? Hay un criterio básico: el de la calidad de los materiales. ¿Cómo se mide esta calidad? Sabemos medirla, sin duda, y te diré que hay una primera condición: el respeto a la lengua. La comprensión del mundo, o su interpretación, la sensibilidad y sus búsquedas, el mero registro de los hechos, la dicha de vivir y los dramas de la vida, todo esto será tan rico en cuanto sea expresado ricamente, con autenticidad. Y, claro está, no me refiero a asuntos de corrección (aunque estos suelen ser importantes) sino de limpieza, fuerza expresiva. –La ciudad es una y es distinta para cada uno de los que la vivimos, ¿no cree? ¿Qué visión tienen ustedes de la Ciudad de México? ¿Qué es para ustedes? –En primer lugar pienso que tienes toda la razón: la diversidad, la pluralidad es lo que define a la gran urbe. Pero hay un sustrato común, y me parece que necesariamente aquel sustrato radica en el pasado. La ciudad es el agobio reiterado; según Carlos Monsiváis, pienso, una palabra la señalaría de entrada: el tumulto. Es la prisa, el miedo, la puesta a prueba de todos los afanes de supervivencia en la muchedumbre y en la extraña soledad. Sobre todo es memoria. No podríamos reconocernos como moradores genuinos de la metrópoli –como sus dueños, sus enamorados y sus víctimas–, sin el recuerdo vivo de ciertos sitios, ambientes, parajes, calles y edificios. –Cultura Urbana alcanza sus primeros quince años. ¿Qué preparan para este año de festejo?, ¿en qué número trabajan? –Hace unos minutos te dije el nombre de Carlos Monsiváis, quien siempre nos animó y nos ayudó con sus luces múltiples y su generosidad amplísima y discreta. Y ahora estamos preparando nuestro número en recuerdo suyo. Estamos literalmente a la caza, por toda la ciudad, de huellas suyas, como, por ejemplo, de viejísimos textos que hizo Carlos en los años cincuenta, cuando, con José Emilio Pacheco, se dio a conocer en la revista Estaciones de Elías Nandino. La generación de Monsiváis está más viva que nunca ahora. En la revista hemos dedicado ya números completos a otros dos notables personajes de esa promoción: los mencionados José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska. Preparamos ya, aunque estamos ahora en el nivel de los esbozos, entregas acerca de Juan García Ponce y de Sergio Pitol. Como en todos los casos, privilegiamos una mirada: la de los vínculos de su biografía y de su obra con la vida citadina y su cultura, o dicho mejor: sus culturas. –Durante estos largos años, de gran agitación de la vida nacional, ¿no han tenido amagos de censura o “tiradas de línea” de parte de alguna autoridad de la propia universidad o del mundo de la política capitalina? –En lo absoluto. La revista nació bajo la divisa de la libertad, y así ha podido asegurar su existencia y sus perspectivas de cara al futuro. Durante el paso de la señora Orozco por la rectoría vivimos un periodo más o menos oscuro, marcado por la indiferencia de ella y de sus colaboradoras cercanas. Ahora mismo, en la rectoría de Galdino Morán, Cultura Urbana comienza con los mejores auspicios su segunda quincena. Este texto se publicó el 24 de marzo de 2019 en la edición 2212 de la revista Proceso.

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