Incorporaciones a la colección Carrillo Gil

viernes, 5 de abril de 2019 · 12:48
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Lo más interesante de la exposición se encuentra en el primer párrafo de las cédulas de obra, en donde al informar sobre el modelo de adquisición de cada una de las piezas se devela también la discrecionalidad que sustentó las adquisiciones en el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) de 2014 a 2018, bajo la dirección de Vania Rojas (2011-octubre 2018). Sin describir criterios de selección que vinculen la identidad de la colección original del museo –con obras emblemáticas de José Cemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, además de espléndidas piezas de Wolfgang Paalen y Gunther Gerzso—, al lado de las obras exhibidas la muestra Sumatorio. Nuevas incorporaciones a la colección Carrillo Gil confirma la urgencia de diseñar protocolos institucionales que sustenten la incorporación de obras y firmas contemporáneas en los acervos museísticos del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). En el sistema del arte contemporáneo, la pertenencia a colecciones museísticas se ha convertido en un procedimiento indispensable para construir, mantener y apuntalar el valor simbólico y comercial de las firmas. Al tener obra en una colección institucional de prestigio, los autores se benefician no sólo por la legitimación artística que adquieren sino, también, porque la obra coleccionada adquiere permanencia, resguardo y posibilidad de trascendencia, como lo señaló acertadamente el curador Carlos Palacios en el contexto de la exhibición Nuevas adquisiciones en la colección MACG, que se presentó en 2013 con 27 obras realizadas de 2010 a 2012 por 15 creadores.   Con base en lo que mencionan las cédulas de la exhibición Sumatorio, las adquisiciones del INBAL se basan en cuatro modelos: adquisición –o compra– por parte del INBAL, donación de los artistas, donación a través del beneficio fiscal de Pago en Especie, y donación a través del Programa de Retribución del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Lejos de poderse definir como algunos de los artistas más representativos de la escena del arte contemporáneo correspondiente al periodo 2014-2018, como lo señala el boletín de prensa de la exposición, los 41 seleccionados y sus 62 obras evidencian la ausencia de una identidad razonada para el crecimiento de la colección: ¿Qué valor le aportan al acervo Carrillo Gil los caóticos ensamblados de Luis Hampshire y Rosario Guillermo, la absurda instalación con tiras de fieltro de Ricardo Rendón, las simplistas composiciones geométricas con cinta de empacar de Alejandro Almanza Pereda, o la pésima pintura de Taka Fernández? Sin embargo, y al margen de las obras, lo más cuestionable se encuentra en los modelos de adquisición. ¿Qué valores extraordinarios encontró el comité de selección en la pintura realizada en 2014 por Miguel Castro Leñero con el título de Fuera de registro para aceptarla en donación, y cómo justifica Vania Rojas tanto la adquisición de una pieza de quien fuera su curador en jefe Guillermo Santamarina, así como las obras que solicitó al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) a través del programa de Retribución Social? Con una mayoría de por lo menos 29 autores (70%) que cumplieron la retribución social que exige el Fonca por el beneficio de la beca del Sistema Nacional de Creadores (SNC) –aproximadamente 1 millón, 152 mil pesos, correspondiente a 32 mil pesos mensuales recibidos durante tres años–,  donando una obra solicitada por el INBAL que no llega ni al 30% del monto obtenido, el rubro de las adquisiciones por retribución del Fonca manifiesta posibles irregularidades que deben ordenarse:  ¿Es adecuado que Magali Lara haya retribuido en 2015 el beneficio del SNC con obras realizadas en 1982?   Este texto se publicó el 31 de marzo de 2019 en la edición 2213 de la revista Proceso

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