El PND y la política exterior

sábado, 25 de mayo de 2019 · 09:47
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El Plan Nacional de Desarrollo (PND) es presentado por mandato constitucional al inicio de un sexenio presidencial. Es un documento que fija líneas de acción de manera muy general, se elabora con mucho apresuramiento y los gobiernos se apartan fácilmente de lo allí asentado; no es pues la guía más confiable para prever la política pública a lo largo de seis años. Sin embargo, esta vez su consulta resultaba necesaria por diversos motivos. Se trata, ni más ni menos, del inicio de una Cuarta Transformación (4T) que, de acuerdo con la narrativa del nuevo gobierno, sólo es comparable con los grandes momentos históricos del México independiente. La ambición es muy grande y las condiciones para que se lleve a cabo, enormemente difíciles. Conviene pues detenerse en el PND para ver cómo se reflejan allí modificaciones respecto al pasado inmediato e intenciones hacia el futuro. Advierto que me detengo únicamente en el ámbito de mi interés, que es la política exterior. Conviene hacer notar que existen dos versiones del PND. Una que se puede consultar en la gaceta parlamentaria. Un documento relativamente voluminoso, 243 páginas, donde la sección correspondiente a la política exterior se encuentra en las páginas 63-67. La otra versión se puede encontrar en internet. El texto proviene de la Presidencia de la República. Los datos entre ambos documentos no son siempre coincidentes. El segundo, o el primero según se quiera ver, es un documento corto, sólo 64 páginas, cuyo índice refleja bien postulados ideológicos muy presentes en el discurso presidencial. Resume frases reiteradas en las mañaneras, en discursos en las plazas, en argumentos utilizados al responder preguntas o defender acciones. No contiene una narrativa muy elaborada. Por lo contrario, tiene el estilo directo y simple que hace de AMLO un excelente comunicador, no para seminarios o mesas de intelectuales, sino para convencer a grandes audiencias. Por considerarlo más apegado a la esencia del pensamiento de AMLO, dicho documento es al que me voy a referir. Como era de esperarse de quien piensa que la mejor política exterior es la política interna, la sección relativa a política exterior es muy corta: una página y media. En la misma se hace una denuncia del abandono de los principios históricos de la política exterior mexicana por los llamados gobiernos neoliberales. Se señala que en el presente sexenio el gobierno federal ha recuperado la tradición diplomática plasmada en los principios normativos contenidos en la Constitución. Su enumeración, innecesaria en un espacio tan corto, es interesante porque refleja la necesidad de invocarlos como una forma de hacer política, rasgo que en otras épocas ha caracterizado a la política exterior mexicana. Al referirse a las relaciones existentes con las diversas regiones geográficas, el plan enfatiza la pertenencia histórica y cultural de México a América Latina y el Caribe. Asimismo recuerda nuestra ubicación en América del Norte, el tratado comercial que nos une con Estados Unidos y Canadá, la intensidad de los intercambios económicos, culturales y demográficos que nos vinculan y el hecho insoslayable de que la relación con esos países es la prioridad de la política exterior. Este acentuado pragmatismo, a diferencia de lo señalado en el párrafo anterior, no tiene antecedentes históricos tan lejanos. Otras regiones, como Europa o Asia, no se mencionan. No aparecen en el texto referencias a los diversos organismos multilaterales de los que México es parte. No aparecen los temas que hoy ocupan un lugar importante en la política internacional, como el cambio climático, el terrorismo o la ciberseguridad. Otros párrafos del PND contienen líneas de acción que, de hecho, son temas llamados “intermésticos”. Es decir, que siendo de interés interno tienen amplias consecuencias para la política exterior. Así, el tema de la migración merece más espacio que la política exterior en su conjunto y el de drogas termina con un llamado muy discutible para quienes se interesan en disminuir la dependencia de Estados Unidos. En efecto, según lo allí escrito, reformular el combate a las drogas para terminar con la estrategia prohibicionista debe procurarse de manera negociada con Estados Unidos y la ONU. Países que han decidido despenalizar el uso de la mariguana, como Canadá o Uruguay, desde luego no han pasado por tales negociaciones. Se sabe que estarían condenadas al fracaso. Tanto el gobierno federal en Estados Unidos como el secretariado y la mayoría de miembros de la ONU son favorables al prohibicionismo. La idea de la despenalización es esencialmente latinoamericana y tiene enorme fuerza en gobiernos estatales dentro de Estados Unidos. Dos conclusiones se derivan de la parte de política exterior del PND. La primera es la de una visión muy limitada de las relaciones exteriores del país. Para algunos, la 4T era la oportunidad de iniciar una conveniente diversificación de nuestras relaciones económicas y políticas, no para confrontar a Estados Unidos, sino para disminuir la vulnerabilidad ante éste. Sin embargo, lo que domina por lo pronto es la búsqueda de entendimiento con el país del norte. No aparecen signos de interés, por ejemplo, en voltear la mirada a Asia, particularmente a China. A pesar de ser nuestro segundo proveedor más importante, la atención hacia ese país brilla por su ausencia. Lo segundo es la escasa o nula preocupación por los cambios mundiales en las relaciones de poder económico, político o militar que se están dando. No se encuentra cualquier reflexión sobre la guerra comercial entre los dos grandes poderes hegemónicos del siglo XXI, los cambios tecnológicos y sus enormes consecuencias para el futuro de países como México, el significado que pueden tener las actividades de los foros multilaterales de los que nuestro país forma parte. Visto así, el PND como inspiración para planear la ubicación de México en el mundo durante el presente sexenio tiene serias omisiones y perspectivas muy limitadas. Esperemos que se vaya modificando. Este análisis se publicó el 19 de mayo de 2019 en la edición 2220 de la revista Proceso

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