"Kahlo, viva la vida"

viernes, 5 de abril de 2019 · 12:55
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La fuerza de los cuadros de Frida Kahlo, la época en que los pintó y su forma de vida han hecho de la pintora un personaje que trasciende hasta nuestros tiempos. En su pintura, su intimidad está sobreexpuesta y cada cuadro expresa un fragmento de su autobiografía.  Mucho se conoce de sus relaciones con pintores, artistas, políticos y amistades, además de acontecimientos trágicos que le sucedieron. Se han hecho un par de películas sobre ella (Frida, naturaleza viva de Paul Leduc en 1983, y Frida de July Teymor en 2002); en teatro se ha llevado a escena en el extranjero por el canadiense Robert Lepage (Apasionada: Que viva Frida, 2012), y en México por Ofelia Medina, Jesusa Rodríguez y Aline Menassé, entre otros. Kahlo, viva la vida es un monólogo escrito en 1998 por Humberto Robles, que se ha presentado en más de 23 países y obtenido múltiples premios. Actualmente, en la Ciudad de México es protagonizada por Ana Karina Guevara bajo la dirección de Pilar Boliver, en el Foro Bellescene. Desde su conocimiento sensible y profundo de Frida Kahlo como artista y como ser humano, Humberto Robles logra mostrarnos a una mujer de carne y hueso, contradictoria, valiente, creativa y con una mexicanidad muy propia. En su forma de ser y de hablar se va reflejando su carácter: usando un lenguaje lleno de albures, chistes, dichos, groserías y un sentido del humor muy a la mexicana. Frida Kahlo se nos presenta como una mujer que ve la vida de frente y que con gran ironía reconoce el dolor y el disfrute. Esta mezcla agridulce de su visión está impregnada de una gran vitalidad y un envalentonamiento reconfortante.  Ana Karina Guevara encarna una Frida Kahlo fuerte y débil a la vez, que enfrenta las enfermedades y las traiciones con entereza; pero deja pasar por una rendija el dolor y la soledad que le carcome los huesos. Habla con su pata de palo a Diego o con la Calaca; aquella Catrina que sólo le abre la puerta el Día de muertos y que ha logrado evadirla en sus múltiples operaciones. Si bien la interpretación en un inicio parece un tanto amplificada, conforme va pasando la obra se asienta hasta que la actriz juega hábilmente con la dualidad dolor / alegría; canta, recita poemas o figura diálogos con otros personajes. Tanto Frida Kahlo como el autor se burlan de lo lindo de los que se creen artistas e intelectuales –André Bretón encabeza la lista–, y expone claramente sus pasiones y aversiones, lo que le parece importante y lo superfluo. Cuestiona a Diego Rivera, por su egoísmo y por trabajarle unos murales a Rockefeller, llegando a criticar su propia relación.  Como referencia obligada que cambió el curso de la vida de Frida, en Kahlo, viva la vida escuchamos  las experiencias de su accidente y sus tres abortos. Hace referencias crudas y también poéticas, como el hecho de que en el choque con el tranvía los pasajeros le dijeran “la bailarina”.   Los elementos centrales de la puesta en escena dirigida por Pilar Boliver son una banca y una pierna ortopédica con la que dialoga. La banca se despliega y puede disfrutarse el cuadro de La venadita; además de su uso común, sirve para separar espacios y guardar secretos. El diseño de vestuario es muy versátil y con algunos aditamentos y utilería, sugiere múltiples significados.  Kahlo, viva la vida, un agudo acercamiento al personaje de Frida, nos hace conocer con veracidad a una mujer que quiso exhibir sus heridas a través de su pintura y jugar con la muerte, para hacer de su obra y su vida una creación completa.   Esta reseña se publicó el 31 de marzo de 2019 en la edición 2213 de la revista Proceso

Comentarios